Capítulo 21

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Aclaraciones: la portada e imágenes adjuntas me pertenecen.

。・ 。 宿儺 。・ 。

Sukuna se sentó en el tatami con la ayuda de Yuji, él justo en frente. El albino dibujó unas runas en el suelo con una tiza y esparció sal formando un círculo alrededor de ambos hombres. Una vez acabado, se apartó y juntó ambas manos para conjurar un hechizo.

-Eso que atemoriza más que la oscuridad misma, eso que es más oscuro que el negro... Purifica las impurezas -pronunció Uraume en alto para extender un velo por todo el castillo.

Ahora todo lo que ocurriera en las próximas horas sólo sería visto por los hechiceros. Los viejos líderes de los clanes esperaban en el gran comedor, expectantes del nuevo gobernante, pues para ellos Sukuna iba a morir y Yuji tomaría el poder. Todo seguía su curso, todo volvía a su cauce normal.

Uraume volvió a concentrarse en usar su magia, era el momento de iniciar el conjuro que permitiría migrar el alma de Sukuna al cuerpo de Yuji. Dicho hechizo pertenecía a Tengen, una chamana centenaria que había desarrollado una de las técnicas más poderosas de la era actual, todo para devolver a la vida a su madre y que, para su mala suerte, jamás consiguió.

La erudita, harta de ver a su familia no maga perecer, se marchó al bosque a vivir y seguir sus estudios. Su ubicación sólo era conocida por Uraume, pues tenían un pacto para que le permitiera usar su técnica a cambio de materiales para sus rituales.

Para preparar la asimilación hacían falta ciertas cosas, por ello tuvo que ausentarse varias veces en el castillo. Una vez tuvo todo lo necesario, tan sólo necesitaba que Yuji aceptase su destino para que se realizase de forma correcta. Por suerte la nueva técnica era mucho más eficiente que comerse el cadáver de Sukuna -tal y como debieron hacer los anteriores recipientes.

Y Yuji solo mantenía la cabeza agachada, esperando. Si todo salía bien, si todo funcionaba, su cuerpo podría proporcionar una inmortalidad casi perfecta a su Amo. Debía ser cauteloso.

-Santa Madre, Santa Madre, envíame a tus hijos, pues los pecados de los indignos deberán purgarse en un bautizo de sangre y miedo -leyó en alto un pergamino que tenía sobre la mano. Cuando acabó, extendió un pequeño cuenco con un pigmento mezclado con aceite y un pincel.

-Amo Sukuna, ya sabe lo que continúa.

Yuji tomó el bol de arcilla y lo entregó al demonio, que usaba todo su autocontrol para mantenerse erguido. Removió el pincel, empapando el pelo con ese líquido espeso rojizo y lo llevó hasta la frente del muchacho.

-No te muevas -pidió con voz calmada, extraño en él. Era raro ver a Sukuna tan manso, tan tranquilo.

-No lo haré -asintió Yuji, bajando la cabeza para ayudar al mayor.

Sukuna trazó dos marcas en su frente con la pintura roja, dejó el pincel en el suelo y levantó el mentón del chico con la uña de su dedo índice, lentamente. Solo dos ojos rojos lo contemplaron en silencio, esos más pequeños se mantenían cerrados.

-¿Ocurre algo? -preguntó el muchacho.

Uraume de fondo seguía recitando palabras y haciendo gestos con las manos, dejó ese breve momento a los dos amantes, para despedirse.

-Si haces esto, todo se acabará -Sukuna había fruncido el ceño, sus cejas rosadas se acercaron demasiado dejando una profunda arruga en su frente-. Tus sueños, aspiraciones, todo. Tu vida dejará de ser tuya, tu cuerpo pasará a ser mío.

-¿Y cuál es el problema?

-Vas a morir.

-No, no voy a morir, Sukuna -rió Yuji con inocencia mientras apartaba la mano del demonio de su rostro y entrelazaba sus dedos-. Viviré siempre a tu lado, estoy seguro de que eso es lo que más deseo.

Run, little boy (SukuIta)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora