Epílogo

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Aclaraciones: la portada e imágenes adjuntas me pertenecen.

。・ 。 EPÍLOGO 。・ 。

Japón, 2016.

Parecía una broma de mal gusto cuando contestó aquella llamada después de varios toques de un número desconocido. Tuvo que abandonar una reunión con los principales accionistas de su empresa para atender el asunto. Y ahora se encontraba conduciendo a la dirección que señalaba Google Maps, porque él no solía frecuentar sitios así, menos mal.

—¿Señor Itadori? —recordó la voz por la otra línea.

—Sí, ¿quién es? ¿Qué quieres? —había respondido con su particular mal genio—. Espero que sea importante, no sabe lo que acaba de interrumpir...

Sukuna paseaba inquieto por el hall de su mansión, la mirada fija en la alfombra carísima que decoraba todo el pasillo hasta su despacho.

—Su hermano ha sufrido un grave accidente de coche junto a su mujer y ...

—¿¡Dónde está!? ¿¡En qué hospital!? —interrumpió a la trabajadora de emergencias.

—Verá, el motivo de mi llamada es para decirle que...

Ya no estaba en el coche, ya no estaba de camino al hospital de Tokio. Ni siquiera había hospital al que ir. Ahora iba vestido con un traje negro, rodeado de personas, celebrando un funeral. Un tipo se le acercó, ni siquiera se acordaba de su rostro.

—Mi más sentido pésame por su pérdida —le dijo, inclinando la cabeza en señal de respeto.

La situación se repitió hasta siete veces con personas diferentes, conocidos de la familia pero que ignoraba totalmente su existencia. Tenía la cabeza en mil cosas y en ninguna a la vez. Hasta que escuchó el llanto agudo que inundó toda la habitación e hizo que todos enmudecieran varios segundos.

Esto pareció despertar a Sukuna de su largo sueño, que apartó a todo el que se interpuso en su camino hasta dar con los dos hermanos que rezaban frente a las fotos de los fallecidos.

—Yuji, por favor, calma —dijo un muchacho alto, de cabellos oscuros, que estaba agachado abrazando a un niño.

—Papá, mamá... —sollozó el crío, sorbiendo los mocos.

—Señor, son sus sobrinos —murmuró una voz femenina a su lado.

Por el cabello rubio platino supo que era Uraume, su secretaria, pero tampoco se había dado cuenta de su presencia antes. Probablemente ella había organizado el funeral y él simplemente estuvo ignorando todo aquello.

—Servicios sociales le contactó para que se hiciera cargo de ellos, aún son menores de edad y usted es su único familiar cercano. Eso o los mandarán a un orfanato —informó, guardando el mismo tono de voz—. ¿Qué les digo?

Sukuna no escuchaba, mantenía sus ojos fijos en esos dos críos, uno ya adolescente pero el otro, más pequeño, probablemente aún se hiciera pis en la cama. No tenía ni idea de niños, él nunca se había interesado en ese tipo de cosas a diferencia de Jin, su hermano gemelo.

Él se casó después de acabar la universidad y era feliz con su familia, pero Sukuna era tan diferente, la felicidad parecía darle alergia. Jamás sentó la cabeza, dedicaba su vida y esfuerzos en seguir con su empresa y era lo único que le importaba.

Hasta que ese par de ojos marrones abandonaron un segundo el llanto y se fijaron en él, es como si su corazón se hubiera detenido por un momento. El mismo cabello que Jin, la misma mirada.

—¿Qué les digo? —repitió Uraume a su lado, invadiendo sus pensamientos. Ni él mismo supo que responder.

Sukuna se movió automáticamente hacia los dos hermanos, ignorando por completo a su secretaria, la cual estaba demasiado acostumbrada a esa actitud por parte de su jefe.

—Hola, soy Choso, él Yuji —saludó el mayor cuando notó a Sukuna cerca de ellos, le tendió la mano por educación y se la estrechó sin perderlo de vista—. ¿Eres nuestro tío?

Claro, sus sobrinos ni siquiera lo conocían. Jin le escribía habitualmente, invitándolo a alguna cena familiar, cumpleaños o navidades, pero Sukuna siempre ignoraba todo con la excusa del trabajo. Habían pasado los años y era un completo desconocido para lo que quedaba de su familia. ¿Qué debía responder? Sentía vergüenza.

—Sí.

—Supongo que ya es algo tarde para conocernos en una situación más normal... —murmuró el chico, pasando una mano por el hombro de su hermano pequeño, que por suerte ya había parado de llorar—. Encantado. Nosotros nos vamos ya...

Ambos hermanos agacharon la cabeza y se marcharon de la capilla hasta la salida, donde les esperaba la policía y el personal de servicios sociales para llevarlos de vuelta a su casa de acogida.

—¿Está bien? —preguntó Uraume, acercándose a su jefe, que se mantenía estático en medio de la gente.

—Llámales y prepara todo —se limitó a responder Sukuna con voz demandante antes de marcharse de allí. Necesitaba tomar un poco de aire fresco, el nudo de la corbata le estaba asfixiando.

—Como desee.

Ya era tarde para redimirse, pero adoptaría a esos críos y los cuidaría tal y como Jin hubiera deseado. Era su manera de disculparse con él póstumamente.

—Lo siento —dijo Sukuna en alto, antes de girar la llave del coche y largarse del aparcamiento de la funeraria. Ninguna lágrima silenciosa salió de sus ojos.

Las desgracias siempre habían rodeado a su familia.

。・ 。 FIN 。・ 。

Notas: ¡Hasta aquí la historia! Lo sé, el epílogo es un poco confuso, ¿qué ha ocurrido con el Yuji y Sukuna de la época Heian?

Las respuestas se encuentran en mi perfil, porque ya tenéis subido el primer capítulo de mi siguiente historia, la segunda parte de «Run, little boy», que se llama «Solo los amantes sobreviven (SukuIta)». ¡Gracias por leer! :)

Run, little boy (SukuIta)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora