Capítulo 2: Un fatídico error

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MATEO

El sol golpeaba mi rostro y ya me podía imaginar las bellas ojeras profundas que deben estar debajo de mis ojos a causa de dormir tarde y por desvelarme. Toda la noche intentando terminar la canción que fue un completo desastre que provocó que el cuarto se llenará de hojas con tachones, frases sin sentido y sin ningún avance en la letra. La alarma se escucha por todo el cuarto causando que abra los ojos y el dolor de cabeza se active, me levanto de la cama con el cabello hecho un desastre y ni quiero pensar cómo debe estar mi cara, me estiro y agarro el celular terminado con el odioso sonido y con pasos flojos y evidente sueño arrastro mi pobre cuerpo hacia al baño mirando mi reflejo en el espejo y del susto poso las manos en mi cara ¡Dios mío! Las desveladas no terminan bien.
Me baño como puedo y salgo un poco más despierto, suena el celular y en el notificador se muestra el nombre de Emily. Contesto.

—Em todavía es tempra… —me quedo corto por el grito de Emily.

—¡Temprano! ¿Cómo qué temprano?, ya son las 8 de la mañana Mateo —alejo el celular del oído y efectivamente eran las 8 de la mañana y las clases inician a las 9.

—¡Mierda la alarma se atrasó!

—Mateo es raro viniendo de ti con lo puntual que eres.

—Mejor te dejo, voy hacer lo posible con volar —Emily se ríe por el celular.

—Si lo logras me pasas el dato después.

—Em nos vemos luego. —Cuelgo y con la velocidad de un rayo me cambio con el uniforme, guardo los libros en la mochila junto con mi cuaderno. Bajo a la cocina y mamá no está por ningún lado.

¿A dónde se fue? Y ¿Por qué no me despertó?

Con rapidez tomo una manzana, cierro la puerta de la casa y corro para intentar no llegar tan tarde. El colegio donde estudio es una de las instituciones muy exigentes, no por nada siempre a los padres se les dificulta pagar cuando sus hijos rompen las reglas.

Con la respiración errática, sudando en lugares donde no sabía que sudaba y tomando nota mental de hacer actividad física más seguido miro el reloj y solo faltaban cinco minutos, me acomodo la camisa y trato de limpiar el sudor para no parecer como si me hubieran echado tres litros de agua encima.

No es por nada pero los colegios de clases altas siempre juzgan a los demás por cómo se ven o lucen y ya me da igual de lo que hablen, si alguien cree que ser un adolecente con un monto de personas vacías es fácil, pues no sabes absolutamente nada, doblo por el pasillo y entro al salón cerrando la puerta con un suspiro calmado, ya que veo que la profesora no ha llegado y como siempre todos se encuentran en su grupito charlando, me muevo entre los grupos y veo a Emily tratando de abrir una bolsa de papas y Landon leyendo un libro.

Landon despeja la vista del libro y me nota.

—Te ves como el culo —dijo para volver a leer.

—Ya lo sé y nadie pidió tu comentario —refunfuñando tiro la mochila en la silla y me siento con los brazos cruzados.

Emily sin todavía reparar en mi presencia tira la bolsa de papas enojada en el pupitre.

—¡Maldita sea esa bolsa debieron haberlo hecho con hierro! —me giro y agarro la bolsa abriéndola fácilmente.

—¡Tus dedos son de hierro! —Emily con una sonrisa toma la bolsa y agarra una papa entre sus dedos.

—Eres mi salvador —ruedo los ojos.

—Por cierto, ¿qué te paso en la cara? Parece que te atropelló una bicicleta en movimiento —preguntó con curiosidad Emily.

—Ayer me quedé tarde escribiendo y no medí el tiempo —respondo con desinterés sacando los cuadernos del bolso.

Y para nada ya que no pude terminar la melodía y la letra que tengo en la cabeza hace una semana y soy demasiado exigente al momento de sentarse a terminar algo y que no salga como lo planeado, no es de mi agrado.

—No te estreses, deja que todo fluya y verás que la letra la tendrás lista cuando menos lo pienses —aconseja Emily formando la bolsa de frituras en una envoltura.

—Y cualquier cosa tienes nuestra ayuda —comentó Landon sin mirarnos.

Puedo agradecer muchas cosas, pero una de las que más aprecio es la amistad de estos dos seres humanos y eso no es algo que diga o admita a cada rato.

—Voy a tratar —la profesora anuncia su llegada y la conversación se terminó.

Las primeras horas pasan volando hasta que el timbre suena y la siguiente clase comienza.

—No quiero dar deporte —se queja Emily con un bostezo.

—Em nadie quiere hacerlo —Landon guarda sus cosas y se cuelga la mochila en el hombro.

Landon es alto para su edad y demasiado guapo que siempre se sorprenden cuando lo ven. No todos los días ves a un chico bronceado, hombros anchos y con mirada atrayente caminar por los pasillos.

—Los veo en la cancha —Landon se despide saliendo del salón rumbo al gimnasio.

Los dos nos quedamos viendo por donde salió. 

—No crees que le pasa algo.

—Landon siempre es así, no le tomes importancia.

—¿Será una chica?

Emily se considera una chica demasiado activa y cuando se trata de sus amigos está un paso adelante.

—Em ya estás alucinando —me levanto tomando mis cosas.

—¡Claro que no! Algo le pasa a Landon y yo lo descubriré o como que me dejo de llamar “informante” —usa un tono determinado, toma sus cosas rápidamente y sale corriendo detrás de Landon.

Me quedo ahí parado sin decir nada y salgo del salón tarareando una canción, la escuela no es tan grande ni tan pequeña para contar con muchos estudiantes es adecuada, pero sobre todo por ser moderna. Antes de ir para el gimnasio me cruzo con la sala de música; un apoyo muy importante es el arte y lo que significa en sus distintas ramas, el instrumento que considero muy especial y uno de los primeros que aprendí a tocar fue el piano, adoro como cada tecla suelta una melodía fascinante y etérea que son únicas. Para mí el piano es calidez y hogar.

Llego al salón, me asomo observando las ventanas y la oscuridad rodea el lugar, se encuentra vacío y lo primero que capta mi atención es el bello piano negro ubicado en centro de toda la habitación y sin pensarlo dos veces con una de mis sonrisas sinceras que resaltan mis dos hoyuelos me acerco al piano y me siento en el banquillo, con timidez coloco mis dedos en las tecla y la nota “Do” es lo primero que se escucha, sonrío jugando con las notas y el corazón me late fuertemente en el pecho; si solo tuviera la valentía de tocar frente a las personas. ¿Por qué tengo tanto miedo de hacerlo? La música es una esencia importante en mi vida y lo único que hago es huir y permitir que mis miedos me ganen, pero cada vez que lo quiero intentar me retracto y hago como si nada hubiera pasado.

Saco la libreta y la coloco en el atril moviendo las páginas y buscando la última composición, trueno mis dedos y relajo los hombros. Los dedos se mueven con agilidad y destreza, cierro los ojos y me dejo llevar.

—¿Can you see me? —esta canción es un abrazo al corazón, aunque todavía no esté completa.

Lo que daría por mostrar mi gran talento y dejar de ocultarme para ser yo mismo. No ser mi propio obstáculo

Holding back our dreams —en cualquier momento podía llorar por la letra que nació en lo más recóndito de mi ser y que sabía que lo sentía en todo momento.

I'm so tired

Of being invisible

But I feel it, yeah

Like a fire below the surface

Trying to set me free

Burnin' inside of me

Cause were standing on the edge now

It's a long way down

But I say

La letra llega a su final y con una sonrisa y las manos temblando las alejo del piano, abro los ojos y escucho unos aplausos en la puerta por favor que sea un fantasma y no una persona giro lentamente viendo hacia la puerta.

Todavía prefiero el fantasma.
Me levanto rápido alejándome del piano, ¡no puede ser! Mi suerte no es tanta como pensé ¡maldigo mis ganas de tocar piano! Como el salón está algo oscuro no puedo ver con claridad a la persona que acaba de hacer que se active el sistema de alerta que traigo conmigo.

—¡Wow, eso fue asombroso! —el desconocido dice con sinceridad en su voz.

—¿Es tuya la canción? —sus pasos suenan y hacen eco acercándose, lo primero que hago es tomar las cosas y moverme hacia el otro lado despacio. 

A la cuenta de tres huyo como nunca. 

Prefiero morir antes que comience a interrogar. Apretando el bolso cuento 1... 2... y ¡3! Corro como nunca dejando al chico metiche atrás, él me sigue, pero mis pies son rápidos.
Un beneficio de huir cuando Landon me obliga a hacer deporte.

No conté con el hecho de que tengo dos pies izquierdos y que puedo ver la caída aproximándose.

Adiós mundo cruel.

Antes de quejarme el chico me agarra del brazo y evita la caída mortal del mundo provocando que me gire bruscamente.

—Corres muy rápido —el desconocido sigue sujetando mi brazo y sólo quiero que la tierra me trague en este momento.

Dan ganas de decir: ¡Ey chico!, lárgate por favor. En ningún momento alzo la mirada, solo veo sus zapatos blancos.

—Mi cara no está abajo —se ríe bajo el desconocido.

Ya lo sé idiota, solo no quiero mirarte.

Sin más remedio alzo la cabeza ¡oh por la diosa Taylor! ¿Qué carajos hace aquí el chico de la guitarra? El mundo conspira contra mí y para echar más leña al fuego veo que tiene el uniforme de la escuela.
¿Qué karma estaré pagando?
Me observa detenidamente con su media sonrisa y esos ojos verdes. ¿Es un mal momento para salir corriendo? Lo primero que escucho de su boca me deja con la boca abierta y muy sorprendido.

—Tienes unos ojos bonitos —parpadeo confundido y él se queda callado.

No entendí.

—Me puedes soltar —pronuncio en tono serio. El rubio nota que me sostiene todavía y con una risa nerviosa suelta mi brazo. 

—Lo siento, no quería incomodarte —el rubio se rasca el cuello incómodo.  

Todavía no podía creer que tenía al de la plaza enfrente y de todas las personas justamente tenía que escucharlo. Exhalo repetidas veces tratando de no pasar a la opción dos. 

—¿Por qué me seguiste?
El chico se acerca de nuevo con sus ojos brillando.

—Por tu canción y el talento que tienes.

Debería decir que por chismoso.

—No debes de meterte donde no te llaman —inquiero a la defensiva como siempre, pero el chico ni se inmuta.

—Escuchar es libre y yo te escuché cantar.

—No tenías que estar espiando como un chismoso.

—Chismoso o no, me gustó ¿tu escribiste la canción? —en mi cabeza ya buscaba las mentiras más creíbles posibles.

—¿Algún problema si la escribí yo? —porque mejor no me tatúo en la frente “soy un idiota”.

La postura del rubio cambió y toma mis hombros con felicidad. Quise zafarme y dejar de verlo, pero la petición que me hace fue lo último que pensé que podía pasar.

—¿Puedes ser mi compositor? — ¿acababa de escuchar bien? o me tengo que lavar los oídos. 

—¿Tú qué?

—Mi compositor.

Sin importarme bajo la cabeza y me rio bajo para después soltar la verdadera risa. ¡Este chico está loco! ¿pedirme que fuera su compositor? Ahora sí que lo había vivido todo, no pudo contener la risa que el estómago comienza a doler, el rubio enarca una ceja.

—Ey ¿por qué te ríes? te dio un ataque o algo parecido.

Dejo de reír mirando al rubio.

—Es lo más gracioso que me han dicho. Es una locura lo que me pides.

—No es una locura si lo vuelves realidad, necesito un letrista y tú eres perfecto.

—No, no, ni en un millón de años —recalco dándole la espalda y tomando rumbo al gimnasio con el rubio insistiendo.

Aprieto las manos e ignoro al chico que fastidia.

—¡Oh vamos! Sólo necesito que trabajemos juntos durante unos meses.

Los dos llegamos al gimnasio y las personas nos ven discutiendo y hablan entre ellos señalando al chico detrás de mí, en verdad que no me importa, solo quiero que este chico se despegue. Voy a los camerinos y abro el mío con fuerza.

—Puedes dejar de seguirme, la respuesta es la misma. ¡NO! —saco el uniforme con el ceño fruncido.

—Por favorrrr —sigue insistiendo el chico con ojos de cachorro.

—Si no entiendes un ¡NO! no es mi problema —digo poniéndome los zapatos. El rubio con un puchero se recuesta en los casilleros.

—¿Qué tengo que hacer para convencerte? —pregunta el rubio inseguro.

—Sencillo —hago una pausa y termino de atarme los cordones, me pongo de pie y encaro al rubio.

—Nada, porque no lo voy hacer y deja de perseguirme. —Dejándolo sin habla salgo de los camerinos con enojo palpable.

De la escala de insoportable sería de un 10 sin duda.



La situación es esta: pedirle a alguien que no conoces ser su letrista. Para mi significa que le falta la ferretería al decir semejante cosa. 

La clase se había terminado y nos encontrábamos en la cafetería "pintoresca"; las paredes eran de color gris y las mesas blancas rodeaban todo el espacio. Y desde que se acabó la clase sigo quejándome, hasta pensar que es un mal sueño y que nunca paso.

—¿Ustedes pueden creerlo?, ¡es una locura! —me quejo por onceava vez desde que conté lo sucedido.

Y eso que ellos lo presenciaron todo.
Emily me mira sin decir nada y junta sus manos en la mesa.

—Todos apreciamos todo el show y cuando lo vi no pensé que fuera el chico lindo de la plaza. ¿En verdad te pidió eso?

—Em sí me siguió fue por algo —de modo exagerado acuesto la cabeza en la mesa.

—¿Y si aceptas? —suelta sin más Landon.

—¡Nunca!, prefiero morirme antes que hacerlo —afirmo exaltado.
Landon pone un gesto pensativo.

—Podría ser una buena oportunidad para que el mundo te escuche.

—¡Eso! Gracias querido Landon —celebra Emily golpeando la mesa con su puño captando nuestra atención.

—El chico tiene talento y te puede favorecer, sería como un acuerdo entre ustedes —sugiere y como siempre tiene razón.

—Em no me siento listo. —Digo. 
Emily pone un gesto comprensivo y atrapa mis manos entre las de ellas con cariño.

—No te vamos a presionar, pero tienes que hacerlo, es tu momento de brillar Mateo. —Expresa poniendo sus manos como paloma volando.
¡Acaso todos se pusieron del lado del chismoso! No confío en la gente y menos con un rubio que no me agrada, es mejor prevenir que lamentar. Con el orgullo alto me levanto de la mesa y miro de forma acusadora a las dos personas.

—¡No lo haré! y punto final —giro sobre mis pies y salgo de la cafetería echando humo por los oídos.



La floristería es mi segundo lugar favorito, claro está, que no es por el trabajo es por el sótano, ya que mi madre lo remodelo y lo adecuo para que pudiera escribir abajo y también un lugar para el piano de papá. Si hablamos de la tienda es un lugar aparte, es extravagante y tan su estilo, algo destacable es olor y no solo lo digo yo, también los clientes que vienen.

Hace como una hora que estoy mordiendo un lapicero y quedándome sin pelo en el mostrador por dos cosas: uno, la canción que no logro terminar y dos: un chico rubio que se cruza en mis pensamientos sin mi permiso. Todo sería más fácil si pudiera concentrarme.

—Te vas a quedar sin hojas cariño —dice mamá con burla.

—Ma ¿a veces no quieres…no sé —juego con el lapicero en el escritorio —ser invisible? — ella lo piensa un momento.

—A veces, cuando las cuentas llegan.

—Por lo al menos si quieres —digo sin humor, ella se acerca y aleja un mecho de mi rostro.

—¿Te pasó algo? —pregunta con evidente interés.

—No, solo que no puedo terminar esto —señalo el cuaderno con miles de rayones.

—Las palabras son difíciles de fluir y más cuando estás estresado —posa su dedo en mi frente relajando el ceño fruncido.

—Es lo mismo que me dijo Em esta mañana.

—Quien diría que Em por fin aprendió algo de mí —río de su comentario.

—Parece que si aprendió algo ma.

—Tantos años escuchando debió de captar algo —ella se despide con un beso en mi frente.

—Te toca cerrar hoy —recuerda.

—No te preocupes, no les pasara nada a tus hijas —ella niega con la cabeza y sale de la tienda.

La mejor manera de relajarse es en el invernadero y no es por nada, pero el olor de las flores es tranquilo.







  

Notas del CorazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora