8. DÍAS PARA EL RECUERDO

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Cuando mi espalda chocó contra él, se me erizó todo el vello del cuerpo sin apenas verlo. Sentí su olor antes de darme la vuelta. Ese perfume era inconfundible y la sensación de tenerlo cerca me había acompañado durante casi un año, así que sentía su presencia. Mi corazón dio un vuelco cuando me giré y lo vi; me quedé paralizada y con ganas de echarme a sus brazos, pero no lo hice. Contuve el aliento todo lo que pude, porque mi boca quería escupir tantas cosas... tanto odio y tanta rabia contenida que era mejor si respiraba, contaba hasta diez y hablaba con calma. No le dije casi nada, aunque tenía tantas cosas que decirle que me hubieran faltado horas, pero en vez de seguir hablando, me di la vuelta y me marché al otro lado de la barra, lejos de él, lejos de su influencia, lejos del calor que desprendía y lejos de esos ojos y esa sonrisa que me perdían. En cuanto abría la boca su aliento traspasaba mis sentidos y me sentía drogada y tan atraída hacía él que era inevitable no sentir esas burbujas en el estómago. No pensaba verlo, creí que no vendría y en aquel momento me acojoné como nunca lo había hecho. Nuestro encuentro en aquella discoteca fue arrebatador y muy salvaje, pero no era lo que yo quería y como lo hizo él aquel día, me fui como una cobarde. Intentaba no mirarlo, pero cuando lo hacia él me observaba con detenimiento, curvando sus labios y llevándose el vaso de tubo a la boca con alguna bebida que seguro lo iba a hacerse sentir mejor. Fabiola me vio sola y se acercó.

— Selene ¿qué tal ha ido? He visto que estabais hablando. - dijo mirando en la dirección de su hijo.

— No lo sé, ha sido raro y yo, he estado muy fría. Fabiola, siento toda esta situación, debe de ser incómoda para ti. - dije cogiendo sus manos.

— Selene, os amáis y eso es lo que cuenta. Para mí no es una situación incómoda, yo solo me preocupo por vosotros, no quiero que os separéis. Para mí siempre serás como una hija, aunque no estéis juntos. - me abrazó con fuerza y yo también a ella.

— No podemos estar juntos, ya lo sabes. - vi la tristeza en sus ojos.

— Yo creo que, si hacéis el esfuerzo, podría funcionar. - Se apartó y me acarició la mano con el pulgar mientras sus ojos brillaban con un atisbo de emoción.

Ella, tenía la firme convicción de que íbamos a estar siempre juntos, siempre había creído en nuestra relación y eso a mí no me gustaba porque no quería que sufriera.

— No creo que funcione. Él está de mierda hasta el cuello y hasta que no se aleje de todo eso no podemos seguir. Lo siento. Me voy a marchar, necesito respirar un poco de aire y ahora mismo aquí dentro me asfixio. La inauguración ha sido un éxito, enhorabuena.

— Está bien, cielo. Lo entiendo, mañana nos vemos.

Me dio un beso y me fui, salí a la calle, porque dar esas explicaciones no tenía sentido y verlo tan cerca sin poder casi ni mirarlo era muy complicado.

Llegué hasta aquella estatua que parecía contemplarlo todo, esa estatua que había visto tantas personas pasar por allí y había oído tantas conversaciones que ya quedaban en el olvido. El olor a chocolate caliente me envolvió y vi que había una pastelería a mi lado. Entré y aunque todavía hacía calor, la brisa acompañaba, y un buen tazón de chocolate me reconfortaría. Me senté en una de aquellas mesas y le pedí a la camarera un trozo de bizcocho de canela y limón para acompañar al chocolate. Me quedé contemplando a través del cristal a toda aquella gente: había parejas de ancianos paseando por la plaza, enamorados que se comían a besos y cuadrillas de amigos que se reían sin parar. Me acordé de Edurne y Nina y de cómo las echaba de menos. Pronto estaría de regreso en Asturias y podríamos salir a pasarlo bien. Me acordé de cuando me llevaron a la mansión de Tina y me quedé paralizada en aquella pasarela, de cuando Samuel se hizo pasar por Aquiles y de todo lo que vivimos. Las risas de después, nuestro viaje a Tenerife y todas las sensaciones de tener a Samuel otra vez dentro de mí. Me bebí el chocolate sin prisa, saboreando toda su esencia y acompañándolo de aquel bizcocho que estaba de muerte. Ya hacía mucho tiempo que no comía algo tan bueno y, aunque intentara cuidarme, a veces era imposible resistirse a la tentación.

EL EMBRUJO DE SELENE II : HECHIZADOS POR UN SOLO CORAZÓN.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora