Cuando la vi entrar apenas pude distinguirla. El dolor no me dejaba ver más allá de lo que mi cuerpo podía soportar y mis ojos, a causa de la hinchazón, tampoco me permitían divisarla con normalidad, pero cuando la tuve cerca, supe que era ella. Mi mundo se vino abajo y Adam, no podía hacerlo más fácil: más fácil para que mi alma se rompiera, más fácil para que mi corazón dejara de latir en el instante en que la vi y más fácil para que mi sufrimiento fuera aún mayor. Era el hijo de puta más grande de la historia y la tenía a ella y con eso, me mataba a mí. Él, lo sabía muy bien, e iba a hacerle daño, porque él era así y si no cometía delitos u homicidios no estaba contento. Su voz hizo que se me escapara una lágrima, una de esas de emoción por saber que estaba bien: no estaba herida, al menos, no físicamente. No como Atenea, que parecía un cuadro. Pero sabía que estaba rota por dentro: de dolor y de resentimiento y quizás, no íbamos a salir vivos de allí y si salíamos tal vez, ya no querría saber nada de mí. Llevaba una coleta medio desecha con unos mechones sueltos aquí y allá, iba descalza y el vestido negro estaba manchado de polvo, pero, aun así, estaba preciosa. No podía levantarme y no quería que le hicieran ningún daño. Yo no podía defenderla porque me costaba hasta respirar y apenas podía gritar para pedir auxilio, aunque de nada hubiera servido si allí nadie podía oírme. La cogieron entre los dos y la subieron hasta aquel altar, la recostaron en la piedra y le hicieron beber de un cuenco de barro que contenía un líquido: algún tipo de droga que hizo que Selene ya no estuviera conmigo. No podía sentir esa conexión que teníamos, no la escuchaba gritar ni pronunciar una palabra. Solo se oía a aquel tipo rezar una oración satánica mientras le pasaba de arriba abajo una daga, haciendo cruces, y con un pincel, con un líquido viscoso que parecía sangre, le embadurnaba todo el cuerpo. Le habían quitado el vestido y la habían dejado en ropa interior. La había tocado por todos los lados del cuerpo sin que yo pudiera hacer nada. No podía mirar: aquella escena me estaba matando. Podrían haberme cogido a mí, pero no, la cogieron a ella y eso iba a acabar con mi vida más pronto de lo que esperaba.
— Ahora, Samuel, vas a ver como tu chica pasa al otro mundo sin sufrir. Está en una especie de trance: feliz y soñando, seguramente conmigo. Seguro que le estoy dando mucho placer, ¿verdad preciosa? - dijo mientras acercaba su boca a la de ella y le daba un beso en los labios.
— No te atrevas a hacerle nada malnacido - intenté levantarme, pero era imposible, por más que quisiera estaba atado y muy mal herido y era inútil. No podía casi hablar y al hacerlo tosía y me salía sangre por la boca.
— Te dije que me las pagarías y te dije que sería con ella. No tenías por qué ir de chivato, ¿ves como no eres tan listo? Y al final, la pobre Selene ha pagado tus platos rotos. Pero también quiero que sepas que el tipo ese, tu amiguito el policía, está bajo tierra y no podrá hablar, así que tranquilízate y disfruta del espectáculo.
Era verdad, había sido un chivato. Tenía algún contacto en la policía, pero no era amigo mío. Cuando Atenea y yo decidimos volar hasta Asturias, primero puse en orden mi vida y decidí ir a confesar todo lo que Adam estaba haciendo y donde se escondía. Se hacía pasar por un tal Marcus Serra y se había teñido el pelo de castaño a un negro azabache, se había dejado barba y estaba totalmente cambiado. Pero estaba claro que la visita de la policía no lo pilló desprevenido y con esa confesión me daba por vencido. No podía con todo aquello, iba a ver morir a Selene y después, me iría con ella, los dos juntos, a encontrar la paz que nos merecíamos, pero al menos, estaríamos juntos en el otro mundo.
El tipo siguió repitiendo aquellas palabras, pero creo que no conseguía hacer bien el hechizo.
— Esto no funciona, hay algún tipo de magia que no me deja avanzar y no puedo hacer el hechizo para invocarlo. - masculló el tipo de la túnica.
— No me vengas con idioteces, hazlo de una maldita vez. - le pidió Adam.
Y el tipo siguió intentándolo, pero aquello no tenía ningún efecto en Selene. En aquel momento supuse que al ser bruja tendría algún efecto, pero no fue por eso. Fue porque sus hermanas habían hecho algún hechizo de barrera para protegerla y no podían hacer nada.
— Esto no funciona así y mi magia no es tan poderosa como la que está haciendo fuerza, no puedo.
— ¡No me jodas y hazlo, que para algo te pago! - Adam cada vez estaba más nervioso.
— No ves que no puedo elevarla, y si no se eleva unos centímetros no podré hacerlo.
— ¡Pues clávale la daga en el corazón o lo hago yo! - gritó Adam cada vez más cabreado.
— ¡No! - grité como pude.
— Cállate maldito imbécil o te mato antes que a ella - gritó lanzándome una vela que no llegó a tocarme.
— El portal no se ha abierto y así no podemos hacer el sacrificio, esto no funciona así, además, la chica ha ingerido demasiada droga y no sé si aguantará. Seguramente será por eso que no se abre el portal.
— Déjame a mí, imbécil. - gritó Adam mientras sacaba un arma y le disparaba al tipo sin remordimiento. Aquel cayó desplomado en el suelo y Adam levantó la daga.
Pero cuando estaba a punto de clavarle aquel puñal, mi desesperación hizo que arrancara la cuerda de las manos y me hiciera mucha sangre por las heridas. Mientras intentaba levantarme, cosa que no conseguí, se abrió la puerta.
— ¡Selene! - gritaron las que me parecieron que eran Sabrina y Nina acompañadas por un tipo, el mismo tipo que estaba con Selene la noche que la vi en la puerta de aquel cine en Ámsterdam. Y detrás Azael también las acompañaba.
— ¡Suéltala! - gritó Sabrina.
— ¡No! - respondió Adam intentando clavarle el puñal, pero el tal Ares se le echó encima y forcejeo con él todo lo que pudo.
De pronto se oyó un disparo y Adam salió corriendo disparando a diestro y siniestro: por suerte no nos dio a ninguno, al menos a ninguno de los que estaban conmigo. Pero Ares estaba muy mal herido y la sangre que emanaba por debajo de aquella mesa, hizo un charco que no era para nada buena señal. Nina corrió a ayudarlo mientras Azael soltaba a Selene, la cargaba en brazos y la recostaba en un asiento de madera. Yo intenté como pude levantarme e ir a su lado, pero la fuerza se me fue de las manos y caí tendido en el suelo sin poder abrir los ojos. Mi respiración iba cada vez disminuyendo y casi no podía notar los latidos de mi corazón: solo oí algunas sirenas y después, el silencio me envolvió llevándome a un lugar donde solo estábamos ella y yo. Un jardín repleto de flores. Los dos vestíamos de blanco y bailábamos bajo la luna llena, sonrientes y felices: ese fue mi último recuerdo, después... solo hubo vacío.
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EL EMBRUJO DE SELENE II : HECHIZADOS POR UN SOLO CORAZÓN.
RomansHay historias que no siempre terminan bien y si lo hacen, después ¿qué sigue? Dicen que las segundas partes nunca fueron buenas, pero cada historia tiene su intriga y Samuel y Selene han sido un claro ejemplo de que en una relación las cosas no son...