11. SAMUEL

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No estaba en mis planes haberla visto, ni haber escuchado su voz, ni haber visto su sonrisa; ni siquiera haber probado cada centímetro de su cuerpo mientras hacíamos el amor. No entraba en mis planes volver a destrozar mi vida, porque teniéndola lejos, al menos, no podía sentir nada más que un leve dolor en el pecho, pero en aquel momento en el que me despedí de ella, volví a caer en la puñetera miseria. Dolía ¡Joder si dolía! Dolía demasiado y ese dolor ya no desaparecería hasta que volviera a tenerla cerca de mí. Al despedirme de ella en el aeropuerto sus ojos me intentaron decir algo; ese brillo era diferente a lo que había visto hasta el momento y su cuerpo estaba rígido, aunque cálido. Su mano temblaba un poco y sus labios al decirme adiós también. No pude nada más que sentarme otra vez en el banco de la terminal y ver como se marchaba, como se alejaba otra vez de mí. Esa misma tarde me despedí de mi madre y excusé a Selene diciéndole que le había surgido un imprevisto y se había marchado a toda prisa. Mi madre, lloraba a mares y después de ver cómo le dolía volver a dejar que me fuera, desaparecí también largándome otra vez hacía Nueva York, hacía un destino que no sabía cómo lo iba a afrontar. Solo sabía que mi vida estaba junto a ella y que nada ni nadie me lo iba a impedir. Cuando llegué a mi apartamento me di una ducha y me puse cómodo. No había señales de Adam ni de Atenea, así que decidí descansar un rato. Me acomodé en el sofá; me dolía demasiado la cabeza, y mirando la foto que Selene me había regalado, me dormí. Soñé con ella, la vi mordiéndose el labio inferior, vi como sonreía, vi como su vestido caía al suelo mientras ella lo deslizaba con cuidado y vi cómo se acercaba a una figura masculina: era Adam y la estaba besando bruscamente mientras ella moría de placer. Nunca había soñado nada parecido, pero el subconsciente me estaba avisando de algo que no iba a ser nada bueno. Me desperté sobresaltado al oír el timbre de la entrada y di gracias porque aquello hubiera sido un maldito sueño. No podía imaginarme a Selene en brazos de ese malnacido y no sé porque cojones tenía que haber soñado tal cosa. Me había acabado de amargar y junto con el dolor de cabeza llevaba un cabreo de mil demonios.

Abrí la puerta y me encontré a Atenea sofocada, muy sofocada.

— Menos mal que ya estás aquí. - Entró a toda prisa, apoyó las manos en mi pecho y me apartó bruscamente. Se quedó observándome, yo iba sin camiseta y por un momento no dijo nada, aunque su mirada no desaparecía de mi torso desnudo. Pero enseguida se recompuso y se sentó en el sofá. Inmediatamente me puse una camiseta y volví junto a ella.

— ¿Qué ocurre? Estaba intentando descansar, el viaje me ha dejado exhausto. - Le hablé muy mal, pero es que estaba de muy mal humor.

— Adam, se ha largado.

— ¡Y a mí que cojones me importa! Seguramente tendrá negocios sucios que atender. - le grité exasperado, pero luego respiré profundo y suavicé mi tono de voz, al fin y al cabo, ella, era otra marioneta igual que yo. - Mira, Atenea, es qué no me interesa donde ha ido el imbécil de Adam, así que déjame en paz. Necesito descansar y pensar mucho.

— Sam.

— Samuel, si no te importa. - no me gustaba como se oía ese diminutivo en su voz.

— Se ha enterado que has estado revolcándote con tu chica, así que creo, que sí que te importa donde ha ido. Y, aunque no te importe, háblame bien que yo no te estoy atacando.

Por un momento se me paró el corazón, porque eso solo significaba dos cosas: una, que se había largado como yo pensaba a atender sus negocios, o dos: había ido a hacerle daño a Selene.

— ¿No te das cuenta de qué le hará daño? Te lo advirtió y aun así la has puesto en peligro.

— No creo que haya ido a hacerle daño a Selene.

— ¿Acaso no lo crees capaz?

Y la verdad era que sí que lo creía muy capaz de hacerle daño. Lo veía capaz de cualquier cosa con tal de verme sufrir. Necesitaba pensar con claridad, pero joder, mi mente me llevaba a sus manos poniéndolas encima de mi chica y eso me atormentaba de cojones.

EL EMBRUJO DE SELENE II : HECHIZADOS POR UN SOLO CORAZÓN.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora