21. DUDAS QUE NO DESAPARECEN

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El cuerpo de Samuel ocupaba casi toda la cama. Cuando me desperté estaba dormido boca abajo, y contemplar su espalda desnuda a esa hora de la mañana, era algo maravilloso. No quise despertarlo porque seguramente no había podido dormir en toda la noche. Mi sueño lo perturbo de tal manera que hubo un momento que se quedó en shock. Ya hacía muchos meses que no soñaba, y el primer sueño que tuve desde hacía tanto, fue aquella noche y fue maravilloso. Samuel, pensó que otra vez estaba ocurriendo, pero no fue así y al final, lo tranquilice y me hizo sentir la mujer amada que hacía tanto no me sentía. Había soñado con nosotros y con nuestro bebé: un bebé hermoso y que estaba en los brazos de su padre tan feliz como yo de verlos. Si la vida se viviese en momentos, quizás ese sueño, aunque no fue real, para mi hubiera sido mi preferido, porque la sonrisa de Sam lo decía todo. No hacían falta palabras ni susurros en el viento: aquella sonrisa lo decía todo. Sabía que esa ilusión se haría realidad y que algún día seriamos muy afortunados.

Salí de la habitación despacio, sin hacer ruido para no despertarlo. Me sentía tan feliz que en cualquier momento iba a explotar. Decidí preparar un buen desayuno: unas tostadas con jamón y tomate, tortilla francesa, tomate fresco y café. No podía creer que Sam estuviera allí conmigo. El día anterior antes de la boda ni siquiera pensaba en ello, ya que creí que no sería posible, pero me sorprendió y cuando mi padre me soltó no sabía que estaba ocurriendo, pero cuando su mano agarró mi cintura y me encontré con sus ojos casi me desmayo. Su chaqueta estaba acomodada en el respaldo de una silla y me quedé absorta en ella: esa chaqueta que él con tanto mimo me puso sobre los hombros la noche anterior. ¿Cómo podía ser que fuera tan así? Tan ¿mono? Yo misma sonreía como una tonta cuando lo vi aparecer por la puerta de la cocina. Su pelo estaba algo alborotado: iba en bóxer y su cuerpo era perfecto. Me quedé embobada mientras se acercaba a mí: había adelgazado, pero igualmente tenía un cuerpo espectacular. Las curvas de los oblicuos se le marcaban bastante y los pectorales eran una obra de arte. Cada línea, cada fragmento que componía su cuerpo era de admirar. Se acercó hasta mí y me abrazó fuerte por la cintura.

— Buenos días - dijo mientras me daba otro beso.

— Buenos días.

— ¿Qué tal te encuentras? - preguntó inquieto.

— Me siento feliz. Muy, muy feliz. - respondí sonrojándome un poco.

— Pues yo estoy más feliz y ¿sabes por qué? - negué con la cabeza - Porqué esta cosita de aquí - acarició mi barriga - y tú, estáis perfectamente, y eso, es lo que me importa.

— Sé que anoche te asustaste y quiero que sepas que no tienes nada que temer. Estamos bien, quiero que estés tranquilo y que los meses que me quedan no te estés preocupando a cada segundo ¿de acuerdo?

— No te prometo nada.

— Sam – le cogí la cara con las manos – prométemelo, por favor.

— Selene, no te puedo prometer que no me voy a preocupar por ti y por el bebé, eso sería injusto porque te estaría mintiendo, pero – me miró fijamente a los ojos - intentaré que no me lo notes ¿de acuerdo? Además de no ser un estorbo todo el tiempo.

— Cariño, sé que piensas que no estaré bien y que debería de descansar, comer y todo eso que hacen las embarazadas, pero mi embarazo no es de riesgo, así que voy a hacer vida normal como el doctor me ha mandado. No quiero que seas una niñera detrás de mi agobiándome y diciéndome que tengo que hacer reposo y bla, bla, bla.

— He - levantó las manos – yo no he dicho nada. Mi chica es una campeona y sabe perfectamente lo que hace – le acaricié el pelo – y estoy muy orgulloso de la mujer que es. Vas a ser una mamá estupenda y perfecta.

EL EMBRUJO DE SELENE II : HECHIZADOS POR UN SOLO CORAZÓN.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora