26. SAMUEL

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La inauguración fue maravillosamente bien hasta que Selene se puso de parto: gracias a dios ya habíamos terminado y gracias a dios pude llevarla sin complicaciones al hospital. Estaba muy, muy nervioso y es lo último que quería porque no deseaba transmitirle mis nervios a ella. Pero Selene parecía muy tranquila, tanto fue así que no quiso ir directa al hospital. Al final fuimos a casa, y tranquilamente se dio una ducha, se arregló y preparó todos los papeles mientras yo cogía todo lo necesario para pasar los días en el hospital y la maleta del bebe con todas sus cosas. Yo no estaba nada tranquilo, yo, al contrario que ella, me moría por dentro. Tenía miedo a que les sucediera algo, me daba pánico tener que ver como sufría mientras salía nuestro bebe y estaba aterrorizado de que algo saliera mal.

Con mucho cuidado la ayudé a bajar del coche mientras ella respiraba irregularmente y se paraba cada tres pasos porque le venían unas contracciones horribles. Entramos en el hospital y mientras una enfermera la ayudaba a sentarse en una silla de ruedas, yo corría hacía el mostrador a dar todos sus datos. De inmediato se la llevaron y la tuvieron dentro media hora. Media hora que yo no supe nada de ella y que para mí fue una eternidad.

— ¿Familiares de Selene Ferriol? - preguntaba una enfermera.

— Yo – me levanté de un salto y llegué casi sin aliento donde estaba la chica esperándome.

— Acompáñeme por aquí, por favor.

— ¿Está bien? ¿Cómo se encuentra? - pregunté un pelín alterado.

— No se preocupe que la señorita Selene se encuentra de maravilla. Además, ha sido compañera nuestra durante muchos años y está en buenas manos. Ahora mismo está en la sala de dilatación.

Yo asentí y no dije nada más. Me dejé llevar por la enfermera hasta una habitación donde se encontraba Selene. Estaba agotada, sudada y con los ojos cerrados. No quise despertarla, pero no estaba durmiendo porque enseguida ahogo un grito de dolor que me hizo sobresaltarme al instante.

— Selene, cariño, estoy aquí. - la cogí de la mano y le di un beso en la frente.

— Oh dios, Sam que dolor tengo, esto no lo aguantaré. - lloraba desconsolada por el dolor y yo me partía en dos al verla así.

— ¡Enfermera por favor hagan algo! Le grité a la chica que me acompañó y que estaba al fondo del pasillo.

Ella vino enseguida, cerró la puerta y nos dijo:

— El anestesista está subiendo, por favor no se ponga nervioso que la pone más nerviosa a ella.

— Lo siento, es mi primera vez y estoy atacado.

— Lo sé, todos pasan por ahí, pero si ella lo ve así de atacado, se pondrá más nerviosa y eso no es bueno ni para ella ni para él bebe.

— Está bien, intentaré calmarme, gracias.

La enfermera se fue y al rato regresó con el anestesista que le puso la epidural a Selene y en dos segundos el dolor desapareció. Parecía otra diferente sin ese dolor, y el color de sus mejillas ya estaba volviendo a la normalidad. Cuatro horas después nuestro bebé salía al mundo con decisión.

Nunca me había planteado ser padre, no porque no lo quisiera si no porque estaba centrado en otras cosas como mi trabajo, las fiestas, el alcohol, las drogas... y nunca se me había pasado por la cabeza, no con el desastre de padres que tuve, aunque mi padre no tuvo culpa, murió tan rápido que no me dio tiempo a disfrutar nada con él y con mi madre, bueno, ella fue otra historia que me duele demasiado recordar. Ahora soy feliz junto a mi madre y sé que lo tuvo que pasar realmente mal, pero mi infancia no fue fácil y quizás por eso jamás me lo planteé. La primera vez que Selene me dio la noticia de que estaba embarazada fue como si mi cerebro explotara. Fue una mezcla de emoción y desconcierto, aunque también de miedo, porque no sabía cómo íbamos a cuidar a ese bebé. No por Selene, porque sé que ella hubiera sido una buena madre con aquel bebé, pero yo tenía demasiados frentes abiertos y quizás fue mejor que aquel bebé no viniera al mundo. Habíamos pasado por tanto que no me imaginaba pasar por todo aquello con nuestro hijo. Selene lo había pasado realmente mal los últimos dos años y por fin éramos felices y la iba a consentir y a cuidar todo lo que estuviera en mis manos, porque se lo merecía. Merecía ser feliz y merecía tener una vida normal junto a mí y junto a nuestro bebé. 

EL EMBRUJO DE SELENE II : HECHIZADOS POR UN SOLO CORAZÓN.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora