17. SAMUEL

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Había sido como poco, alucinante y como mucho, sorprendente. Me sorprendió que Selene me viniera con aquella noticia tan maravillosa. No podía creer que de nuevo nuestro sueño después de pasar por tanto se volviera a hacer realidad; aunque si hubiera sido un poco sincero con ella le hubiera dicho que me aterraba la idea al pensar en lo que pasó la vez pasada, pero se la veía tan ilusionada que me contagió esa alegría y respiré hondo. Cerré los ojos y respiré unos segundos y cuando los volví a abrir allí estaba ella con la mano en su barriga acariciándola y entonces, me uní a ella y la besé, la besé con tantas ganas que me estallaba el alma y necesitaba hacerla mía. Porque con ella a mi lado nada me dolía. Todo aquel dolor había desaparecido con sus besos, con sus caricias, con la forma de mirarme y la forma en la que me sonreía. Volvíamos a tener otra oportunidad de ser felices y está vez si no salía bien no iba a salir corriendo como un cobarde, no, me quedaría a su lado porque ella era mi mitad, mi compañera, mi amiga, mi amante: mi amor. Ella no quería que viajara de nuevo a Nueva York, pero debía hacerlo y esta vez no tenía ningún miedo ni ella tenía que tenerlo, porque iba a volver e iba a hacer feliz a la mujer que amaba y a nuestro bebé. La dejé en la cama, durmiendo plácidamente porque mi avión salía temprano, pero está vez aquello no me supo a despedida, si no un hasta luego. Sé que estaría varios meses fuera y quizás no podría venir para la boda de Iker y Linda, pero lo iba a intentar. Mi empresa necesitaba un buen saneamiento: de poner en orden todos los pedidos, de recuperar la economía de la empresa, administrar bien las mercancías, pero, sobre todo, echar a toda la gente que trabajaba para Adam. Lo primero que hice cuando llegué a Nueva York fue ir a comisaría: tenía una cita con el comisario para esclarecer todo lo que había pasado, aunque Atenea confesó todo lo que Adam pretendía hacer y alguno de sus empleados que no le tenía mucha estima también. No me costó mucho esfuerzo que me creyeran porque había mucha gente de mi lado y eso hizo que mi reputación quedara limpia. Me instalé en mi apartamento y lo puse a la venta, ya que no pensaba quedarme allí. Mi lugar estaba al lado de Selene y de mi hijo y me gustaba vivir en Asturias, me gustaba su familia, me gustaba trabajar desde allí. Teníamos algunos proyectos en mente que pensaba hacer realidad en cuanto volviera: no era gran cosa, pero si muy productiva. Al fin y al cabo, la mansión necesitaba un cambio y ese cambio iba a ser para mejor. Rachel, mi secretaría, lo estaba organizando todo para que yo no tuviera que volver por aquí en mucho tiempo, así, podría organizarme mejor para llevar a cabo esos proyectos. Pero también tenía que dejar toda la mierda que me metía, sabía que no iba a ser fácil, pero lo iba a intentar.

— Jefe, necesito solo unas semanas para que esté todo organizado. Solo tendrá que venir una o dos veces al año como mucho para supervisar algunas cosas, por lo demás, lo puede hacer desde allí.

Rachel era una de mis mejores empleadas: su pelo corto y canoso le daban un aspecto más maduro, pero en realidad, aunque tuviera ya los cincuenta pasados, se conservaba bastante bien. Tenía un aspecto bastante clásico, pero era una mujer estupenda y su familia era maravillosa. Su hijo mayor, Tom, trabajaba como becario en nuestra empresa y la hija menor estaba estudiando para veterinaria. Su marido, Carlos, era español y trabajaba de pediatra en una clínica privada. Rachel, llevaba muchos años trabajando en Nueva York para mí, así que era como una tía lejana o algo así. También me recordaba bastante a mi madre porque era igual de elegante.

— Rachel, por favor, como tengo que decirte que no me llames jefe, si no Samuel. Me alegro mucho de que lo estés organizando tan deprisa, no quiero quedarme mucho tiempo por aquí. Selene está embarazada ¿sabes? Voy a ser papá. - dije emocionado. Sé que no debía de decirlo tan pronto, pero estaba tan ilusionado que Rachel merecía saberlo, además, tenía mucha confianza en ella.

— Pero señor...

— Rachel...

— Perdona, Samuel, me alegro muchísimo, de verdad – dijo dándome un cariñoso abrazo. - Sé que no lo has pasado nada bien, así que me alegro muchísimo por ti. Al fin, podrás tener una familia como siempre has querido.

— Gracias. Y ahora que solo lo sabes tú, espero que me mantengas el secreto a salvo. De momento no queremos decirlo a mucha gente.

— No te preocupes que mi boca está sellada. - se hizo una cremallera en la boca como jurándomelo.

— Bien, ahora pongámonos manos a la obra que por aquí tenemos muchas cosas que arreglar.

Y era verdad, teníamos muchísimas cosas que poner en orden porque de algunas yo no tenía ni idea. Adam, ya se había encargado de que yo no supiera ni la mitad y cuando Rachel me puso al tanto me quedé muy asombrado. Pero claro, ella no podía decir nada porque al igual que muchos empleados estaba amenazada. Hicimos saneamiento de personal: todos aquellos que sabíamos que eran empleados de él se fueron a la calle y volvimos a recuperar a los nuestros. A los que él echó para meter a toda aquella basura. Las cuentas presentaban unos descubiertos descomunales que tuvimos que ir tapando poco a poco con dinero personal y algunos prestamos que nos concedió el banco. Es vedad que mi reputación quedó sellada, pero algunos clientes dejaron de serlo por la falta de mercancías que Adam se encargaba de cobrar, pero no de subministrar y, aunque quisimos arreglarlo no hubo manera: esos clientes ya no querían tener nada que ver con nosotros. En el fondo los entendía, ellos no tenían culpa de que el tipo en cuestión fuera un delincuente: ellos no tenían ni idea. Teníamos mucho camino que recorrer y muchos baches que saltar, pero desde luego, tenía a los mejores a mi alrededor e íbamos a rehacer la empresa a la mayor brevedad posible. Hablaba muy a menudo con Selene y el embarazo, aunque yo estuviera cagado del susto, iba muy bien. Faltaba muy poco para la boda de sus padres y necesitaba tenerlo todo a punto para poder regresar junto a ella, junto a mi salvadora, la que nunca me dejó solo y la que creyó en mi aun sabiendo todo lo que había hecho en mi vida anterior. Selene se merecía todo lo bueno que le pudiera pasar y de eso me iba a encargar yo, de que a mi familia no le faltase de nada. Atenea, ingresó en un retiro espiritual para trabajar su interior y ser mejor persona, y yo me alegré, ya que ella no tenía el corazón tan oscuro como aquel que no la supo cuidar ni querer como se merecía. Ella, era una buena persona, pero muchas veces el amor y el dinero nos hacen ser personas horribles y eso yo lo sabía de primera mano. Si no hubiera tenido tanta ambición y dinero, mi vida hubiera sido diferente, pero de los errores se aprende y a base de esos errores aprendemos a ser mejores personas. 

EL EMBRUJO DE SELENE II : HECHIZADOS POR UN SOLO CORAZÓN.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora