28. SAMUEL: LOS FANTASMAS TAMBIÉN DESAPARECEN

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Mi vida había cambiado mucho en tan solo un año y medio y todo se lo debía a ella, pero su marcha fue peor que todo lo que había pasado. Había sido duro con ella y le había dicho que nos abandonaba como había hecho su madre, pero a ella eso no le afecto, o al menos, no lo demostró. Paolo y yo nos habíamos quedado solos, sin ella, sin el aliento que nos levantaba cada día, pero me di cuenta de que, si era lo que realmente ella necesitaba, al menos se lo debía. A mi lado había sido muy desgraciada, porque la había hecho pasar por muchas cosas que si no me hubiera conocido no hubiera pasado y aun así seguía a mi lado. Se que necesitaba un respiro y por eso al fin comprendí que debía de tomarse el tiempo que hiciera falta. Paolo y yo nos pusimos al día como padre e hijo, dejé apartados mis negocios con el hotel y el restaurante por unos días y decidí ocuparme yo solo de mi hijo. Se dormía en mis brazos todas las noches y ese momento era el más bonito del día: oírlo respirar en mi oreja y oler ese perfume tan particular a bebe para mí era suficiente y era como tenerla cerca. Con Selene, hablábamos casi a diario, ella nunca había dejado de hablarnos y Paolo, cuando la veía a través de la pantalla sonreía tanto o más que yo. La echábamos mucho de menos y se lo decía todos los días. Una mañana dejé a Paolo con sus abuelos, mi madre venía y había decidido ir a recogerla al aeropuerto y llevarla a la granja; ella quería quedarse allí junto a Linda, en poco tiempo se habían hecho muy buenas amigas. Mi madre decidió venir a Asturias a quedarse trabajando en el restaurante y había viajado a Roma a recoger sus cosas, organizar la mudanza y terminar los papeleos del restaurante que muy a su pesar había vendido. Aquel restaurante había sido su vida ya que mi padre y ella lo fundaron, pero allí no tenía a nadie y en Asturias nos tenía a nosotros: su familia. De camino al aeropuerto recibí una llamada de Alina, la encargada del restaurante diciéndome que tenía una visita y que me estaba esperando. Me dijo que no podía decirme quien era y que era urgente, así que recogí a mi madre la llevé a la granja y salí pitando para allá. Tenía el corazón en un puño, porque quizás, Selene, quería darme una sorpresa y había vuelto de París. Estaba emocionado hasta tal punto que pasé por una tienda de flores y compré un ramo de rosas. No me había dicho nada y esa misma mañana había hablado con ella y estaba en Paris, pero tal vez fuera una tapadera para darme una sorpresa. Sentía el corazón acelerado y casi derrapé el coche cuando entré en el parquin: emocionado y con unas ganas tremendas de estrecharla entre mis brazos. Alina, me sonrió al entrar y me acompañó hasta la terraza, pero mi emoción se esfumó al ver que no era Selene la que me esperaba.

— Vaya, Sam ¿Son para mí? - dijo señalando las rosas.

Mi cara palideció y sentí frio, pero me centré y le di las rosas a Alina.

— Por favor, ponlas en agua.

— Si, señor Antonelli, enseguida. Los dejo solos para que puedan hablar – dijo Alina saliendo por la puerta.

—¿Qué haces aquí? Creo que dejé claro hace muchos años que no quería volver a verte.

— Sam

— Samuel, si no te importa.

— Sam, no te he olvidado ¿vale? Se que tendría que haberlo hecho y que han pasado muchos años, pero no lo he hecho, no he podido. He estado con varios hombres, pero no hay nadie como tú.

— Vaya, pues lo siento, yo soy demasiado feliz. - dije sin casi poder mirarla.

— ¿No me echas ni un poco de menos? Fuimos muy felices.

— ¿Fuimos? Creo que lo mío si era felicidad, pero lo tuyo, déjame que lo dude.

— Estuvimos prometidos, me amabas mucho.

Claudia, había sido durante muchos años mi novia hasta el punto de prometernos. Estuvimos muy bien juntos hasta que ella lo fastidió todo acostándose con uno de mis socios. Y no fue una vez, sino tres y todo el amor que había sentido se convirtió en asco y en un odio infinito. Mi relación con ella fue muy buena. Nos enamoramos enseguida, o al menos, ella lo hizo; ella era una preciosidad, me trataba muy bien y consiguió que yo me sintiera cómodo junto a ella. En aquel tiempo era una chica dulce y muy sexy, no voy a negarlo. Pasaba por delante de los hombres y dejaba huella, pero eso la llevó a coquetear más de lo permitido considerando que tenía pareja, y al fin, cayó en los brazos de Richard: un don nadie que se creía de todo menos lo que era. Confiaba en él y me la jugó y ahí se terminó todo. Después, Claudia estuvo mucho tiempo intentando que la perdonara, pero no lo hice. Luego sentí la necesidad de perderme en un mundo oscuro y arrastrarme a las drogas y el alcohol que, al fin y al cabo, eran las dos cosas que me hacían soportar el dolor y la traición.

EL EMBRUJO DE SELENE II : HECHIZADOS POR UN SOLO CORAZÓN.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora