1. TRISTE NOTICIA, TRISTE FINAL

1 0 0
                                    

Me encontraba en la clínica hablando de cosas de trabajo con mi compañera Cris y recordé que no me había venido la regla, que me pasaba una semana por lo menos. En ese tema era muy despistada, casi nunca me lo anotaba, pero sabía que ya había pasado la fecha. Nunca me había preocupado por tomar pastillas ni nada parecido, el preservativo para mí era lo más sagrado y no había más. Sabía que algunas veces Sam y yo habíamos jugado con fuego practicando la marcha atrás, pero nunca había pasado nada. De la confianza al desastre hay una separación muy diminuta, tan impredecible que nos dejamos llevar sin preocuparnos por lo que pasará. Nos da igual, porque el placer nubla nuestra mente y nos dejamos llevar hasta el final sin importarnos en ese momento las consecuencias que puedan aparecer después. Unas copas de más y yo era una de las que me perdía: en sus ojos, en sus manos acariciando mi cuerpo, en su boca lamiendo toda mi piel, en sus brazos agarrándome con fuerza... me perdía de tal manera que no me importaba lo más mínimo si se había puesto la dichosa gomita. Y recordé que una noche habíamos salido de cena con unos clientes de Sam y terminé un poco chispa. La verdad, no recordaba si habíamos usado protección.

Entonces, Cris, al verme como en trance, muy risueña me dijo:

— Selene, creo que deberías de hacerte la prueba. — ¿La prueba? — pregunté haciéndome la tonta.

— Si, la de embarazo, esa que te haces cuando no te baja la regla y te acuestas con alguien que le va mucho el sexo. O sea, tú y tu italiano. — odiaba como con su risa me contagiaba a mí también y al final me terminaba convenciendo de cualquier cosa.

— Qué va, me espero unos días más. — dije segura de mí misma, quitándole importancia. — Supongo que será un retraso sin más.

— A ver... no pasa nada, la hacemos, y si sale negativo, pues esperas unos días más.

— ¿Crees que debería de hacérmela? — pregunté dubitativa.

— Pues claro que lo creo, ¡pero ya! — gritó ella más entusiasmada que yo empujándome por la espalda hacía la sala de ginecología a por una prueba de embarazo.

— ¡Oye, oye, vale, espera! Voy a por un vasito de plástico.

Entonces ante la insistencia de Cris me realicé la prueba. Estaba nerviosa y andaba de arriba para abajo mientras agitaba las manos con un tembleque que ni una gelatina tendría al depositarla en el plato. No quería mirar aquel chisme y mi respiración se aceleró cuando aquellas dos rayas empezaron a marcarse con más intensidad. Estaba claro, había salido positivo: estaba embarazada. Aquel día no pude casi trabajar, estaba tan feliz y tan nerviosa a la vez que las piernas me temblaban al andar y mi cuerpo se encontraba en un estado de euforia poco normal. Antes de llegar a casa, pasé junto a una tienda de bebés, me detuve y entré. Compré varias cosas: un chupete, un body y unos patuquitos para darle la sorpresa a Sam. Su cara al ver todo aquello fue sublime, lo grabé, por supuesto, porque su cara era de admirar. Estaba feliz y no dejaba de besarme la barriga. Hablamos de nombres, de cunas, de cochecitos... estábamos tan emocionados que nada ni nadie podía arrebatarnos aquel momento; pero no fue así. Una noche noté un fuerte dolor en los ovarios, un dolor muy grave, como el de una menstruación fuerte, y con ese dolor vino un sangrado bastante importante. Aquel líquido viscoso se extendió por mis piernas empapando toda la cama. Estaba caliente y tenía un olor particular entre el hierro y algo dulce. No supe reaccionar como él, me quedé en shock, temblando como una niña asustada. En cambio, Sam se asustó, pero no le importó para nada mancharse de sangre; me cogió en brazos, me subió al coche y me llevó al hospital. Él parecía estar en shock como yo, pero por su parte hubo una reacción que cualquier hombre no hubiera tenido, sin embargo, él me sorprendió y no lo quise ver hasta que se derrumbó en el hospital. La rapidez con la que me llevó me asustó incluso más que la noticia que nos darían después. Una noticia devastadora. Para mí fue un palo muy duro, pero para él... para Sam fue prácticamente inconcebible que aquello hubiera pasado, estaba en tal estado de nervios que empezó a dar puñetazos en la pared, y si no llega a ser por unos enfermeros se hubiera hecho mucho daño. Yo, al verlo, no supe reaccionar ni llenarlo de cariño, me alejé y me hundí en mi mundo, un mundo lleno de tristeza en el que no cabía nadie más. A partir de ese momento su actitud hacia mí cambió totalmente, dejándome sola con mi dolor. Se encerraba en su despacho, en el gimnasio o en la fábrica, casi no lo veía y ni siquiera dormía conmigo. Él siempre intentaba evitarme en las comidas y nunca nos veíamos, ni siquiera me preguntaba cómo me encontraba y eso me mató. Sé que primero me cerré yo, qué era un aborto y que podríamos tener más, eso ocurre a menudo, pero teníamos tanta ilusión que no supe afrontar la realidad. Necesitaba que me preguntara y que estuviera por mí, aunque yo lo ignorara, porque yo era así de cabezota y al final toda aquella rabieta, tristeza y desconcierto, me llevaron a un camino lleno de baches y sin retorno. Un día me levanté dispuesta a hablar con él, a poner las cartas sobre la mesa, a preguntarle porque estaba abandonándome, haciendo todo aquello. Pero solo encontré una nota; una nota que me dejó peor que su indiferencia.

EL EMBRUJO DE SELENE II : HECHIZADOS POR UN SOLO CORAZÓN.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora