23. CUESTA ABAJO Y SIN FRENOS

1 0 0
                                    

Cuando miré el reloj eran pasadas las doce del mediodía. No sé porque dormía tanto, pero claro: estaba embarazada y el sueño y el hambre habían pasado a ser una rutina bastante complicada. Sam no estaba en la cama ni en la casa, así que me di una ducha y cuando me vestí fui a la cocina: necesitaba prepararme algo porque estaba hambrienta. Al abrir la nevera vi que Sam me había preparado algo: ¡qué mono! Pero de nada le valían sus ñoñerías cuando estaba a punto de cometer un acto que acabaría con nuestra relación. Miré la nota embobada, y me pregunté si sería buena idea ir a estropearle el plan o por el contrario dejar que él solo tomara una decisión. Me froté la cara con desesperación ¿Qué estaba a punto de hacer? ¿Sería tan estúpido? La nota era como una despedida:

Sabes que te quiero y nunca haría nada para hacerte daño. Quizás, te vuelva a decepcionar, pero no olvides que todo pasa por alguna razón y que, sin esa razón, jamás haría algo en contra de mi voluntad. Tuyo, siempre.

Y así sin más me quedé embobada en la nota y mis ojos se humedecieron de tal modo que mi corazón empezó a trotar sin consuelo alguno. Llamé a Nina y le conté un poco el plan que no era otro que ir a la mansión, colarnos sin que el vigilante nos viera, e intentar que la tipa no pudiera ir a esa habitación. Me cambiaría por ella y acabaría con aquella tontería que yo sabía que Sam no quería cometer, pero que por alguna razón tenía que hacerlo. Necesitaba saber porque quería cometer aquella estupidez, necesitaba que lo explicara y que me diera una razón para no desaparecer de su vida. Tenía que hacer algo y ya sé que últimamente me había convertido en su salvadora, pero ¿qué se puede hacer cuando estás enamorada? No había vuelta atrás, mi destino y el de Sam estaban marcados para estar juntos en esa y en otras vidas, pero si aquello no tenía solución, ya nos veríamos en la próxima. Sé que sonaba cruel, pero estaba cansada de tantas mentiras, de tantas venganzas y tantas intromisiones. Necesitaba paz, una vida tranquila y vivir junto a mi bebé sin miedos e inseguridades.

...........

Aparcamos el coche, y el parquin se me empezó a hacer cada vez más grande. El mismo coche que había el día anterior estaba aparcado junto a la puerta: ya estaban allí y solo esperaba que no hubieran empezado la fiesta sin mí. No quería entrar y encontrarlo dentro de ella: eso me mataría.

— ¿Estás segura de esto? - Nina me cogió de las manos y me miró con tristeza esperando una respuesta que tardó en llegar.

Suspiré, y por un momento, mi corazón empezó a latir a un ritmo que me asustó, pero no había marcha atrás, porque mi curiosidad y el miedo a perder a Sam me empujaban a hacer aquella locura. Suspiré largo y tendido y respondí.

— Sí, estoy segura.

— Entonces entremos – Nina, abrió la puerta del copiloto y bajó decidida. Yo, respiré hondo, solté el aire suavemente y, aunque me temblaban las piernas, bajé con decisión y nos encaminamos hacía la puerta.

Todo estaba en silencio, la puerta estaba entrecerrada y no había rastro de Andrés. Me había puesto un vestido sugerente y había cogido un antifaz negro para la ocasión. No dudé un segundo y me dirigí con sigilo hasta el guardarropa donde había tres túnicas colgadas, mientras Nina vigilaba. Cogí la dorada y supongo que era una de las que usaba Tina cuando organizaban aquellos encuentros, luego, me encaminé hasta una sala donde oí unas voces. Andrés, les decía que esperaran y que en breve les haría pasar. Yo, esperé impaciente a que él saliera y cuando ya se había marchado fue mi turno. Tenía que ser decidida y no ponerme nerviosa, no quería que me descubrieran. Me cubrí la cara con el antifaz y me tapé la cabeza con la capucha de la túnica. Llamé un par de veces y abrí la puerta. La tipa, en cuestión, estaba sentada con las piernas cruzadas sobre el brazo de un sillón de cuero marrón: llevaba un vestido muy, muy corto de color negro, unas botas altas hasta las rodillas y un antifaz muy parecido al mío. Su guardaespaldas, llevaba una ropa bastante ordinaria: pantalón largo de deporte y camiseta negra de tirantes por donde salían unos músculos que no le favorecían para nada. Parecía que iba a reventar de un momento a otro. Se sobresaltaron un poco al verme, pero yo entré con decisión, pisando fuerte, con aquellos tacones de aguja que me estaban dejando los pies hechos polvo.

EL EMBRUJO DE SELENE II : HECHIZADOS POR UN SOLO CORAZÓN.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora