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El día lo paso con mi bebé, solo que me duele un poco la garganta, debí bañarme y no solo cambiarme, pero Tae me esperaba al igual que Misha, trato de no darle muchos besos a mi pequeño, lo que menos necesitamos es enfermarnos, le hago saber a Misha que podría enfermarme, que esté al pendiente de mi pequeño, salgo a trabajar y hay mucha gente, somos un pueblo al que le llaman de intersección, es decir, que es un pueblo entre dos ciudades, por lo que estamos a la mitad, y para evitar cansancio, porque es retirado de un lado a otro, pues vienen y descansan y normalmente al otro día se van.

Siendo el restaurant de Nam uno de los más grandes, es lógico que muchos lleguen aquí, no me quejo, entre más gente, más propinas, solo que también significa que serán más horas de trabajo.

Y así es, en lugar de llegar a casa a las doce y media a más tardar, llego casi a la una y media, me disculpo con Misha un millón de veces cuando la veo, pero por igual le he mandado mensaje desde el restaurant, para avisarle y ella a su vez le avise a su esposo, siempre procuro, cubrirme bien cuando salgo, creo que, entre la lluvia de ayer, el salir lo más rápido del restaurant para llegar con Misha y mis bajas defensas, pescaré ese resfriado.

Me despierto a las cinco de la mañana, sudando, incluso sofocado, toco a mi bebé y tiene su temperatura normal, pero yo no, tomo el termómetro y tengo cuarenta de temperatura, ajusto las almohadas para que mi pequeño no vaya a rodar y caer y salgo a la cocina a tomar agua.

Como ha estado lloviendo y hace mucho frío, pongo en un recipiente agua y saco uno de los pañales de tela de mi hijo, mi intención era lavarle los pañales en vez de comprarlos, pero jamás creí que estuviera en el hospital al nacer, por lo que nunca pude ponérselos.

Tomo dos de ellos y uno lo meto en el recipiente con agua fría, lo llevo a la recámara, me desvisto quedando solo el bóxer y ahí me acuesto y me pongo uno en la frente, siento hasta escalofríos cuando lo pongo, es mucha la fiebre que tengo, cuando siento que el trapo está caliente, meto el otro y lo cambio, así lo voy intercalando cada rato.

Cuando son las seis cuarenta de la mañana y mi temperatura alcanza los cuarenta y dos grados, no tengo más opción que ir a la farmacia, solo que es muy temprano para llamar a Tae o a Yoongi, así que, me visto, una sudadera, unos pants y me pongo la cangurera y encima me pongo una chamarra para cubrir a mi hijo.

Llego a la farmacia, que aún no abren y le toco por el timbre al señor Lee.

- ¿Jimin? ¿Pasó algo? ¿El bebé está bien?

-Soy yo... necesito algo que me baje la temperatura... me siento mal.

El señor Lee abre la puerta y me deja pasar, me siento en la banca y me toma la temperatura.

-Deberías ir a la clínica, es demasiado alta la temperatura.

-... Lo sé, pero es muy temprano, todos están durmiendo, no puedo dejar a mi hijo solo y... ya no tengo dinero para eso... deme algo, al menos... para calmarme y después pedirle ayuda a Tae...

Todo se lo digo jadeante, mi pecho me pesa, sigo sudando, mi cuerpo tiene escalofríos, me siento tan débil que agradezco haberme puesto la cangurera o juro que ya hubiera resbalado mi bebé de mis manos.

-Te puedo dar Neo melubrina, pero si no baja, será urgente que vayas a la clínica.

-Lo haré...

El señor Lee, busca el medicamento y ahí mismo en la farmacia me la hace tomar, le agradezco, le pago tanto por la medicina como por el agua, pero solo me cobra la medicina.

Salgo de la farmacia con una bolsa en la mano y a paso lento camino de regreso a mi casa, hago varias paradas, pues me siento muy débil.

Unos brazos me sujetan por la espalda, cuando estoy cayendo al piso. Levanto la vista y por un momento me siento tan afortunado de que sea él, solo que cuando me ayuda a levantarme y se pone frente a mí, la forma en cómo me mira, me hace arrepentirme de haber salido de casa.

Seamos InfinitosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora