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Lo primero en pensar al abrir sus ojos fue que hoy era el día. Paso su mano por sus ojos para poder despertar al fin, escucho ruido proviniendo de la cocina y decidió levantarse.

Al cruzar la puerta, encontró a su hermano dejando un tazón de ramen en la mesa.

—Buenos días, Miso.

—Quédate.

Naruto suspiro. Desde que ella supo que se iría repetía esa palabra a cada rato. Tampoco era sencillo aceptar que su única familia se iría por tres años para entrenar.

—Debo volverme fuerte, Miso.

—¡Pero ya eres fuerte!

—Claro que si. —la sujeto en sus brazos y la dejó sobre la mesa— Pero hay gente peligrosa que me quiere a ti y a mi, por eso debo ir con Ero-sennin y volverme mucho más fuerte. Así podre protegerte.

Protegeme de los susurro que dicen de mi...

—¿Entendiste? Prometo que cuando vuelva iremos por mucho ramen y te mostrare todo lo que aprendí. —Naruto busco su mirada, ya que ella había bajado la cabeza— ¿Miso?

Ella lleno sus cachetes de aire formando un puchero— ¿Por qué no puedo ir contigo?

—Debes quedarte. Así proteges a la Aldea mientras no estoy. ¿Puedes hacerlo? Por mi.

La menor asintió, pero aún seguía inconforme con la solución. No quería esperar tres años hasta que volviera, era tener que soportar los susurros de la gente por tres años.

No iba a poder sola.

—Ahora vamos a comer. El desayuno se enfría.

—El ramen no es un desayuno, Onii-chan...

(...)

Aunque fuera el último día, luego del desayuno tomaron caminos diferentes. Sujeto una roca del suelo y la lanzó al agua dando sólo tres piques.

—Eres difícil de encontrar. Otro minuto más y saco a Gamabunta para poder buscarte.

—¿Que necesita?

—No mucho. Naruto me dijo que no tomaste muy bien la noticia.

—Pues no. —giro con el ceño fruncido— Lo primero que veo llegar es una maleta con muchas cosas y luego mi Onii-chan diciendo que se iría tres años. Así que no, no lo tome muy bien.

—Ya veo que tu hermano no es bueno dando noticias.

Jiraiya se sentó a su lado a la orilla del río. Ella siguió viendo el agua fruir, agarro otra piedra y la lanzó.

—¿Por qué no puedo ir con ustedes? Esos sujetos de capa también me buscan, debería entrenarme.

—¿Sabes de Akatsuki?

—¿Me toma por tonta? Se muchas cosas, cosas que un niño de mi edad no debería saber.

—Ya tienes tu respuesta.

—¿Que? —giro la cabeza, confundida. El Sannin tenía su mirada enfocada en las nubes.

—Sabes muchas cosas, Miso. Tu cabeza tiene más información que la de tu hermano, francamente diría que lo superas un poco. Eres fuerte, inteligente y mírate, solo a esa edad. No quiero imaginar cuanto podrías mejorar con unos años.

—Por favor no me imagine de adulta.

—¡No siempre soy un pervertido!

Miso recibió un golpe en su cabeza por parte del Sannin.

—¡Pero siempre piensa en mujeres!

—Escucha. Si te quedas aquí podrás aprender muchas cosas que aún no sabes, cosas que yo no podría enseñarte si estoy con Naruto. Debo ayudarlo más que a ti.

—Onii-chan es algo torpe.

—Concuerdo contigo, niña. Entrena, estudia, vuélvete fuerte y cuando vuelva podrás mostrarle a tu hermano que tan fuerte te volviste. —pidió Jiraiya.

Ella iba a sujetar otra ropa, pero se detuvo. Cuando lo escucho levantarse, giro la mirada.

—Él espera poder despedirse de ti en la entrada. Por el bien de ambos espero que vayas.

Jiraiya busco entre su ropa, saco un libro y se lo entrego. Miso lo atrapó en sus brazos, le dio la vuelta encontrando el símbolo de prohibido.

—Si recuerda mi edad, ¿no?

—Por favor, ya lo leíste una vez. ¿Que tiene de malo? Mejor esta feliz, es el próximo que sacaré y tu eres la primera en tenerlo.

—Gracias.

—Ve a la entrada. Te esperaremos cinco minutos. Ah, y no le digas a Naruto que te di ese libro.

Al verlo irse, ella volvió su mirada al libro en sus manos.

(...)

Golpeó el pie varias veces contra el suelo, impaciente, intranquilo y nervioso. La hora se acercaba y debían partir ya.

—Ya, Naruto. No vendrá.

—¡Es mi hermana! Claro que vendrá, debemos despedirnos. Siempre nos despedimos cuando uno sale de misión.

Jiraiya suspiro. Miro la Aldea de nuevo, estaba claro que ella no iba a aparecer— Suficiente. Admite que tu hermana está enojada contigo.

—¡No esta enojada! Bueno, quizá un poco, pero no me iré hasta verla.

—¡Naruto!

—Aquí estoy.

Ellos digieren sus miradas a la casilla de recepción de la Aldea. Izumo y Kotetsu negaron al verlos creer que fueron ellos. El de la venda en su rostro busco algo bajo el mostrador y levantó a alguien en sus brazos.

—¡Miso! —Naruto corrió hasta ella y la abrazo.

—¿Que haces allí escondida?

—Vine aquí muchos antes y quise dormir. —contestó, mientras su hermano frotaba su mejilla con la suya.

—Estaba triste. Pensé que no vendrías a despedirte de mi.

—Estoy molesta, pero no significa que no me despedire. Será la última vez que hablemos en tres años, Onii-chan.

—Cierto, cierto.

Repentinamente Naruto sintió sus brazos rodear su cuerpo con algo de fuerza. Mostró una pequeña sonrisa, y correspondió a su abrazo.

—Cuídate mucho, no comas solo ramen, bebe mucha agua y entrena mucho. —murmuró ella contra su oído— Y no debes que Ero-sennin robe tu dinero para chicas.

—¡Te estoy escuchando!

—¡Se que lo hará! —Miso lo apunto de forma amenazante sobre el cuello de Naruto— Si lo hace yo le diré a la Abuela Tsunade del libro.

—¿Que libro?

—¡Nada! —Jiraiya nego de inmediato— Hora de irnos, Naruto.

—Voy. —ella fue dejada de nuevo en el suelo— Volveré cuando menos te lo esperes. ¡Tu también entrena mucho, Miso! Y cuando vuelva tendremos un enfrentamiento.

La Uzumaki asintió. Recibió una caricia en su cabello, se despidió y vio como ambos de alejaban de las puertas poco a poco.

—Onii-chan... Me volveré muy fuerte y te protegeré.

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Kore!

Uzumaki y SarutobiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora