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Rasco su cuello repetidas veces con ambas manos, sus uñas se marcaban en su piel, pero no le importo. Grandes lágrimas bajaban por su rostro, apretaba los dientes intentando contener su ira.

—Miso... —Kuro apoyo una de sus patas en su pierna. Bajo las orejas, no sabía que decir con exactitud.

El canto de las aves camuflaban sus sollozos, el felino se limito a cambiar su forma volviéndose más pequeño y recostarse en su regazo.

Es lo único que podía hacer.

—Estoy... tan cansada, Kuro. Cada dos pasos al frente uno es hacia atrás. No estoy cerca de encontrarlo... —oyó sus palabras— Ya no se que hacer.

—Lo lograremos. Cuentas conmigo.

Sintió como acariciaba su lomo, luego ser levantado y abrazado. El de pelaje oscuro recostó su cabeza sobre el hombro de la castaña, ronroneo al ser mimado de nuevo por ella.

Le agradaba.

Sus orejas se sacudieron— Miso, debemos irnos.

—¿Que?

—¡Ya!

Ese momento se acabó.

Era cargado por la Uzumaki mientras ella corría entre altas ramas de árboles. Kuro miró detrás suyo un momento, los escuchaba correr siguiendo el paso de la joven.

Estaban cerca.

Una bomba de humo exploto frente a ellos, su pie resbaló por su visión bloqueada y comenzó a caer, sintió diferentes golpes en su cuerpo con chocar contra diferentes ramos.

—¡Kuro!

Un último golpe y sintió la tierra contra su espalda, tomó una gran cantidad de aire y volvió a ponerse en pie. Observo su alrededor buscando a su amigo, distinguió su cola sobresalir de un arbusto.

—¡KURO!

Corrió hasta él, aparto las hojas y recogió su pequeño cuerpo en sus brazos.

—Kuro... Vamos, Kuro. Despierta.

—¡Miso!

De nuevo ellos.

Su mandíbula se apretó, atrajo a su invocación contra su pecho y se alejo de lo que quiso ser un círculo alrededor de ella. Examino a cada uno con el entrecejo fruncido, siguió retrocediendo hasta tocar el tronco de un árbol.

—Tranquila, somos nosotros.

—¿Nos recuerdas?

—No seas tonto, Kiba. Claro que si.

Miso gruño y mostró sus dientes, buscaba una manera de huir de ellos.

—¿Tu amigo esta bien?

Oculto a Kuro entre su ropa, enfundo un kunai en una de sus manos. El resto se puso alerta ante ello.

—No quisimos lastimarlo. Puedo curarlo.

—¡No lo tocaras! —lanzó el kunai hacia la Hyuga, pero su primo lo desvío con otro. Dirigió sus ojos hasta Neji.

—Calma, Miso. Solo queremos hablar.

—¿Como la última vez? ¡Les aseguro que esta vez no dudaré en matarlos! —amenazó ella.

—Creciste mucho, Miso —Lee dio un paso al frente—. ¡Y seguro ahora eres muy fuerte! ¡Siento la llama de la juventud en ti!

—¡Lee! —su compañera de equipo lo regaño.

—Esto no está funcionando. Solo es una niña, podemos atraparla. —Kiba camino hasta ella dejando a su compañero canino en su lugar. Pero al tanto de su dueño.

Uzumaki y SarutobiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora