La preparatoria es una gran etapa en la vida de cualquier chico, eres joven, crees que te puedes devorar al mundo y cada día es una nueva experiencia.
Liam Cooper lo sabía muy bien, por eso despertaba con una gran sonrisa ante el primer día de su nuevo semestre.
Para un joven como él, la vida parecía tan normal y nada cambiaría eso.
—Buenos días—lo saludó su madre al bajar.
—Hola a todos.
Su familia ya estaba reunida en el comedor, disfrutando de un buen desayuno, luciendo como en esos comerciales donde se muestra el lado perfecto de un hogar.
La madre sirviendo los huevos con tocino, el padre leyendo el diario, las hijas sonriendo mientras se pasan el cereal.
Ocupó su lugar al lado de su padre.
—¿Listo para el juego final?—le preguntó su padre.
—Es un juego ganado—respondió con esa seguridad propia de él y su confiada sonrisa encantadora.
Así comenzaban sus días, igual que el de muchas personas en Spring Hill, un pequeño y lindo pueblo rustico que parecería no haber descubierto que el Siglo XVII quedó atrás, siempre lucía bonito, sobre todo en la época de otoño e invierno.
—Bien, me voy, todavía tengo que pasar por Lily—dijo.
—Oye, ven un momento—le pidió su padre.
Liam ya se colgaba la mochila al hombro.
—Lo siento, ya es tarde.
Por suerte dejó preparada su bicicleta en el jardín una noche antes, la iba a montar cuando su padre salió de la casa.
—Olvidas algo.
Gracias a sus buenos reflejos, Liam atrapó unas llaves en el aire.
—¿Qué?
—Lo necesitarás.
No sabía que decir, no le era difícil reconocer a que auto pertenecían, a un Dodge un tanto clásico (tal vez viejo sería una mejor descripción) que arregló junto a su padre en el verano.
No se podría decir que fuera alucinante su carrocería azul, pero serviría muy bien para moverse entre las calles del pueblo.
Liam no lo podía creer, pensó que su padre lo vendería igual que muchos autos que solía componer en su taller.
Seguía sorprendido, se acercó al cofre, quería comprobar que era real, el señor Cooper parecía sentir la misma alegría que su hijo.
Se asomó a los interiores a través de la ventana, le parecía imposible que unas semanas antes se encontraba reparando las transmisiones y el motor del vehículo.
—¡Gracias papá!
La señora Cooper y sus hijas no tardaron en unirse a tan conmovedor momento.
—No es justo, yo también quiero un auto—dijo Elizabeth, cruzando los brazos.
—Es que a mí me quieren más—se burló su hermano.
Ella le sacó la lengua.
—Ahora si vete, porque se hace tarde—le recordó su madre.
Aún con esa enorme sonrisa, Liam echó su mochila al asiento trasero y ocupó su lugar como conductor.
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HECHIZO
ParanormalLa lluvia no es muy común en Spring Hill, un bonito pueblo soleado, donde nunca pasa nada extraordinario, hasta que la llegada de Samantha Black, una enigmática chica, junto con su padre, parece estar relacionada con el clima y mantiene a todos intr...