Capítulo 23 Trataré de resolver esto ahora mismo.

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A la mañana siguiente, la lluvia continuaba, era ligera, aunque molesta. Samantha despertó temprano, aunque bueno, en realidad fue poco lo que descansó.

Lily abrió la puerta con cuidado—raro, siendo que era su habitación—y se asomó esperando ver a su invitada inesperada.

—Ah... ¿quieres desayunar?—le preguntó Lily.

—Sí, gracias—respondió con un hilo de voz.

La señora Bloom seguía en desacuerdo por la presencia de Samantha, esa jovencita no le daba mucha confianza y tampoco le agradaba la forma en que parecían estarse burlando de su hija.

—Mamá, sólo es un favor, como amigos—respondió Lily.

Samantha llegó al comedor, apenada, esperaba no ser un inconveniente tan grande, ocupó un lugar en la mesa y le sirvieron un par de panqueques; el silencio no era muy común en esa casa, por lo general, la señora Bloom y su hija se la pasaban conversando de cualquier tema, ahora sólo escuchaban el sonido de los tenedores sobre el plato.

—Que delicia, señora Bloom.

Y era cierto, Samantha nunca había tenido la suerte de probar cosas deliciosas como los panqueques, aunque lo que en verdad sentía en el sabor era la ternura y el cariño que una madre suele ponerle a su sazón.

—Me alegra que te gusten—respondió la mujer, aunque no parecía coincidir con el sentimiento expresado.

—Espero que tu padre ya se encuentre mejor—dijo Lily.

—Cierto, Lily me contó que sufrió un accidente—la señora Bloom tomó un poco de su té—. ¿Qué le sucedió?

Samantha quería dejar de decir "accidente" porque sabía que eso no lo fue, intentaron matarlo, alguien allá afuera casi le arrebata la vida, pero tuvo que continuar con ese papel.

—Se cayó por las escaleras—respondió.

La señora Bloom notó algo en la chica, algo que le indicaba la mentira.

Liam estacionó el auto frente a la casa y esperó a que le abrieran la puerta.

—Hola—le dijo a Lily.

Sin duda, le alegró el día.

—En serio que te debo una muy, muy, muy grande—dijo Liam.

—Bueno, ya encontrarás la manera de agradecerme después—respondió.

Compartieron una sonrisa.

Lo invitó a pasar, incluso le ofreció un plato de los exquisitos panqueques que muchas veces probó, pero no tenían tiempo para eso.

Samantha levantó su plato y lo llevó al fregadero.

—En serio que no sé cómo agradecerles su hospitalidad, se los agradezco a las dos—dijo Samantha.

—Descuida, siempre serás bienvenida a esta casa—dijo Lily, sorprendiendo a todos.

Como cortesía, le dio un abrazo a Samantha y en el roce de sus cuerpos, sintió una extraña vibración, como cuando intentas unir dos magnetos del mismo polo, no le dieron importancia y simplemente se despidieron; la bruja no pudo quitarse ese raro cosquilleo, ¿qué habría sido?

Lily tampoco pudo ignorarlo, no se lo quiso comentar a su madre, tal vez sólo era parte de su imaginación.

—¿Todo bien?—le preguntó la señora Bloom.

—Sí, sí, no es nada.

Liam y Samantha condujeron bajo la lluvia hasta el hospital, les avisaron que el señor Black seguía estable, aunque aún no reaccionaba.

—¿Puedo verlo?

Aunque al principio no quiso, el doctor aceptó y los condujo al cuarto donde el señor Black permanecía custodiado por un montón de máquinas que monitoreaban su salud, parecía estar simplemente dormido.

Con un movimiento de mano, Samantha paralizó al doctor, cerró la puerta de golpe y bajó las cortinas.

—¿Qué haces?

—Trataré de resolver esto ahora mismo.

Acarició el rostro de su padre como si quisiera limpiarlo, cerró los ojos y se concentró, le pidió absoluto silencio a Liam que, como ya era costumbre, sólo observaba.

Samantha abrió los ojos, estaban completamente en blanco y brillaban de una forma tan espantosa.

Ya no veía el cuarto del hospital, ahora estaba en la memoria de su padre, en medio de la sala de la casa, ordenando un par de cosas cuando escuchó un ruido, todo era difuso, como cuando tratas de encontrarle forma a un cuadro abstracto; las formas, los colores, todo variaba, Samantha debía de poner su mayor esfuerzo en aclarar esas imágenes.

El señor Black se giró y vio una figura de negro salir desde el pasillo, apenas y se le podía apreciar una característica humana, sería fácil confundirla con una sombra.

—¿Dónde está la bruja?—esa voz resonó en su cabeza como un eco.

Lo siguiente pasó como una serie de fotografías colocadas a manera de fotogramas, su padre y ese sujeto misterioso se enfrentaron hasta que terminó herido a causa de una daga.

—¡No!

Samantha no pudo separar la realidad de lo que veía y ese grito la hirió en las manos, la quemó igual que una vela.

Liam corrió a ayudarla.

—¿Qué ocurre?—le preguntó, preocupado.

Trató de calmarse, las cosas le daban vuelta y una ligera punzada le golpeaba las sienes.

Las cosas volvieron a la normalidad, el doctor ni se percató de la magia a su alrededor.

El señor Black se retorcía un poco en la cama, recordando a quien quiere salir de una pesadilla, su garganta disparaba unos sonidos guturales desagradables, por fortuna, no pasó mucho para que se calmara.

—Lo mejor es que lo dejen descansar—sugirió.

—Sí, claro.

Ambos salieron, Samantha seguía inestable, por eso tuvo que sostenerse de Liam hasta que se sentaron en la sala de espera.

—¿Te encuentras bien?—le preguntó—. ¿Necesitas algo?

Liam ya estaba a un paso del garrafón de agua cuando Samantha le dijo:

—Sí, estoy bien, es sólo que...

Aun así, le llevó un poco para que la bebiera y se le pasara el malestar.

—¿Qué fue todo eso?

—Vi, vi lo que le sucedió a mi padre—respondió al salir de su agitación—. Lo atacaron.

—¿Viste quién fue?

Tras negar con la cabeza, contestó:

—No, no fue muy claro, pero eran de la Orden de los Caballeros Sombra.

Samantha reaccionó muy asustada, tanto que no le fue difícil trasmitírselo a Liam.

—¡Nos encontraron!—se le veía alterada.

—¿Y qué harás ahora?—quiso saber Liam.

—No lo sé—sus palabras sonaron perturbadas.

Liam le brindó un abrazo, uno que la calmó, se sentía segura, como si la protegiera el mejor escudo.

Se le recostó en el pecho, dejándose llevar por el sonido de sus latidos, sintiendo como las manos le acariciaban la espina.

Liam jamás experimentó esa sensación, estar al lado de alguien más allá de pasarla bien, en verdad, involucrar más sentimientos en una persona


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