Ese jueves el señor Black ya estaba en su casa, le pareció exagerado que los paramédicos lo llevaran, pero eran parte de las medidas que debía tener.
—Ya, estoy bien—dijo cuando lo dejaron en el sillón de la sala.
Ya en el hospital, Samantha y Liam escucharon las indicaciones que el doctor les dio, no le importaba estarse perdiendo el entrenamiento, quería acompañarla ahora que más la necesitaba.
Samanta permanecía sentada en el brazo del sofá, junto a su padre.
—¿Tiene idea de quién fue?—preguntó Liam.
—No, a la Orden la entrenan muy bien para escabullirse y pasar inadvertidos.
—Tal vez ya se fue y no volverá—sugirió el muchacho.
—No, claro que no, estos cazadores no abandonan un lugar hasta que su misión ha sido cumplida e imagino cuál es su objetivo.
Samanta selló sus labios bajando la mirada.
—Trataré de detenerlo, se lo aseguro—juro Liam.
—No deberías arriesgarte así—comentó el señor Black—. La orden procura no lastimar a inocentes, pero eso no quiere decir que no serían capaces de acabar con quien se interponga en su camino.
Los puños de Liam crujieron del coraje.
—Lo mejor es que hagamos lo mismo de siempre.
—No—suspiró Samantha.
Liam casi cae de espaldas, no era difícil saber a qué se refería.
—Ya no estamos seguros aquí.
—Podemos hacer algo—Liam se levantó de su asiento.
—Aunque pudiéramos, llegarían más y más cazadores.
Samantha quería protestar, decir que ya estaba harta de ir de un lado al otro tratando de fingir que tenía una vida normal, sólo se quedó callada, le daba la razón a su padre, sentía culpa de su ataque y ni imaginar que habría pasado si no llegaban a tiempo.
—Nos iremos tan pronto esté mejor—mencionó.
—Señor, entiendo su situación, pero...
—Será lo mejor para todos—sentenció.
Liam salió de la casa molesto, seguramente Samantha compartía lo mismo, sólo que decidió tragárselo. Esa era su vida, su condición de bruja la convirtió en una fugitiva, de nada le serviría quejarse.
Subió a su habitación que dejaría de ser su refugio, alimentó a Prince y se echó en la cama, por primera vez parecía sentirse una joven normal que podía disfrutar de la escuela, de tener amigos, de estar... ¿enamorada?
El aire se agitaba y su tristeza se trasladó a una brisa que cubrió a Spring Hill.
Liam no podía evitar sentirse enojado, frustrado, si sus emociones se unieran a la naturaleza, lo más probable es que la ciudad acabaría siendo arrastrada por un terremoto.
No quiso llegar a su casa, se quedó a orillas del bosque, sorbiendo el coraje por la nariz, con el agua cayéndole por el cuerpo; no le molestaba, era parte de la chica de la que se estaba enamorando.
Sólo encontró una manera de desahogarse.
Lily y su equipo estaban en la sala discutiendo los últimos preparativos para la fiesta, empezarían a arreglar desde el viernes para así ahorrar tiempo.
—Yo abro—dijo cuando escuchó el timbre.
Se sorprendió de descubrir a Liam bajo el marco de la puerta, empapado completamente con un rostro desconsolado que no le vio desde la muerte de su abuela cuatro años atrás.
—¿Liam?
—Lily, te necesito—declaró con voz entrecortada.
Le bajó una toalla antes de dejarlo pasar y le pidió que lo esperara en la sala mientras le decía a los demás que la reunión terminó.
—Sí, igual les mandó por Facebook el resto de las cosas pendientes—indicó.
Liam seguía en ese estado, Lily permanecía a su lado, preocupada sin saber por qué.
—¿Qué te pasó?
—Es por Samantha—lloró.
Sin revelar toda la verdad, le contó lo que pasaba a su lado, el cómo la perdería sin tener una oportunidad de apreciarla.
Lily no sabía que decirle, en su papel de amiga nunca terminó en una situación similar, Liam botaba a chicas casi a diario y ninguna le causó ese efecto, en cambio, Samantha lo destrozó.
—¿Qué hago Lily?
—No lo sé.
Y era la verdad.
Lo abrazó y él encontró en la calidez de su amiga el consuelo necesario para liberar sus emociones.
Lily disfrutaba el momento, no le alegraba la tristeza de su amigo, pero el estar así con él, compartiendo algo tan íntimo y demostrarle que siempre estaría a su lado era como un sueño.
—Todo estará bien, ya lo verás—le prometió Lily.
—Gracias—le respondió un poco más tranquilo—. Eres una gran amiga.
No pudo evitar sentir una punzada por esta frase, deseaba ser más que la "amiga" comprensiva, que la mirara igual que a Samantha, que descubriera lo que en verdad significaba para ella.
Liam se quedó hasta muy tarde en casa de Lily. Ya eran más de las diez, estaban platicando en la sala, recordando buenos tiempos.
—¿Recuerdas a esa tipa con la que saliste?, ¿La de Nueva Jersey?—preguntó Lily.
—¿Gina?
—Cielos, no sé qué le viste—contestó—. Era tan desesperante. Y siempre masticaba con la boca abierta.
—No te imaginas las veces que me mordió mientras...
—Ok, ok, ok, demasiada información para una noche—lo detuvo.
La señora Bloom entró a la casa, sorprendida de verlos.
—Hola Liam, no te esperaba.
Se acercó a ayudarle con las bolsas que sostenía.
—Pasaba por aquí y decidí saludarlas—mencionó.
—¿Te quedas a cenar?—le preguntó.
—No, estoy bien.
—Anda y si quieres te preparo un filete.
Todos rieron.
—No, lo siento, pero prometo regresar pronto.
Caminó hacia la puerta.
—Nos vemos mañana.
—Ah... ¿Liam?
Él se detuvo.
—¿Sí?
—Bueno, me preguntaba si, si irás al baile.
Uno de los pactos más importantes de la amistad era que siempre serían pareja en las fiestas y eventos. Muchas fueron las veces que ambos llegaron a un sitio y robaban las miradas del resto.
Liam no estaba de humor para ir, pero la mirada de su amiga lo convenció.
—Claro, no me lo perdería por nada.
Lily suspiró de alegría.
—Cuídate—sonrió, ilusionada.
Se marchó, dejándola con una amplia sonrisa.
—Y bien, ¿qué tal tu día?—le preguntó su madre.
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HECHIZO
ParanormalLa lluvia no es muy común en Spring Hill, un bonito pueblo soleado, donde nunca pasa nada extraordinario, hasta que la llegada de Samantha Black, una enigmática chica, junto con su padre, parece estar relacionada con el clima y mantiene a todos intr...