Capítulo 15 Si no... te convertiré en mosca y serás la cena de Prince.

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PARTE TRES

LUNA MENGUANTE



El equipo entrenaba más duro para el siguiente juego, debían recuperarse de la derrota.

El entrenador dio unas palabras con nuevas técnicas, sentía que lo más importante era mejorar la defensa, los jugadores miraban atentos la estrategia que les explicaba, excepto uno.

—¿Dónde está Liam?

El capitán de los Osos de Ericksen conducía por el bosque, el señor Black estaba en la sala cuando el auto se estacionó delante de la verja, empezaba a molestarle ese chico.

Samantha también se dio cuenta de su invitado, así que bajó.

Liam sacó de la cajuela una caja de herramientas y se dirigió a la entrada, donde el señor Black ya lo observaba de mala gana.

—¿Se te ofrece algo?—le preguntó con una cortés hostilidad.

—Bueno, yo... yo quería ayudarlos con sus reparaciones—indicó.

El padre de Samantha frunció el entrecejo, su hija no tardó en aparecer aminorando la incómoda situación.

El señor Black lo miraba con desconfianza, pero aparentemente su hija estaba de acuerdo.

—Está bien—aseguró la muchacha.

Aceptó y abrió, dejando que Liam pasara a la casa.

Entraron a la sala, la recordaba muy vagamente por esa visión; en esos días, era una de las habitaciones que mejor arreglaron.

—Si quieres, el fregadero de la cocina está algo dañado—indicó ella.

—Bien.

Por suerte, Liam sabía varias cosas sobre reparaciones, desde pequeño ayudó a su padre con cualquier desperfecto que se presentara en la casa.

Miró el grifo y con una llave lo ajustó.

—Creo que quedó bien—se dijo a sí mismo.

Samantha lo condujo por diferentes partes de la casa, mostrándole más desperfectos, como puertas que no cerraban bien, ventanas atoradas, interruptores que no servían.

Liam abrió una puerta y encontró la habitación de Samantha, un sitio un poco carente de color, repleto de libros de diversos temas y una cama con sábanas azules, pocos adornos, pero los que había eran muy curiosos.

Monedas antiguas, un reloj de arena, un pequeño cofre que guardaba un par de accesorios, una guitarra en la esquina y por supuesto, a Prince encima de un buró y una montaña de ropa sucia sobre una silla.

—Lindo sitio—dijo.

—Gracias—contestó, apenada.

—¿Aquí necesitas que arregle algo?

—No, nada, el lugar está bien.

—Por cierto, prometo cuidar tu secreto—aseguró.

—Más te vale—Samantha fingió ponerse seria—. Si no... te convertiré en mosca y serás la cena de Prince.

Aunque se rio de la broma, Liam entendió que se trataba de una amenaza real, tanto que le provocó miedo la rana que soltó un "croac", como si ya saboreara a su futura víctima.

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