Capítulo 12 Todos necesitaba un buen lugar que llamar hogar.

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Samantha volvió a faltar a clases, su padre envió una carta justificando un resfriado, a nadie le pareció extraño, bueno, a casi nadie.

Por alguna razón, unos cuantos pensaban que era su culpa, debido a la manera en que se opuso al experimento, la profesora Hamilton también lo sospechaba, sin embargo, eso no tenía sentido.

Era una científica, debía pensar en base a los hechos, a la lógica.

La única explicación que encontró es que los frascos sufrieron alguna ruptura por la presión y eso los hizo explotar, aun así, sonaba descabellado; por los pasillos no se hablaba de otra cosa y en la sala de maestros, cada quien tenía su propia versión de los hechos.

—Saliste bien en televisión—el profesor Charles se acercó a la mesa con un café.

La profesora Hamilton apenas logró salir de sus pensamientos.

—¿Qué?

—Te vi en el noticiero—respondió.

—Ah, eso—sonrió, sonrojada—. No era mi mejor ángulo.

Rieron.

La entrevistó un reportero a ser la mejor testigo del suceso, aunque ella sentía que sólo dijo disparates.

—¿Conoces a esa nueva chica?, ¿Samantha?—preguntó la maestra.

El profesor de historia fingió que hacía memoria:

—Por supuesto, es una gran alumna.

—Sí, pero es algo extraña, ¿no?

—Si por extraña te refieres a que es aplicada, vaya que lo es—bebió un poco de café.

Las palabras que tenía sobre su alumna eran favorables, la apreciaba demasiado por sus buenas notas y la señorita Hamilton no podía negar que en su materia también era muy buena.

Lo que más preocupaba de su alumna era su actitud, retraída, tímida, no tenía amigos; no eran los únicos en la escuela que notaban esa actitud.

El profesor de historia escuchó atentamente el altercado que existió entre la maestra y la chica, no parecía nada fuera de lo normal, aunque si inexplicable lo que terminó pasando.

—No sé, quizá fue una simple casualidad.

—Una extraña casualidad—el profesor terminó su bebida y salió para iniciar sus clases.

Era viernes, sería el día donde la clase de historia se convierte en una batalla de preguntas y respuestas, aunque esta vez no fue tan emocionante, ya que, debido a la ausencia de Samantha, Lily no tuvo ningún rival y acabó con la competencia.

Recuperó el honor de ser la mejor alumna de esa clase.

—Felicidades señorita Bloom.

El profesor sacó de su maletín un pequeño libro verde con un aspecto antiguo que trataba diversos temas de la edad media.

—Bien, estudien mucho este fin de semana—comentó el maestro—. El martes habrá una prueba.

Todos salieron del salón.

—¿Listo para mañana?—Robin pasó al lado de Liam

—Ah... sí, eso creo... ¿Qué haremos?

—¿El partido? —señaló su compañero.

La vida de Liam estaba tan rara que olvidó por un segundo que enfrentarían a la escuela de Northside.

—Oh cierto, eso.

Robin no podía creer lo distraído que se encontraba el capitán del equipo.

—¿Seguro estás bien?—quiso saber el otro chico.

—Sí, sí, no pasa nada—trató de convencerlo—. Mira, mañana en el juego estaré al cien, te lo prometo.

Eso esperaba, por el bien del equipo.

El señor Black estaba en el primer piso de su casa, sacudiéndole el polvo a las paredes ya que la lluvia descansó ese día y no tuvo problemas, luego, al sacar la basura vio un auto acercándose.

Liam bajó, llevaba un regalo con envoltura roja, se notaba nervioso.

—Ah... buenas tardes, señor.

El padre de Samantha permaneció inmóvil, su opinión respecto a Liam no era muy diferente a la del otro día; desde su cuarto, Samantha miraba todo. ¿Qué hacía Liam?

—Pensaba ver a Samantha—dijo.

—Está algo enferma—mintió el padre.

—Bueno, venía a traerle esto, espero se recupere pronto y, bueno, mañana habrá un partido en la escuela y ojalá pueda asistir.

El semblante del señor Black no cambió para nada, era una roca firme con su desprecio por el chico.

—Tengo... tengo que irme.

Colocó el regalo en el suelo, sobre una roca esperando que así no se ensuciara con el lodo, se marchó; al padre de la chica le costó un poco agacharse a recogerlo, por suerte, Samantha llegó y tomó el obsequio.

Regresaron a la casa y lo abrió encima de la mesa en la sala, quedando al descubierto una pecera con una especie de terrario y un frasco verde, dentro encontró una nota.

"Todos necesitaba un buen lugar que llamar hogar.

PD: Espero le agrade la comida a tu rana, me dijeron que era la mejor"

Samantha sonrió y el cielo se esclareció un poco, bueno, las nubes seguían grises, pero no tan oscuras como antes.

Subió con el regalo y colocó dentro al pequeño anfibio que no se le despegó desde la tarde anterior.

La rana soltó su sonido y la chica le sirvió unos polvos que espació por el estanque, al parecer eran insectos deshidratados que parecieron gustarle a su mascota.

Quizá fue un gesto sincero, Liam se portó bien con ella desde el primer momento, además, ya habían pasado por varias cosas juntos, pensó que lo mejor sería hablar con él, después de todo, le debía una explicación.

Aunque eso la podría meter en problemas, en especial con su padre, no sabía qué hacer; pedirle un consejo no tenía sentido.

Tendría que esperar.


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