Capítulo 28 Qué Bonito Día.

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Gracias a su magia, Samantha convirtió la trágica noche en sólo un incidente sin importancia y sanó a Roman.

La fiesta se arruinó por la gran cantidad de agua que entró al gimnasio debido a la tormenta.

Lily miraba muy triste el desastre, aunque le decían que no era su culpa, no pudo sentirse desilusionada de que su evento quedara destrozado.

Liam fue llevado a la mansión Elfar, donde tanto la bruja como su padre se encargaron de curarlo en su sala, sus moretones y heridas se desvanecieron cuando le dieron un horrendo brebaje con aspecto viscoso.

—Ya te repondrás—aseguró el señor Black.

La lluvia era suave y delicada, apenas un rocío sobre las calles que se fue agotando al igual que la preocupación de Samantha.

—Gracias por todo.

—Tenía que proteger a mi princesa—mencionó Liam.

—Aún así es verdad lo que dijo ese cazador—el señor Black se sentó en el sillón al otro lado—. En poco tiempo vendrán más a buscarnos y nada los detendrá hasta dar contigo.

—Los estaré esperando.

Sobre el puño de Samantha emergió un destello verde.

—Tiene que haber una manera de detenerlos, ¿no?

Tras un largo suspiró, el padre sólo respondió:

—Lo dudo, además, puede que existan peores amenazas allá afuera y debemos estar preparados.

Samantha bajó el rostro.

Liam entendía bien, después de lo que pasó esa noche, quedarse podría significar riesgo para ella.

—Quizá, primero deberíamos terminar de arreglar esta casa—mencionó el señor Black—. No me gustaría irme así nada más.

La hija soltó una pequeña sonrisilla.

—Lo mejor es que vayas a descansar a tu casa Liam.

—Yo te llevo—se ofreció Samantha.

—Está bien.

Ya recuperado casi por completo, Liam se levantó y salió acompañado por Samantha, con un leve movimiento de mano sujetó su escoba y se ajustó encima, con el chico sujetándola por la espalda.

—¿Listo?

En realidad, jamás se acostumbraría a ese tipo de transporte, aunque no podía negar que a su lado se sentía muy seguro. Se elevaron por encima de los árboles y sobrevolaron Spring Hill, a pesar del frío aire, se sentían cómodos el uno con el otro, dándole un sentido más especial al tiempo que pasaban juntos.

Ahí arriba se sentían a salvo, lejos de los problemas.

Era una mañana gris como otras tantas en la ciudad, la gente parecía estarse acostumbrando a ese inusual clima fresco que cayó sobre el pueblo.

Lejos, cerca de la cima de una de las colinas, la joven Samantha Black y Liam Cooper trataban de arreglarlo; la chica usaba sus poderes contra esa cortina de espesas nubes oscuras.

Samantha lanzaba sus rayos mágicos y se concentraba lo mejor que podía para despejar el cielo, sentía un gran peso, como si tratara de mover el barco más pesado del mundo.

Tomó un respiro, apenas tenían unos minutos ahí, Liam se le acercó teniendo cuidado de no tocar el Libro de las Brujas que tenía sobre el regazo.

Samantha calmó su respiración entrecortada, las lágrimas no tardarían en resbalarle por los ojos, la impotencia y el coraje estallaron en relámpagos que retumbaban por todas partes.

—Tranquila, estaremos bien con un poco de lluvia, no te angusties—aseguró Liam.

—No es eso—sollozó—. Es sólo que (se miró las manos) sentir que no puedo controlar mis poderes es tan... tan...

El enfado se atoró en su garganta y no la dejó continuar.

Liam la tomó de las manos, aún cálidas por la energía de sus poderes y le sonrió, Samantha experimentó cierta calma cuando le acomodó el cabello sobre el flequillo.

El mundo desapareció, eran sólo ellos en medio de una serenidad que sólo les correspondía compartir.

No pudieron evitarlo, se sintieron atraídos y sus labios se encontraron en un beso que se extendió más allá de lo esperado.

Entonces, Samantha aprovechó esa felicidad y levantó ambas manos y su magia despejó al cielo, las nubes de tormenta que la acompañaron por tanto tiempo se esfumaron dejando pasar la luz de un sol resplandeciente que sorprendió a los habitantes de Spring Hill que no podían creerlo.

El azul del cielo volvió a coronarse encima del pueblo.

Samantha sonrió y Liam la abrazó para felicitarla.

Desde la ventana de la cocina el señor Black contempló el regresó de los días soleados y no pudo evitar preocuparse un poco.

—Qué bonito día—dijo Liam.

—Es verdad—respondió Samantha.

Y se dejó caer en los brazos del chico que la trató como a una muchacha normal, Liam la abrazó y justos contemplaron el cielo tan brillante, esperando que el resto de sus vidas fuera así de lindos como ese momento.

Podría ser que estaban equivocados. 

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