Capítulo 14: Verde y Llena de Verrugas.

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Perder un partido acababa con el ánimo de muchos en la escuela, al menos de los que les interesaba, porque Samantha esa mañana entró como si nada por el pasillo con otro de sus atuendos peculiares, el cabello recogido en una coleta y una chaqueta de mezclilla un tanto rasgada, sujetando su enorme libro y con ese gran collar bajo su cabeza.

La lluvia se calmó esos días, sólo dejó un par de nubes, la gente empezaba a sentir que no era normal tanto tiempo nublado, extrañaban el sol, en especial la señora Bloom que no sabía cómo mantener sus flores sin la luz necesaria.

Liam estaba en su casillero, arreglando sus cosas, aunque sus compañeros no se lo querían reclamar, sentía la culpa por la derrota.

—Hola Liam—le saludó Samantha.

Se sorprendió.

—¿Cómo seguiste?

El malestar se desvaneció, para la noche del sábado no quedó ni rastro de dolor y el domingo en la mañana, ya podía correr igual que antes; ese acontecimiento seguía asombrándolos, aunque en el fondo, sabía cuál era la razón.

—Ya mejor, gracias—respondió.

Con una sonrisa un tanto inusual, Samantha se apartó.

—Vaya viejo, la tienes donde la querías—comentó Robin.

Los abandonó para ir con ella, uniéndose a su caminar.

—Te vi en el partido.

—Sólo me quedé un rato—comentó ella.

—Permíteme ayudarte con...

Liam estaba por sujetarle los libros cuando su compañera se apartó violentamente, tanto que podría pensarse que la empujó.

—¡No!

Su voz llamó la atención de varios alumnos y maestros alrededor, los dos chicos quedaron en medio de un incómodo momento del que no supieron escapar, bueno, Samantha sí, porque huyó.

No se volvieron a ver hasta el almuerzo, cuando Liam entró a la cafetería y encontró a sus amigos en la misma mesa de siempre, pero al otro lado, cerca de la ventana, Samantha comía sola como siempre y ante los ojos de la escuela, el tipo más popular, capitán del equipo, el amigo de todos, pasó de largo para ocupar un lugar que nadie más quería.

—¿Puedo sentarme?—le preguntó.

Samantha alzó la mirada, no tuvo oportunidad de responder cuando él ya se sentaba en la silla y colocaba su charola en la mesa, Lily resultó la más sorprendida.

—Claro—titubeó.

Se acomodó un mechón de cabello que caía por su rostro y comió su emparedado al lado de Liam.

—Lamento lo de esta mañana—se disculpó.

—No, yo, fue mi culpa, perdón—trató de explicar.

La lluvia de esa mañana cesó.

—Por cierto, gracias por el regalo—dijo Samantha.

—Por nada, espero que le guste a tu rana.

—Prince—contestó.

Liam no entendió.

—Lo llamé Prince.

—¿Cómo el cuento del príncipe rana?

—Sí—respondió con una sonrisa.

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