Capítulo 1

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El reloj sonó a las 06:00Am, al igual que todas y cada una de las mañanas de ese año. Abrió sus ojos dorados, encontrándose, una vez más, con el techo blanco de su cuarto. Se sentó en su cama, estirándose un momento, mientras su mirada se perdía en alguna zona no identificada de la habitación.

Su ducha duraba alrededor de 15 minutos, tiempo con el que se sentía demasiado a gusto. Su desayuno, el cual consistía en un café con tostadas, era el mismo casi todos los días, salvo, por aquellos amaneceres en los que se levantaba con más hambre de lo habitual.

Se calzó su camiseta blanca y su pantalón holgado, acompañado de una sudadera, con las iniciales de su escuela bordada en su espalda, tomó su mochila y, como todos los días, a las 06:45hs, se encontraba rumbo a la estación de trenes, la cual quedaba sólo a dos calles de su hogar.

Su rutina, tan estructurada y metódicamente organizada, podría aburrir a cualquiera, sin embargo, Inuyasha se caracterizaba por ser un joven tranquilo, serio, al cual le desagradaban tanto las sorpresas, como los imprevistos, en la misma medida. Cada detalle tenía que estar preparado de antemano, de lo contrario, se aseguraba de alejarse lo más posible de aquello que se encontrara fuera de su zona de confort.

Con su móvil en mano y su relajante música sonando en sus oídos, se subió al tren, el cual, llamativamente, esa mañana se encontraba más vacío de lo habitual, a tal punto, que encontró lugar para sentarse, lo que no era muy habitual, menos a esas horas. Recostó su cabeza en el respaldar, mirando hacia su derecha, esperando que iniciara su marcha.

Abrió ligeramente sus ojos al sentir que alguien se acomodaba a su lado, sin embargo, no fue ese hecho puntual lo que llamó su atención, si no el perfume que llegó a su nariz. Una fragancia dulce, totalmente confortante, con un toque de cítrico, invadió sus fosas nasales, provocando que girara su cabeza, mirando al frente, al mismo tiempo en que, por el rabillo del ojo, trataba de observar a la persona a su lado.

No logró observar su rostro, sin embargo, por la ropa que vestía, supo que se dirigía a una universidad cercana a la de él, la cual se encontraba más adelante de la parada en la que debía descender. Además, notó que sostenía un libro y, por la cantidad de páginas que, se notaba que había avanzado, dedujo que, tal vez, se encontraba por la mitad de la lectura.

Desvió su mirada, concentrándose en su música y la rutina que tenia planeada para ese día, sin embargo, disfrutaba del dulce aroma que desprendía su compañera de asiento. Luego de unos 20 minutos de viaje, se puso de pie, acercándose a las puertas del tren. Por un instante, pensó en voltear y contemplar el rostro de la chica, sin embargo, descartó de inmediato esa posibilidad, después de todo, no ganaría nada con ello y tampoco le interesaba mucho que digamos.

Guardó su celular y sus auriculares, dirigiéndose a su instituto. Dos calles más tarde, en la entrada de la universidad, logró divisar a su mejor amigo, probablemente, esperando su llegada.

- 07:15, ni un minuto más - sonrió Miroku, guardando su celular en el bolsillo.

- Me conoces - sonrió - Lo que no entiendo, es que haces tú aquí tan temprano.

- Digamos que... logré dormir temprano anoche.

- Te dejaron plantado, ¿verdad?

- Así es - suspiró, frustrado - Pero no importa, tarde o temprano, ella caerá rendida a mis pies.

- Como digas.

Ingresaron al edificio, dirigiéndose directamente a la pista de atletismo, en dónde el profesor estaba preparando todos los elementos, para comenzar con el entrenamiento.

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Dios mío, no llegaré

Corría lo más rápido que podía, intentando alcanzar el tren, para llegar a tiempo a su primera clase, la cual comenzaba a las 07:30hs.

- No debí quedarme estudiando - se maldijo por lo bajo, mientras su cabello azabache se bamboleaba al ritmo de sus acelerados pasos.

Esquivó a vaya a saber cuantas personas, pero logró su objetivo. Subió al tren en el mismo momento en que sus puertas comenzaban a cerrarse. Suspiró profundamente, aunque en un tono poco audible, y miró a su alrededor. Para su sorpresa, había poca gente, por lo que, comenzó a caminar hacía el segundo vagón y, como si de una especie de atracción se tratara, posó sus ojos sobre aquella cabellera plateada que sobresalía visualmente.

Vaya, que cabello más extraño.

Pensó, dirigiéndose hacía él y sentándose a su lado. Pudo notar que el cuerpo del joven se tensó, lo que provocó que, sutilmente, dirigiera su cabeza al frente. Kagome sonrió internamente por aquella acción, después de todo, no poseía intenciones de incomodarlo, ni siquiera le interesaba saber más allá de lo que ya sabia: tenía una cabellera excelente.

Tomó su novela y la abrió en la página en la que había quedado el día anterior, sumergiéndose por completo en la fantasía de aquella historia trágicamente romántica, la cual era un sueño y una pesadilla al mismo tiempo. Había perdido la noción del tiempo, sin embargo, fue traída nuevamente a la realidad en el momento en el que el chofer nombraba la estación en la que debía descender.

¿En que momento aquel chico de linda melena se había marchado? No lo sabía, de lo único que estaba segura, era de que le quedaban cinco minutos para correr por la única calle que separaba la estación, de la universidad.

Ingresó al salón con la misma agilidad con la que lo había hecho en el tren y, para su alivio, la profesora aún no había llegado. Tomó aire, sintiendo que sus pulmones iban a secarse en cualquier momento.

- Tranquila, ya estas aquí.

- Sango - volteó, sonriéndole - Lo lamento, pero anoche...

- Lo sé, saliste con ese tipo misterioso.

- ¿He? - se sonrojó - ¡No! Decidí que sería mejor estudiar.

- ¿Le cancelaste? - su amiga abrió los ojos en señal de sorpresa.

- Bueno... era una cita a ciegas, organizada por Yuca - sonrió - ¿Crees que me habré perdido de mucho?

- No lo sé, espero que no - ambas rieron ante ese comentario.

- Kagome.

La morena volteó ante la dulce y seria voz que pronunciaba su nombre.

- Buenos días, Kikyo - le sonrió.

- Buenos días - miró a la castaña - Sango.

- Buenos días - le devolvió la sonrisa.

- Esta tarde tendremos práctica con el equipo, tienes que ser puntual.

- Lo sé - volvió a suspirar - Trataré de estar a tiempo.

- Por favor, es por el bien del equipo, te lo pido como capitana y compañera.

- Si, lo sé.

- Gracias.

Volteó, regresando con sus amigas, quienes se encontraban sentadas en la primera fila.

- Los intercolegiales se acercan - se quejó Sango, sentándose en su lugar - Que estresante.

- Estoy de acuerdo - se colocó a su lado - Los exámenes, las prácticas con el equipo y el la ayudantía en el hospital, me están matando... ni sé como tengo tiempo de recoger a Sota de sus clases de deportes.

Antes de que la castaña pudiera responder, la profesora ingresó al salón, al mismo tiempo en que todos los presentes, se ponían de pie.

- Buenos días niños.

- Buenos días, señora Kaede - respondieron todos al unísono.

DesconocidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora