Capítulo 40

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- Si no quieres que la jovencita salga lastimada, no opongas resistencia.

Aquella voz, susurrando firmemente contra su oído, provocó que liberara el agarre del cuerpo de su novia, mientras era semi arrastrado a través de la multitud. Pudo observar, con claridad, el rostro confundido de la mujer, a medida que se alejaba.

Miró a su "captor" encontrándose con que se trataba de la misma persona que había visto pasar frente a ellos en el parque, días atrás, mientras hablaban con Abi.

- Keh, debí imaginarme - pronunció - Dile a tu jefe que si se atreve a tocar a Kagome...

- Ya, ya - respondió con desdén - Guarda tus amenazas para cuando te encuentres con él.

Observó el agarre en su brazo, notando la seguridad que mantenía, asi como su masa corporal, la cuál le indicaba que, un intento de zafarse, acabaría en un inevitable fracaso.

Atravesaron la pista principal en dirección a una de las barras más alejadas, en dónde se toparon con una escalera de hierro completamente negra, sin iluminación, que se camuflaba perfectamente con la oscuridad de la zona.

¿Hay segundo piso?

Elevó su mirada, observando una especie de mini oficina, con un pequeño ventanal, el cuál asomaba una leve iluminación.

- Entra - Kyokotsu abrió la puerta - Sin quejas.

- ¿Y quién dijo que iba a quejarme? - lo miró desafiante, mientras se adentraba en aquel diminuto lugar.

Para su sorpresa, la habitación sólo contaba con una silla y una pequeña mesa, amén de un pequeño tubo de luz led, el cual, a duras penas, alumbraba media sala, sin embargo, se encontró con que, a través de aquella ventana, obtenía una amplia y, bastante clara, vista de la pista principal y las barras aledañas. Rápidamente buscó a Kagome sin éxito, provocando que sus puños se apretaran.

- Maldición - gruñó - ¿Dónde estás?

En ese momento, la puerta se abrió y sus orbes dorados se encontraron con los últimos ojos que deseaba ver.

- Maldita sea - bufó - ¿Cuántas veces tendré que lidiar contigo?

- ¿No estas feliz de verme?

- ¿Qué mierda quieres?

- No recuerdo que fueras tan grosero, mi amor.

- Ni se te ocurra... - apretó su mandíbula - Volver a llamarme así.

Ella ladeó su cabeza, sonriendo, al mismo tiempo en que daba un paso hacía él, provocando su retroceso.

- ¿Qué sucede? - no se detuvo - ¿Me tienes miedo?

- No quiero que me toques.

Ella lo abrazó, apoyando su cabeza en su pecho, el cual subía y bajaba, en una clara señal de que estaba intentando mantener el control.

- Abrázame - cerró sus ojos.

- Ni loco.

- Si no lo haces, buscaré a tu princesa y le mostraré el error que está cometiendo, al meterse al medio.

Frunció el entrecejo ante ese comentario y, con sus manos temblorosas, rodeó la cintura de la joven.

- Realmente harías cualquier cosa por esa mujer - sonrió, victoriosa.

¿Qué?

Abrió ampliamente sus ojos al notar la presión que los brazos del joven ejercían sobre su cuerpo.

- ¿Qué haces? - trató de alejarse sutilmente, sin embargo, no lo logró - Inuyasha... me lastimas.

Una energía electrizante, casi punzante, la atravesó en ese momento. Elevó su mirada, notando que los ojos dorados del joven se intercalaban con una especie de rayo rojizo, el cuál iluminaba su centro.

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