Capítulo 11

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Las tres jóvenes se encontraban paradas al frente de la puerta de entrada, mientras un emocionado padre, les sacaba mil fotos, con una amplia sonrisa.

- Papá... ya - pronunció sonrojada la castaña.

- Pero, Sango, jamás te he visto así - ignoró la petición de su hija.

La joven llevaba puesto un vestido strapples, color granate, largo hasta su rodilla, completamente ajustado al cuerpo, con dos mangas que cubrían por completo su antebrazo. Rin, por su parte, optó por un look un poco menos formal, con un vestido corto plateado y su cabello suelto, mientras que Kagome lucía un desopilantemente vestido largo hasta los pies, con un pronunciado tajo en su pierna derecha y un escote en forma de corazón, ya que había descubierto que las mangas de la prenda eran desmontables, aunque eso no la privó de las notables y brillosas telas que colocó en sus antebrazos, en cuanto a su cabello, elevó la mitad en una media cola, dejando caer el resto.

- Las tres se ven muy bonitas - pronunció Kohaku, mientras bajaba las escaleras.

- Vaya, hermano - sonrió la mujer - Es la primera vez que te veo en un traje como ese.

- Gracias - sonrió, incómodo - Es un poco extraño para ser sincero - aclaró su garganta - Señorita Rin, la jefa ya envió su auto, está esperándonos afuera.

- ¿Qué? - se sorprendió - ¿Tan pronto? Pero... ¿qué hay de..?

- Tranquila - intervino Kagome - Koga y Naraku pasarán por nosotras en unos minutos.

- Así es, puedes estar tranquila Rin, Kohaku no muerde - guiñó su ojo, al mismo tiempo en que recibía un codazo, fríamente calculado y disimulado, de su mejor amiga.

- Si que eres chistosa - el joven abrió la puerta, dándole paso a su compañera, para luego salir detrás de ella.

- ¡Sango! - le reprochó.

- Ay perdón, pero es que se ven tan lindos juntos, además, Rin es una gran chica, ella podría ser la indicada para mi Kohaku.

- Lo sé - sonrió - Hasta donde se, ella se encuentra soltera... quien sabe, tal vez, realmente algo pueda suceder entre ellos.

El celular comenzó a sonar en ese instante, avisando que los hombres habían llegado. Salieron afuera, encontrándose con una elegante limusina color negro y, en la puerta, ambos jóvenes sonriendo.

Koga llevaba un traje de etiqueta y camisa, completamente blancos, su cabello negro estaba elevado en una cola, resaltando su rostro y ojos azules, mientras que, Naraku había optado por un traje tradicional negro y su pelo, algo alborotado, recogido, dándole un toque de rebeldía, el cual fascinó a su compañera.

- ¿No somo las más afortunadas del mundo? - murmuró, mientras caminaban hacia ellos.

- Bueno... supongo - sonrió, algo incómoda.

Vaya, Koga se ve... bien.

- Cuando dije que serías la más hermosa de la fiesta, estaba completamente seguro de que no me equivocaría - se inclinó, besando su mano.

- Gracias - sonrió, sonrojada.

- Bueno, algunos diferimos con tu opinión, sin ofender Kagome - sonrió, repitiendo el gesto con la mano de Sango, sin apartar sus penetrantes ojos de ella.

- Ay Naraku - hizo un ademán con su mano, tratando de calmar su corazón.

Koga fue el encargado de abrir la puerta, dándole paso a Kagome, Sango y su amigo. Ambas parejas se sentaron juntas y enfrentadas, mientras el auto comenzaba su viaje.

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