Capítulo 3

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- ¿Por qué no estamos yendo a casa? - preguntó el niño, notando que se estaban desviando del camino.

- Porque ya es muy tarde - respondió, mirando su celular - Le diré a mamá que te llevaré a la práctica hoy, para que le avise al abuelo.

- Pero... debía ayudarlo hoy.

- Lo sé, Sota, pero ya estamos muy atrasados - lo miró - Lo lamento, pero puedes quedarte en las gradas.

- De acuerdo - suspiró.

Llegaron al centro, descendieron del auto e ingresaron rápidamente al edificio. Una nueva corrida le siguió hasta el campo de tiro con arco, especialmente preparado, para el enteramiento de las chicas.

- Kagome - sonrió la morena al verla ingresar.

- Lamento... llegar... - aspiró una pequeña bocanada de aire - Tarde.

- Oh no, no estas atrasada - miró su reloj - Tranquila, debes relajarte - palmeó su hombro, volteando y dirigiéndose a las demás.

- Gracias - sonrió, dirigiendo su mirada a su hermano - Sota - murmuró - Por allá puedes sentarte.

- Está bien, ¿quieres que sostenga tus cosas?

- ¿De verdad? Gracias - le entregó su mochila y se acercó al grupo de sus amigas.

- Bien chicas - pronunció Kikyo - Algo así se verá el recorrido del bosque, sólo que más real.

El campo estaba cubierto de réplicas de árboles, los cuales sólo las superaban por centímetros en altura y, escondidos entre ellos, se encontraban las dianas.

- ¿Sabes si los blancos serán animales? - preguntó Yuka.

- No creo - respondió Eri - Creo que serán las normales, el año pasado hubo quejas por usar figuras de animales.

- Eso no es muy bueno - se quejó Ayumi.

- Tranquilas chicas - intervino Kagome - Hace meses que estamos practicando, nos irá bien.

- Tiene razón - sonrió la capitana - Sólo deben concentrarse e intentar mantener la puntería, además de estar atentas si la diana está en movimiento o no.

- Son demasiadas cosas por recordar - sonrió, avergonzada Yuca.

- Para ti es fácil decirlo, Kik, tú y Kagome son las mejores en esto.

- Eso es mentira Eri - respondió la estudiante - Todas somos buenas, sólo... hay que estar tranquilas.

- De acuerdo - intervino la capitana - Tomen sus arcos, chicas, debemos comenzar.

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Su camiseta se encontraba pegada a su cuerpo, debido al sudor que emanaba. Su largo cabello plateado se encontraba elevado en una cola alta y sus ojos fijos en una de las paredes del campo. Sus movimientos eran tranquilos y rígidos, ya que se encontraba en estirando, para dirigirse a las duchas de la escuela.

Había decidido realizar un entrenamiento interválico, utilizando todo el largo y el ancho del mediano campo que le habían prestado, sólo para él. Durante esa hora, su mente había pasado por demasiadas cosas, desde la llamada de su hermano, obligándolo nuevamente, a hacer algo que no quería, hasta los exámenes que le quedaban por rendir, los cuales, estaba relegando, debido a sus entrenamientos para el intercolegial.

Estiró sus brazos unos treinta segundos y se dirigió a las gradas, en busca de sus cosas. Tomó su celular, encontrándose con un mensaje que no se esperaba para nada.

DesconocidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora