Capítulo 2

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El mediodía llegó rápidamente para el peliplata, quién solía sumergirse profundamente en sus entrenamientos, de tal manera, que inclusive se olvidaba hasta de sus amigos. Habían comenzado con atletismo, el deporte con el que iban a competir en los intercolegiales de la siguiente semana, luego, continuaron con una hora de fútbol y una hora de karate, la cual, llamativamente, resultaba ser la práctica menos interesante para él.

Salió de la ducha, dirigiéndose a los vestidores, en dónde, como siempre, Miroku estaba terminando de cambiarse.

- ¿Irás a clases, coqueto? - preguntó, colocándose su playera.

- Lo dudo - respondió, secando su larga melena - Totosai me dio permiso de seguir entrenando durante su clase teórica, quizás lo haga en otro lugar.

- Comprendo - sonrió - La super estrella tiene sus privilegios.

- Oye... - lo miró, frunciendo el entrecejo.

- Tranquilo... sólo estoy bromeando - puso su mano sobre la nuca, sonriendo - Tú sabes, que soy el mejor en karate - guiñó su ojo.

- Eso no te lo puedo discutir - volteó hacia su casillero, en busca de su remera.

- Avísame si pasarás por los apuntes - gritó el castaño, saliendo del lugar.

- Bien - murmuró el peliplata, terminando de vestirse y abandonando el establecimiento.

Subió al tren, en donde le esperaba un pequeño viaje de 20 minutos hasta la primaria en donde realizaba sus pasantías. Esta vez no tuvo tanta suerte como en la mañana, por lo que, tuvo que ir de pie. Se colocó sus auriculares y puso su lista de reproducción en modo aleatorio. Abrió ligeramente sus ojos al escuchar la primera melodía, la cual era la misma que estaba escuchando al momento en el que el dulce perfume de aquella desconocida había invadido su olfato. Cerró sus ojos, reproduciendo en su memoria, aquel aroma, el que, por alguna razón lo hacía sentir cómodo.

Pasó la mirada por los presentes en el vagón y su pecho se detuvo, en el momento en el que divisó a una chica, de espaldas y vestida con el mismo uniforme que la joven que se había sentado a su lado. No había logrado ver más allá de sus manos, por lo que, no tenía ni idea de como lucía su rostro o su cabello, sin embargo, se le hacía demasiado familiar. Disimuladamente, se abrió paso entre la multitud, acercándose con detenimiento, intentando volver a respirar aquella fragancia.

Se posicionó a su lado, pero el perfume que desprendía esa muchacha no era el mismo, por el contrario, era mucho más suave y, tal vez, un poco más floral, un poco dulce, pero no con la misma intensidad. La chica giró su cabeza, observándolo, al mismo tiempo en que una sonrisa se formaba en sus labios.

- ¡Inuyasha! - dijo con entusiasmo.

- ¿Kikyo? - respondió, un poco incrédulo.

- Si, ¿no me reconociste?

- No... lo siento.

¿Cómo era posible que no hubiese reconocido a la mujer por la que estuvo suspirando el último año? Es decir, a pesar de haberse mantenido en contacto con ella, luego de la fiesta de Suikotsu, nunca había tomado el coraje suficiente para pedirle una cita. Por un lado, moría de ganas de conocerla un poco más, y, por otro, quería terminar con sus obligaciones en la universidad, ya que se encontraba en su último año.

- ¿Vas a trabajar?

- Bueno, no es un trabajo como tal - sonrió - Pero si, voy a mi pasantía, ¿y tú?

- Tenemos práctica con el equipo - le devolvió la sonrisa - El director logró que nos prestaran el salón del centro deportivo, en donde se realizará el intercolegial.

DesconocidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora