capítulo 5

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Beatriz y Nicolas andaban entre los peatones, cuando ella le contó con voz entusiasta a su amigo sobre las cosas que había aprendido de Daniel. Apenas había terminado de hablar cuando se toparon con un hombre joven, vestido impecablemente, de espaldas a ellos. La posición ideal para ser la siguiente víctima del ladrón. Nicolas le sonrió a Beatriz y luego corrió directamente al hombre antes de robarle todo lo que traía con él.

—¡Mal parido! —gritó el hombre, persiguiendo a Nicolas.

Beatriz no se inmutó, en su lugar, corrió para doblar en una esquina y encontrarse con Nicolás. Al verlo aproximarse, le pidió que le entregara mitad de las cosas mientras se separaban, lo que causó que la víctima tuviera que decidir entre ellos dos. Sin embargo, fue Beatriz la elegida y pronto fue perseguida por el hombre. En ese momento, Nicolás apareció de la nada y lo golpeó, dejándolo tirado en el suelo antes de que ambos volvieran a correr.

—¡¿Qué parte fue la que no entendió, Nicolas?! —regañó, recuperando el aire—. Se lo dije, Nicolas, yo se lo dije pero no me hace caso. Ya no hay que lastimar gente.

—Perdóname, Betty —contestó—. Pero mire la plata, con esto don Roberto nos deja día libre.

—No sea estúpido. —Beatriz se marchó de allí y caminó sin saber dónde ir.

—Betty... Betty venga —llamó—. Perdóneme, ¿sí?

Luego de darle persecución por la ciudad durante lo que parecían eternas horas, Beatriz y Nicolas se detuvieron frente a una empresa. El nombre; Ecomoda, parecía muy familiar. Beatriz intentó alejarse del sitio, pero fue detenida por la mano de su amigo. Le comentó que esa era la empresa en la que ella había intentado trabajar anteriormente, y donde fue rechazada por fea.

—¿Esta no es la empresa en la que disque usted trabaja, Betty? —interrogó burlón, observando el nombre Ecomoda—. ¿La rechazaron por fea, no?

Cuando se oyó, Nicolas entendió lo que había dicho sobre ella, bajó la mirada a su rostro y al verla desanimada, unas lágrimas de empatía escurrieron por su rostro. Le tomó la mano, y le dio un fuerte abrazo. Al mismo tiempo, Beatriz trataba de escapar, pero no lo logró, y por fin se dejó llevar por el consuelo de su amigo. Entonces ella, no podía contener las lágrimas, y respondió de la misma manera.

—Estoy cansada de todo, Nicolas —confesó—. De mí, del pasado, de... De todo. Desde que mi mamá se murió yo siento que estoy sola, me siento sola...

—No diga eso Betty —interrumpió, abrazándola con más firmeza—. Me tiene a mí, a su papá. Nos tiene a los dos, y yo le prometo que jamás la dejaré sola, ¿sí me oyó?

Cuando Beatriz ya había recuperado la calma, se separó un poco del abrazo, y sintió los labios de su amigo en la frente. A pesar de que había un cariño entre los dos, los sentimientos eran más bien fraternales, pues la amistad los unía en un vínculo fuerte y amistoso. La forma en que se veían uno al otro, no era más que de una manera tierna cómo cualquier hermano ve a otro.

—¿Beatriz? —escucharon, y ambos voltearon a verlo—. ¿Qué hace tan encantadora dama por estos lares, ah? ¿Será que aspira a ser modelo de tan prestigiosa empresa?

—Freddy —contestó Beatriz, risueña ante el comentario de su compañero—. ¿Qué hubo? Tanto tiempo sin verlo, ¿cómo le va? ¿Qué tal su esposa, Aura María?

—¿Mi bellísima esposa? Magnífica como siempre —contestó, acercándose de manera divertida.

—¿Y usted que hace por acá? —interrogó Nicolas—. ¿No que estaba por allá en su pueblo? Cuénteme.

—En efecto, mi estimado transformer... Páse el número de su cirujano, ¿no? —respondió—. Bueno, lo que pasa es que... mi reinita perdió el trabajo, y allá en el pueblo nuestro estado económico... No fue muy bien que digamos, por eso mismo, buscamos trabajó por acá y esta maravillosa empresa me contrató.

—Bueno, Betty... Sí hay algo nuevo en esta empresa, es que ya no les importa la fealdad —interrumpió Nicolas, riéndose junto a Beatriz—. Oiga Freddy, ¿será que hay unas mujeres disponibles ahí?

—Déjeme le explico, transformer —habló Freddy, acercándose a su vez delante de una moto—. Esta es una empresa de modas, ¿lo entendió o me toca deletrear? Y para acabar mis magníficas palabras, significa que allá dentro hay mujeres... Pero unas mujeres que valen la pena de ver. Muy bien, que pena no seguir la charla pero me toca trabajar, chao Betty.

Beatriz vio cómo Freddy se alejaba de allí en su moto, y ella se quedó junto a Nicolas, frente a Ecomoda. Ambos miraron la empresa en silencio, con cierto sentimiento de nostalgia, sabiendo que aunque ya no fueran feos, ese lugar era y sería imposible para ellos. Aun así, en silencio, se sonrieron mientras se marchaban de allí con lentitud.

—Cuénteme, Betty. ¿Cuál es ese trabajo que no lleva a la violencia?

—Ah, sí. El que nos propone un señor llamado Daniel —contó—. Venga conmigo a la plaza, y aprendamos lo que él pueda enseñarnos. Se lo aseguro Nicolas, él es un perfecto ladrón.

—¿Y cómo sabe que no es alguien peligroso? Imagínese, Betty.

—No, no diga eso Nicolas. Ni más faltaba —contestó—. Según entendí, él controla las cámaras de toda esta zona y la de la plaza... Lo que quiere decir que, es un policía.

—¿Policía? —repitió entre risas—. Policía corrupto, Betty. Sólo a ese se le ocurre enseñar a un par de ladrones cómo robar sin violencia.

—Hm, sí —respondió—. Pero ese hombre no parece peligroso.

—No sea boba. —Nicolas dejó sus manos dentro de su bolsillo—. Mire a nuestro jefe, ¿sí vio que parece un hombre de los más buenos? Pues no, Betty. Un demonio se disfraza de santo, no se deje engañar.

—Precisamente por eso lo necesito conmigo, Nicolas.

Beatriz sabía que no sería fácil convencer a Nicolas, porque la decisión estaba completamente en sus manos. Pero, en algún rincón de su mente, sabía que él no la dejaría sola en un momento como ese, y así fue. Pese a que su amigo parecía no estar de acuerdo, aceptó la idea de Beatriz, y se volvieron a enfrentar las cámaras con una sonrisa en sus caras. Beatriz elevó su pulgar frente a la cámara, y esa sencilla señal, fue el inicio de una nueva vida.

El último robo | Beatriz Pinzón x Daniel ValenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora