capítulo 14

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Entonces, todo cambió drásticamente. Quizás fue la convivencia después del desastre, o la forma en que Beatriz estalló en carcajadas cuando, en una de las ocasiones en que Daniel le mostraba su comida antes de comerla, esta se le cayó antes de poder saborearla. Sin embargo, el ambiente tenso comenzó a aliviarse, convirtiendo la ira en risas, que aunque sólo fueran de Beatriz, también alegraban el humor de Daniel.

—¿Sí vio de lo que hablo? Su comida es tan peligrosa que tiene vida propia —bromeó, callando inmediatamente pensando que lo había arruinado nuevamente.

—No, es tan consciente que escapó antes de sufrir dentro de su boca —contestó—. ¿Puede creer que tampoco mi comida lo soporta, señor Valencia?

—Bueno... no cabe duda que lo preparó usted —respondió, enseñándole otro bocado antes de comerlo.

—Hablemos de arte, Beatriz —sugirió—. ¿Qué le pareció la última temporada de opera? ¿Cuál le gustó más, la de Berlín o la Scala de Milán? Y no, no la culpo que no le guste la...

—¡Espere! Me dejó dudando —interrumpió mientras pensaba—. Con todo respeto, pero es como si me diese la opción de elegir mi cabeza o el corazón... ¿Sabe qué? Me gustó más la Scala de Milán, y sé que la de Berlín puede ser mejor, pero vea, la Scala de Milán tiene mejor contenido de música clásica, todo allá luce increíble. Y sé que no tuve la oportunidad de ir para allá, pero estoy más que segura que... Ay que pena, ¿hablo mucho?

El rictus de Daniel la desconcertó, pues le recordó a las burlas de los que la habían molestado en el pasado, dándole más inseguridades de las que ya tenía. Cada vez que él la miraba con esa sonrisa de burla, pensaba en que sólo buscaba otra forma de humillarla, y esto la entristeció profundamente. Un momento antes había creído en su profesionalidad y simpatía, sin embargo, estuvo equivocada al creerle.

—No, Beatriz. Para nada, es más... Me sorprende que alguien como usted, le interese la opera —contestó de manera casual—. ¿De dónde sacó su gustó?

—De mi papá, no me va a creer si le digo qué intentó meterme a ballet, para así poder aparecer en alguna de esas dos grandiosas operas —contó—. Pero... Como todos, no fui apta ni para asistir a algún evento escolar.

Daniel no esperaba que la humildad con la que Beatriz hablaba de sí misma se diera en un tipo de plática tan natural. Su profundidad y desapego hacia lo que la había lastimado, sorprendió a Daniel. A pesar de que hacía lo mismo para liberarse de sus dolores, y lo que experimentó Beatriz era lo que él nunca había experimentado. De repente, dejó de lado su plato y se apoyó sobre las mesa, buscando inclinarse un poco a ella.

—¿Por qué dice eso, Beatriz? No parece ser un problema para el prototipo que busca el ballet.

—Bueno... Lo que pasa es que, como me ve, yo nunca fui así —respondió—. Antes de todo, de los robos y la plata... Señor Valencia, yo era fea.

—¿Tanto como para ser rechazada de sus actividades escolares? Lo dudo mucho —agregó, observando que ella se levantaba—. ¿Para donde va?

—Permítame le enseño, mi bolso está en la sala y ahí está mi foto —informó—. Para que vea cuál fue mi problema por años.

Daniel se quedó en silencio, bebiendo su café. Y había entendido que esperar a que Beatriz regresara era la mejor opción, pues deseaba escuchar más de esa mujer, que poseía la habilidad única de reírse de sus propias penas. A pesar de su postura tan dura y fría, sentía una gran curiosidad y un anhelo de saber más sobre ella.

—Mire... —dijo Beatriz mientras se sentaba y le entregaba su pequeña foto—. Esa mujer de ahí, soy yo.

Daniel seguía examinando la foto, pensando que si la hubiera conocido cuando estaba fea, quizás también hubiera sido como todos los demás, burlándose de ella por esa ropa tan ordinaria, y la absurda cantidad de bello en su cara. Ahora, al verla con los ojos de un adulto, sintió una extraña empatía hacia Beatriz. Estaba impresionado, posiblemente por su cambio radical, o el hecho de aguantar por tanto tiempo cargar con el peso de ser carente de belleza.

—Como verá, jamás tuve la oportunidad de trabajar para Ecomoda, a nadie le importaba cuanta experiencia tenía o la cantidad de títulos que podría cargar —agregó—. Siempre la belleza opacaba a la fealdad, y fue por esa razón que Patricia Fernández ganó el puesto que por derecho me pertenecía.

—Bueno, no los juzgo Beatriz... Es más, diría que si, por algún motivo, hay una posibilidad de que exista algún otro multiverso, allá también la rechazarían por fea —confesó, agregando un poco de silencio—. Pero... Yo la contrataría. Acá y en todos los multiversos que pueda imaginarse, y le confieso algo, también me reiría de usted con su apariencia del pasado, pero aún con su fealdad, no sería tan tonto de perder una mente tan brillante.

—Usted me confunde mucho, señor Valencia —respondió entre risas—. No le entiendo, ¿intenta halagar, ofender o burlar mi antigua imagen?

—Tómeselo como quiera, Beatriz. —Mientras Daniel le devolvía su foto, bebió el último sorbo de su café—. Eh, gracias por el desayuno. Pero hágame el favor de limpiar todo, y las sobras... Déselo a su amigo el indigente.

Luego de terminar de desayunar, Daniel se dirigió a su habitación. Sacó su abrigo y su reloj, y al ver la hora se dio cuenta de que ya era tiempo de ir a trabajar. El simple hecho de haberse tomado unos minutos para escuchar a Beatriz, le había distraído de su trabajo y de la realidad que lo rodeaba. La conversación que llevaron había resultado extraña, aunque también fue bastante interesante.

—Ya me voy, Beatriz. Cierre la puerta cuando salga, y al volver haga lo mismo —informó, abriendo la puerta antes de dejar las llaves en su lugar—. Ah, y ábrame la puerta a las doce de la noche.

Mientras escuchaba las pisadas de Daniel y el sonido de la puerta cerrándose, Beatriz se quedó en la cocina con los pensamientos de lo que acababa de ocurrir. Se sentía halagada por el hecho de que Daniel le hubiera dado las llaves de su apartamento, pues ella nunca se esperaba algo así. Su confianza, y la manera en que la había escuchado, resultó ser una acto muy conmovedor a su persona.

El último robo | Beatriz Pinzón x Daniel ValenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora