Cuando Beatriz y Nicolas llegaron, tocaron el timbre y esperaron, pero lo que no esperaban era que Daniel se acercara desde atrás y que pudieran ver lo pálido que estaba su rostro. Tenía los ojos brillantes y sus labios muy blancos. Mientras tanto, nadie dijo nada y se dirigieron a la sala de vigilancia. Una vez dentro, ambos observaron las variedad de pantallas que había enfrente de ellos. Daniel se sentó en su silla, reposando su brazo en la mesa. Y un silencio incómodo se apoderó de la habitación, pero eso no duró mucho, pues poco a poco, Beatriz comenzó a hablar acerca de lo sucedido en el día.
—Acá esta su parte, señor Valencia —dijo Beatriz, entregándole lo suyo.
Daniel recogió el dinero de la mesa y lo contó con mucha lentitud. Lo hizo con esfuerzo, porque las heridas de su brazos le resultaba muy dolorosas. Y, cuando terminó de contarlo, se dio cuenta de que no era ni una fracción de la cantidad que necesitaba. De pronto, todos sus sentimientos reventaron en una inmensa angustia y desesperación, una mezcla de sentimientos muy desagradables para él.
—Es muy poco, Beatriz —respondió enfadado—. ¿Qué estuvieron haciendo, ah? Par de payasos, ¿se quedaron a entretener a ese otro desgraciado de allá?
—Oiga, respete vampirin —interrumpió Nicolas—. Esta cantidad es mucho más de lo que cree, e hicimos nuestro más grande esfuerzo porque..
—¡Entonces hagan más esfuerzo del hablan! —interrumpió exaltado—. Desde ahora, deben conseguir un millón diario.
—¡¿Un millón?! Pero eso es el tiple de lo que conseguimos por veinticuatro horas —replicó Nicolas—. No, ¿acaso se volvió loco?
—Es posible conseguirlo, pero eso implicará saltar su momento de comida, Nicolas —comentó Beatriz, extrañada por el comportamiento de Daniel—. ¿Para qué necesita tanta plata, señor Valencia?
—Eso a usted no le incumbe, Beatriz —respondió Daniel, levantándose de su silla—. Devuélveme mis llaves, ahora.
Daniel ya había recibido unos cuantos golpes por parte del líder de los ladrones, pero lo peor era que no tenía sus heridas tratadas. Se quedó solo en su apartamento sin las llaves, y no tenía otra opción que irse directamente al hospital. Al llegar, tuvo suerte, y pudo entrar en el lugar antes de que las enfermeras lo detuvieran allí para tratarlo con más profundidad, luego se escapó tan pronto le envolvieron su brazo luego de curarlo.
—¿Cómo así que llaves? ¿Usted se estuvo quedando con este tipo, Betty? —preguntó Nicolas, desconcertado.
—Nicolas, yo...
—Beatriz, deme mis llaves —interrumpió Daniel, estirando su brazo a ella—. Ahora, es una orden.
—Señor Valencia, déjeme lo acompaño. Yo le prometo que sacó mis cosas de allá y me voy, por favor —respondió ella—. Le doy mi palabra.
Daniel consideró eso por un momento, pero cuando intentó pensar mejor la situación, sintió que una ola de ira se extendía por todo su cuerpo. Respiró hondo para intentar calmarse, y luego tomó su abrigo y salió de la sala. Esperó afuera del lugar a que salieran, y cuando vio el auto de su chofer, corrió hacia él sin poner atención a las quejas de Nicolas. Le ordenó a Beatriz que subiera, y pronto se fueron para su apartamento.
—Señor Valencia... ¿Se encuentra usted bien? —preguntó Beatriz, cerrando la puerta—. Está muy pálido, parece un fantasma.
—Es mi problema, Beatriz. Guarde sus cosas y váyase —ordenó sin mirarla—. Pero rápido.
—No... —respondió, pero fue interrumpida por la mirada amenazante de Daniel.
—¿Qué dijo, Beatriz?
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El último robo | Beatriz Pinzón x Daniel Valencia
Random(Yo soy Betty la fea): Un extraño encuentro entre un retraído y amargado policía llamado Daniel Valencia y una bella e inteligente ladrona que caía cada vez más en el vicio de los crímenes. Pronto, esa amistad extraña y problemática acabaría transfo...