capítulo 20

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Beatriz se acercó lentamente hacia Daniel, tomándole el brazo con suavidad, y marcando con un dedo el lugar exacto de la herida. Su tono de voz mostraba una curiosidad y una preocupación, y quería saber lo que le había pasado a este hombre, y por qué ese señor, Juan Manuel, le había hecho esto.

—Beatriz, váyase —ordenó, soltando su agarre—. Lo que me pase o no, es algo no debe importarle.

—Explíqueme, ¿por qué ese señor le tiene tanto odio? —interrogó—. ¿Qué le hizo? Cuénteme, y yo le prometo que no volveré a molestarlo. También le prometo que lo de nosotros será solamente laboral.

—Mire, Beatriz... ¿Sabe lo que es capaz de hacer una persona por la plata? Todo, todo lo que esté a su alcance —contó—. Yo tuve plata, mucha. Pero no me bastaba, yo quería más, y me ganó la avaricia. ¿Ya lo entiende o se lo explico con manzanas?

—Sí, sí le entiendo —respondió—. ¿Pero entonces le robó?

—No, Beatriz. No le robe nada, al menos, no a él —continuó—. Muy bien, Beatriz. Váyase, su novio la está esperando.

Daniel se alejó de Beatriz y salió del taller, necesitaba cambiar de aire, y un espacio para pensar. Estaba agotado de todas las cosas malas que le ocurrían, y necesitaba un respiro. Estaba cansado de desear a esa mujer, a Beatriz, porque la deseaba más de lo que había deseado a cualquier otra. Si estuviera más tiempo junto a ella, no podría evitar besarla, marcarla como suya hasta que se le quedara grabado.

Y Aunque se sentía tentado a darle un beso, no podía permitirse dar un paso más. Sabía que lo mejor era alejarse de Beatriz, porque estaba decidido no arrastrarla a una relación arriesgada, que la someta a perder su vida sólo por estar con él. A pesar de que luchaba con su autocontrol, Beatriz no lo ayudaba, y eso comenzaba a molestarle.

—Señor Valencia...

—¡¿Qué quiere, Beatriz?! ¿Qué parte fue la que no entendió, ah? Váyase, vá-ya-se —repitió—. ¿O será que busca una tarjeta con las indicaciones? No, ya sé. ¿Creyó que yo la amaría? Se equivoca, ya obtuve lo que quería... Ya la probé, la bese, tuvimos sexo. Pero qué le quede claro, de ese límite usted y yo jamas pasaremos.

Al ver las lágrimas en los ojos de Beatriz, Daniel sintió un dolor en su corazón, una verdadera herida en su ser. Sabía que las lágrimas que vio eran culpa suya, pero también que todo lo había hecho, fue porque quería asegurar el bienestar de Beatriz. Él conocía los peligros de estar a su lado, y más allá de arriesgarse a herirla, prefirió mil veces su odio a tener que verla muerta ante sus ojos.

Beatriz, que desconocía la verdadera razón de Daniel, pensó que él no la amaba. Que no había hecho todo eso con la mejor intención, sino que realmente no sentía nada por ella. No podía entender que todo había sido un esfuerzo por mantenerla a salvo, porque tenerla cerca era un riesgo demasiado grande. Ella no conocía la forma en que Daniel la amaba, y era su desconocimiento la verdadera razón de su dolor.

Pero en lo más profundo de su corazón, Beatriz presentía que algo más sucedía detrás de todas esas palabras hirientes. Lo creía así, porque amaba a Daniel lo suficiente como para enfrentarlo una vez más, incluso tomando su rostro para besarlo, con lágrimas brotando de sus ojos. Sin embargo, al sentir que Daniel correspondía al beso mientras la abrazaba fuerte por la cintura, no pudo imaginar más que puro dolor estando a su lado. Entonces se alejó y huyó lejos de él, llorando por haber sido tan ilusa.

Una vez que Daniel ya no pudo ver la silueta de Beatriz, acarició sus labios suavemente, como si el beso de Beatriz aún estuviera grabado en ellos. Sin embargo, después de quedar absorto por unos segundos, llamó a su chófer para que lo recogiera. Sentía la necesidad de regresar a su apartamento para descansar un poco más. Porque tantas emociones, lo agotaban más que cualquier trabajo.

Mientras Beatriz, Nicolas y Armando seguían con el plan, cada vez con más astucia y rapidez. Pasaban como si fueran sombra, asegurándose de no dejar pruebas, y cuidando de no hacer el más mínimo ruido en las calles. Una vez terminaban con zona A, continuaban con zona B, sin darle ningún descanso a sus cuerpos. Cada segundo perdido sería una total pérdida. Los tres no se atrevían a parar ni un solo instante, a pesar de su cansancio y agotamiento. A pesar de sus músculos tensos y empezando a tener dolor. A pesar de todo, mantenían la misma intensidad, convencidos de que su éxito dependía de una ejecución perfecta.

—Betty, cuénteme. ¿Qué le dijo ese tipo? —preguntó Nicolas, huyendo con ella mientras Armando distraía a otra víctima más.

—No que, pues como le parece que me haya dicho que no me amaba pero después me aceptara el beso.

—¡¿Lo besó?! Pero usted es tonta o qué, Betty —exclamó, guardando una billetera—. ¿Cómo se le ocurre besarlo?

—Sí, ya sé. Por eso mismo salí casi corriendo de allá —continuó—. Sentí que un sólo segundo más ahí, significaba más dolor para mí.

—Oiga, Betty —interrumpió Armando—. Distrae a los señores más que yo con esa falda suya.

—¿Cuál es el problema? —preguntó Beatriz—. Que miren si quieren, que total ellos pierden todo.

—¡¿Qué mira, hombre?! —dijo Armando, empujando a un señor—. No hay respeto, imbécil.

—¿Imbécil yo? No marica, ¿y qué me va hacer por mirarla, ah? —preguntó el señor, empujando a Armando—. Ah, ah. Se cree muy macho, ¿es que le trae más ganas que yo?

—¡No sea imbécil! —respondió Armando, golpeando al señor.

Armando, por un momento, olvidó sus tareas, y empezó a pelearse con uno de los habitantes de la zona. La pelea se convirtió en un atractivo para todo el público, que empezó a rodearlos. Tomando la oportunidad, Beatriz y Nicolas pudieron robar a los espectadores sin que nadie se diese cuenta, pero cuando la pelea terminó, Armando salió corriendo detrás de ellos mientras se reía por su victoria.

—Mucho teatrito suyo, frentoza —dijo Nicolas.

—¿Pero ganaron plata, no? —respondió, limpiándose la sangre de su labio.

El último robo | Beatriz Pinzón x Daniel ValenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora