capítulo 24

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Durante toda la noche, Beatriz lloró entre las sábanas de Daniel, pensando en cómo todo podría haber sido diferente si hubiese podido ganarse su amor. Pero no era así, y ella finalmente cayó en un sueño de más tristeza, y mientras dormía, buscó un lugar donde anidar su corazón en aquella habitación extraña, lejos de su hogar. Pero al despertar, sintió que la presencia de Daniel la acompañaba, sin embargo, lo único que había era su olor impregnado en toda la cama.

Cuando se despertó, se levantó para ducharse y vestirse, tratando de no usar nada de la casa, pero después de cambiarse, se acercó a la cocina, buscando algo con lo que prepararse un café. Y cuando llegó, sobre la mesa, encontró una frutera repleta de manzanas, arándanos y peras, además de otras frutas escondidas detrás del resto. Beatriz sonrió de manera triste, porque imaginarse a Daniel comprando frutas por ella, fue como una pequeña cura para su corazón.

Tras observar las frutas sobre la mesa, se dio cuenta de que el timbre de la casa sonaba. Ante la curiosidad, caminó hacia la puerta y cuando la abrió, se encontró a Freddy, su amigo el mensajero de Ecomoda. Y en las manos del joven mensajero, había un hermoso ramo de flores, lleno de colores maravillosos, pero al momento de ver el regalo, Beatriz sonrió ampliamente.

—¿Cómo le va, mi estimada y grandiosa amiga? —saludó Freddy—. Deme el honor de sostener este ramo en sus bellísimas manos.

—¿Qué significa esto, Freddy? —preguntó risueña, sosteniendo el ramo.

—Primero, hágame el favor de leer esa pequeña tarjetica, escondida entre esas hermosas flores —respondió, señalando las flores—. Y responda lo que esté escrito allí, con un sí o un no. Con su respuesta, le mostraré otra sorpresa.

Beatriz negó de forma juguetona mientras extraía la tarjeta oculta entre las flores. Al abrir la tarjeta, esperaba encontrar algunas palabras escritas con la tipografía característica de esos mensajes. Sin embargo, se sorprendió al descubrir una caligrafía hermosa que decía: "¿Tendrá paciencia?".

—¿Quién me envió esto, Freddy? —preguntó intrigada.

—Me encantaría ser yo quien se lo diga, pero lo único que puedo hacer es entregarle su sorpresa. Pero... La sorpresa se ajustará acorde sus palabras.

—Bueno, Freddy —respondió entre risas—. Entonces mi respuesta es... Sí.

—¡Que maravillosa respuesta! —exclamó, pero se calmó—. Bueno, mi estimada Betty, yo acá... Le entrego su segundo paquete.

Beatriz observó que Freddy sostenía algo a su lado, y al percatarse de ello, primero divisó un brazo y luego observó la figura completa de Daniel. Él la miraba de una manera que jamás había imaginado, mientras sonreía con su clásica expresión burlona. Sabía que esa sonrisa, se debía a la expresión de sorpresa que ella había mostrado.

—¿Daniel? —susurró, sintiendo que su corazón saldría de su pecho.

—¿Cómo está, Betty? —saludó, acercándose para abrazarla.

—Que bonitos —dijo Freddy, sollozando por el momento, pero Daniel lo miró—. E-eh bueno, mi parejita de amor. Freddy Contreras se va... Porque me toca vivir.

Cuando Freddy se fue del apartamento, Beatriz sonrió ampliamente y nuevamente abrazó a Daniel. Sintiendo que en ese momento, su corazón estaba listo para entregarse a él. Mientras Daniel cerraba la puerta detrás de sí, aún abrazados, tomó el rostro de Beatriz y la besó como tanto había deseado. Fundiéndose en un beso apasionante, que decía y explicaba más que mil palabras.

—Me dijo... Betty —recordó mientras se separaba—. ¿Es usted el verdadero Daniel Valencia?

—¿Me vio cara de payaso? —preguntó, adentrándose al apartamento—. Necesito bañarme, llame a su amigo el indigente y dígale que hoy no se va.

—¿Por qué? —preguntó, oliendo las flores antes de dejarlas sobre la mesita de la sala.

Mientras Beatriz admiraba las flores, Daniel se desató la corbata y se acercó a Beatriz por detrás, apoyando su pecho en su espalda antes de besar su cuello con deseo, de una manera lenta y suave, sosteniéndola por la cintura para que no se moviera.

—Porque hoy la quiero para mí —susurró en oído—. Ponga sus flores en agua, Betty. Yo me voy para el baño.

Beatriz tomó el ramo de flores y se dirigió al lavabo de la cocina, para llenar una vase con agua y luego colocarlo en el centro de la mesa. Después, con cierto nerviosismo, decidió dirigirse a la habitación de Daniel, y cuando oyó el agua del baño corriendo, se quedó un momento parada en la puerta. Se preguntó si debería esperar afuera o si debía entrar con él, pero jamás supo de dónde sacó la osadía de entrar, no sin antes desvestirse fuera del baño.

Beatriz entró en el baño y cerró la puerta con cautela, observando la silueta de Daniel a través del vidrio empañado. Se acercó a la ducha, sintiendo como el vapor del agua cálida le bañaba el cuerpo, y, con mucha delicadeza, se metió al lado de Daniel. Ambos se fundieron en un abrazo íntimo, en medio de la ducha, en el silencio y la paz de aquel apasionado momento.

Sintiendo las caricias que sus cuerpos anhelaban, notando la naturalidad de sus reacciones, reclamando sentirse uno con el otro. Daniel cargó a Beatriz, apoyándola contra la pared mientras ella rodeaba su cintura con sus piernas, aferrándose a él para no caer. Sellaron su conexión con un beso lleno de reclamo y posesión. Dejándose llevar por sus propios sonidos, y el agua chocando con el piso mientras sus besos se volvían constantes.

Mientras ellos disfrutaban de ese momento, entregándose debajo de esa lluvia artificial, dos personas aguardaban a Beatriz en "el sitio" acordado para reunirse. Pero beatriz olvidó un pequeño detalle: llamar a su amigo e informarle que ese día no iba a poder aparecer.

—¿Qué pasó, Nicolas? —preguntó Armando, preocupado—. ¿Para donde se fue, Betty? ¿Será que le pasó algo? No, no, no... ¡Que cosas digo!

—¡Callese, frentoza! —ordenó, llamando a Beatriz—. No, no me responde. ¿Qué cree que habrá pasado?

—No sé, ¡no sé!, ¡¿me vio cara de adivino o qué?! —respondió alarmado—. ¡Las cámaras! Nicolas llame al idiota ese, tiene que estar vigilando las cámaras. Pregúntele para donde se fue Beatriz, ¡pero ya, hombre!

—Eh, calmado, calmado y respete, que yo no soy ninguna mujer suya para que me ande gritando —contestó, marcando a Daniel—. No pues, el vampirin tampoco contes-... Ah, ya sé para donde se fue.

—¿De qué habla! ¡Hable, no sea imbécil!

—¿Para donde más, ah? —respondió, guardando su teléfono—. Vamonos a comer algo, ese par ya se reconcilió. Seguro que están allá en su "nido de amor".

El último robo | Beatriz Pinzón x Daniel ValenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora