Aunque no lograron llegar al millón, la cantidad de dinero que habían obtenido era mucho más de lo que se esperaban. Tan contentos estaban, que decidieron ir a celebrarlo, y se fueron de fiesta toda la noche. Sin preocuparse por lo que sucedía a su alrededor, o por los problemas de la vida. Tan despreocupados y felices estaban con el éxito de su plan. Que durante horas se divirtieron entre sí dejando las diferencias de lado.
—Miren quién se apareció —Escuchó Armando, volteando para ver a la persona—. Pero si no es nada más y nada menos que Armandito.
—¿Qué quieren? —preguntó Armando—. No estamos robando en su zona, ¿qué se cree?
—Sí, ya sé —respondió el hombre—. Pero sigue siendo nuestro territorio, ¿o no? Bueno, bueno, pero miren que encantadora mujer. ¿Por qué no la presenta, hombre?
—¡Silencio, Calderón! Silencio porque le juro que le parto la cara —respondió, tomando del abrigo a Calderón—. Váyase, usted y yo no tenemos ningún problema, no venga a crear uno.
—Suelteme, imbécil —ordenó, y Armando lo hizo—. Estar en nuestra zona tiene un precio, ¿me oyó?
Calderón señaló a sus amigos, y estos le arrebataron el dinero a Armando. Y a pesar de que Armando intentó empujarlo, en vano, Calderón dio la espalda y se marchó. Sin embargo, no sabía que Armando le había sacado toda la plata durante el empujón. El sentimiento de frustración y odio en Armando, era mayor, y deseaba cobrar venganza por todo lo que le había pasado, sin embargo, se calmó y le enseñó la plata recuperada a Beatriz.
—¿Quién era ese señor? —preguntó Beatriz, bebiendo un poco de su jugo.
—Mario Calderón, un tipo que trabaja para Juanma —contó—. Pero tiene razón, Beatriz. Estamos en su territorio, procuren no robar nada por acá.
—No, ni más faltaba —respondió ella—. ¿Y cómo sabe la regla de los dos dedos como pinzas? Porque ese señor no notó que le quitó la plata.
—Bueno, Betty... Toda estas lecciones que le enseñaron, yo di la idea de crearlas, pero Daniel las llevó a cabo —contó—. Fuimos los primeros en robar de esa manera, como fantasmas. Y fue ahí que me comprometí con Marcela... Para convencerla de unirse a nuestro grupo como distracción.
—¿Pero con el compromiso? No pues, muy descarado —habló Nicolas—. Oiga, Betty. ¿Qué hora es? Esta siendo como tarde, ¿no?
—Son las diez, Nicolas —respondió ella, viendo su reloj.
Cuando la noche se iba acabando, Armando se despidió de Beatriz y se marchó en su coche. Mientras, Beatriz y Nicolas decidieron quedarse un poco más frente al bar. Le contó a Nicolas la situación en la que se encontraba, y que de momento no tenía ningún lugar para refugiarse. Sintiéndose desesperada, no sabía qué hacer.
—Mire, Betty... Yo hablé con su papá, oiga él lloró frente a mí cuando le hable de usted —contó—. Me pidió que la regresara a casa, ¿pero va a volver?
—No, Nicolas. Prefiero dormir en la calle, imagínese, él no me deja salir hasta que yo envejezca.
—¿Entonces qué va hacer, ah? En mi casa no puedo llevarla, porque le va a tocar dormir conmigo —informó—. Y bueno, ya sabe Betty. Con la enfermedad de mi mamá, no es sencillo traer visita para allá.
—Sí, ya sé Nicolas. Pero no se preocupe, que yo consigo algo —Beatriz le sonrió—. Vaya y descanse, ¿sí? Yo le prometo que voy a estar bien.
—No, Betty. No voy a dejarla sola, ¿para donde la llevo?
—Para ningún lado, váyase Nicolas. Cuide a su mamá que ya esta siendo tarde, no sea terco.
Nicolas se sentía preocupado por la situación en la que se encontraba Beatriz, por lo que le ofreció llevarla a un lugar más seguro, en donde pudiera quedarse la noche. La convenció, y ambos se encaminaron hacia la plaza, donde Nicolas le entregó parte de su dinero, acompañándola con unos amables y cariñosos deseos de que la guardaran bien.
—Gracias, Nicolas.
—¿Segura que no quiere irse con su papá? —insistió, pero ella negó—. Bueno, Betty. Por favor cuídese, si ve a un tipo, usted corra y no se le enfrente.
—Sí, Nicolas —respondió entre risas—. Yo voy a estar bien. Además, Daniel aún no sale de su trabajo, voy a estar vigilada por unas horas.
—Chao, Betty —respondió, abrazándola con cariño—. Le prometo que mañana me aparezco acá muy temprano, y si no la encuentro, la busco hasta el fin del mundo, ¿me oyó?
Cuando Nicolas y Beatriz se soltaron del abrazo, Nicolas le dejó un dulce y tierno beso en su frente, luego se despidió con una cariñosa palmadita en el hombro, y se dio la vuelta para dirigirse a su coche. Mientras, Beatriz se quedó parada, viendo cómo se alejaba y una sensación de vacío tomaba su interior. No sabía a dónde ir, ni tenía ganas de regresar a su hogar. Estaba tan cansada y sin fuerzas que se sentó en un banco. Su rostro estaba lleno de tristeza y desánimo, y no sabía cuál sería su siguiente movimiento. La soledad, la inseguridad y la preocupación la acompañaban.
Beatriz sabía que no había nadie observándola, tampoco en las cámaras, pero aun así la idea de estar sola le resultaba difícil de aguantar. No había forma de tranquilizarse en esa plaza, y se esforzaba en dormirse en el banco, en donde se sentía fría y desolada. Finalmente, se dejó acariciar por la luna y las estrellas, quienes eran la única compañía que le podían ofrecer.
Y desde la distancia, mientras las cámaras de vigilancia registraban su imagen, había alguien que la veía sin que ella supiera. Cuando ese hombre reconoció a Beatriz, tomó su celular y marcó un número. La llamada sonó por mucho tiempo, y después de unos instantes, finalmente le respondieron.
—Aló, señor Valencia —saludó el hombre—. Discúlpeme por despertarlo, pero... Hay una chica, ¿Beatriz?
—¿Qué con ella, Olarte? —preguntó Daniel del otro lado, levantándose de golpe—. Hable rápido.
—Ella está durmiendo en la plaza, señor —contestó nervioso—. Se despidió de un tipo y se quedó ahí.
—Escúcheme Olarte, no le quite el ojo ni por un segundo, ¿me oyó? —ordenó, levantándose de su cama—. Ahora prepárese para salir, voy a regresar a mi turno. Y no se preocupe que también tomaré el suyo como recompensa por cubrirme este día.
—Sí, señor —respondió Olarte.
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El último robo | Beatriz Pinzón x Daniel Valencia
Random(Yo soy Betty la fea): Un extraño encuentro entre un retraído y amargado policía llamado Daniel Valencia y una bella e inteligente ladrona que caía cada vez más en el vicio de los crímenes. Pronto, esa amistad extraña y problemática acabaría transfo...