Aunque parecía fácil, el entrenamiento durante semanas se revelaba más complicado de lo que ellos esperaban. Cada vez que Beatriz o Nicolas acercaban sus manos a la billetera del maniquí, las campanas sonaban, alertando al resto de la habitación. Sin embargo, Beatriz finalmente consiguió retirar la billetera sin hacer ruido, y Nicolas saltó de emoción, festejando con ella el logro.
—¡Lo logré, Nicolas! —expresó con emoción, saltando de un lado a otro.
Mientras festejaban, la serenidad desapareció en un instante. Nicolas se quedó inmóvil, en silencio. Beatriz no entendía lo que sucedía, pero en un momento, él le gritó que se acercaba Daniel. Pero, antes de que la chica pudiera hacer algo, ella sintió un dolor agudo en la mano, al haber golpeado a Daniel con la billetera. Él retrocedió y exclamó mientras se cubría la boca de dolor.
—¡Ay no, que pena señor! —exclamó angustiada—. ¡perdóneme!
—¡No, no se me acerqué! —gritó eufórico—. No sólo escapó del circo... También es un peligro para sociedad.
—¡Oiga, respete! —intervino Nicolas, empujando a Daniel—. A Beatriz no me la trata así, pídale disculpas o...
—¡¿O qué?! —interrumpió alterado, encarando a Nicolas—. ¡¿también me va a golpear?! No, ni más faltaba, el indigente y su payasa.
Mientras los dos hombres se daban miradas desafiantes, Beatriz comenzó a temer por lo que podía suceder si este conflicto continuaba. Y en un acto de valor, se aproximó y agarró la muñeca de Nicolas. Susurrando, le pidió que no hiciera nada, y sintió que el rostro del chico se suavizaba. Ella hizo lo mismo con Daniel, y no tardó en sentir su fiereza morir.
—Perdóneme, lo que pasa es que... Yo no sabia que usted iba a llegar —contó Beatriz, mirando a Daniel—. Como... Como usted no se apareció por acá desde que nos trajo la primera vez.
Un silencio cayó sobre los tres, y la tensión era tan palpable, que cualquiera podía sentirla en el ambiente. Daniel se limpió la sangre de su rostro, y entonces, se acercó lentamente a Beatriz para tomar la billetera de sus manos. Ésta se quedó en silencio, pero, al no sentir nada malo en la actitud de su Daniel, comenzó a perder el temor que la paralizaba.
Beatriz sentía que todo había mejorado, Daniel se acercó a una pared y abrió una pequeña puerta. De ella, sacó un tendedero con un traje y algunos vestidos colgados de sus perchas. Y sin decir nada, se volvió hacia Beatriz y Nicolas, poniendo el tendeder enfrente a ellos.
—Lo siguiente es la ropa —informó Daniel, sacando un traje de su funda—. Deben vestirse con formalidad... No como indigentes, este es suyo.
Nicolas tomó el traje en silencio y luego observó el color tan opaco que tenia, de un color gris con corbata marrón. Luego observó que a Beatriz le entregaba otro traje pero femenino, de un color negro y le entregaba un collar dorado. Su traje llevaba una falsa dos dedos arriba de la rodilla, y fue eso lo que ocasionó inseguridad en Beatriz.
—¿Por qué debemos usar esto? Con todo respeto señor Valencia, pero no... No uso faldas —comentó Beatriz.
—Es obligatorio, miren... es para pasar desapercibidos —respondió—. ¿Por qué creen que los empleados del banco usan traje y corbatas? Para robar mejor. Siempre deben ser colores normales, que no le llamen la atención a cualquiera... Por ejemplo, gris, marrón y en su caso Beatriz, el negro.
—El señor sabelotodo todo nos podrá decir donde quedan los baños, ¿ah? —interrumpió Nicolas, y Daniel les señaló el baño.
—Discúlpeme por ese golpe, señor —susurró Beatriz, tomando la osadía de acariciar su labio lastimado.
Daniel agarró la muñeca de Beatriz, retiró su mano de su rostro antes de retroceder y dirigirse hacia la zona donde aún permanecía el alcohol. Mientras tanto, Betty se encaminó hacia los baños con determinación para vestirse con el traje que le habían proporcionado.
—Ah, que elegante se ve Betty —exclamó Nicolas, observando cómo su amiga salía del baño con timidez.
Daniel no le prestó atención a Nicolas, y siguió limpiando su rostro con uno de los paños que sacó de su bolsillo. Mientras hacía esto, por el rabillo del ojo, vio la silueta de Beatriz volviendo de los baños, y al verla se detuvo en seco. Su rostro había cambiado totalmente. Usaba el traje, y aunque él sabía que era parte del trabajo, la imagen se le quedó grabada. Sabiendo que en sueños recordaría sus increíbles piernas, y ese cuerpo que, a pesar de mostrarse antes, con ese traje se veía mucho mejor.
—Ay no, es que me da mucha pena, Nicolas —contestó Beatriz—. Pero mírese, parece un modelo con ese traje. Yo se lo dije Nicolas, la ropa que usa no le quedaba.
—¿Sí vio, Betty? Mínimo me levanto a dos mujeres allá afuera —expresó entre risas—. Es que yo no puedo creer, tanto cambio para nada, ni su papá me quería ver.
Ambos reían y contaban anécdotas en un tono alegre, pero al escuchar a Daniel carraspear, se quedaron en silencio. Beatriz notó que él la observaba con atención, y se ruborizó. En lo más profundo de su mente, sabía que era solo un disfraz, pero eso no le quitaba la timidez de mostrarse de más.
—Hay admitirlo, Beatriz. Tiene muy bonitas piernas, ¿por qué las ocultaba? —habló Daniel—. Sí, su ropa no estaba mal... Pero se viste cómo mi vecina de ochenta años. Y felicitaciones Nicolas... Se ve peor que antes, ese color no le queda.
Daniel se dirigió al perchero y extrajo de la funda otro traje de un tono marrón claro, junto con una corbata negra. Lo entregó a Nicolás, quien lo tomó con indignación antes de retornar al baño para cambiarse, sin percatarse de que Daniel solo estaba bromeando con él.
—Beatriz cuénteme algo, ¿su amigo acaba de salir del jardín de niños? —preguntó con ironía al notar que sí se creyó las palabras.
—Hm no, ¿por qué la pregunta, señor Valencia?
—Porque es un estúpido —soltó antes de retroceder y buscar su bebida.
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El último robo | Beatriz Pinzón x Daniel Valencia
Random(Yo soy Betty la fea): Un extraño encuentro entre un retraído y amargado policía llamado Daniel Valencia y una bella e inteligente ladrona que caía cada vez más en el vicio de los crímenes. Pronto, esa amistad extraña y problemática acabaría transfo...