Esa noche, con la luna como su única confidente, Beatriz examinó los papeles de su embarazo y se dio cuenta de que la prueba resultaba positiva. Estaba embarazada de cuatro semanas, y el pensamiento de llevar dentro de sí al hijo de Daniel la hizo olvidar todos los problemas que había enfrentado esa noche. A pesar de su felicidad por el embarazo, notó que Armando seguía desconectado de la realidad, sentado como un maniquí sin vida cuyo único propósito era exhibir la ropa. Sabía que él había matado a su amigo, pero también era consciente de que le afectaba saber que ella ya no lo amaba.
—Perdóneme, Armando —susurró Beatriz, sentándose a su lado—. Pero también le agradezco, porque por usted soy lo que soy ahora.
—Yo sé, Betty —contestó—. Yo sé...
Mientras tanto, Armando salió del hospital, y en la salida, en un silencio inquietante, se topó con Nicolas, quien estaba cuidando de su carro y tambiénel suyo. Ambos se miraron, y Nicolas le hizo una pequeña señal, que respondió con una inclinación de cabeza, antes de irse. Armando, vencido, se alejó del hospital, comenzando a sentirse perdido en su propia cabeza, sollozando por el golpe que la vida le otorgó, deseando que toda esa realidad fuese un simple sueño.
—¿Salió positiva? —preguntó Nicolas, abriéndole la puerta a su amiga.
—Sí, Nicolas —respondió—. Estoy embarazada de cuatro semanas, ¿Puede creerlo?
—No, Betty —confesó—. Se sintió como si ayer fuéramos unos simples niños, ¿en qué momento la vida me la separó de mí?
—No diga eso, Nicolas —ordenó—. No me alejé de usted. Ahora, hágame el favor y lléveme para el apartamento de Daniel, quiero darle la noticia y también darle su plata.
—Sabe que esa plata no es nuestra, ¿no? —recordó—. Al menos, la mitad de ella no lo es.
Beatriz había olvidado que el dinero que tenían lo habían robado de la zona prohibida, y en ese momento sintió que la realidad volvía a golpearla. Una realidad en la que presenció a Armando asesinando a un hombre, a su amigo cubierto de vendas después de los golpes recibidos, y a ella embarazada con la culpa pesando sobre sus hombros.
—Betty —llamó su amigo, dejándola frente al edificio—. ¿Quiere que me quede? Usted me dijo que él se llevó las llaves, ¿qué tal y todavía no llegó para la casa?
—Hm bueno, Nicolas —aceptó—. Yo lo llamo cualquier cosa, ¿me oyó?
Cuando Beatriz entró al apartamento llevando consigo el papel de su prueba de embarazo, notó que la puerta de Daniel estaba destrozada. Con el corazón en la mano, entró como si estuviera en una zona de guerra. Capturando en su memoria la imagen de Daniel sentado en el suelo, apoyando su espalda sobre el sofá y sosteniendo una pequeña foto en una de sus manos, mientras las gotas de sangre caían de su pelo mojado. Todo su cuerpo estaba cubierto de sangre, pero no pudo ver su rostro, ya que él miraba hacia el suelo.
—¿Daniel? —llamó, conteniendo su sollozo—. ¿Qué le hicieron?, ¿quién le hizo todo esto?
A pesar del caos que la rodeaba, lo más impactante que vio fue su semblante, como si estuviera al borde del abismo. Como si hubiera perdido una guerra y lo único que le quedara fuera esperar su muerte. Esa fue la impresión que tuvo cuando él la miró, con sus ojos apagados y una expresión inexpresiva.
—¿Por qué se fue para allá, Beatriz? —susurró—. Yo se lo advertí, pero no me escuchó. ¿O es que acaso lo hizo apropósito?, ¿planeaba reírse de mí? Muy bien, lo logró. Míreme, pero míreme bien y que le quede en la memoria el desastre que provocó.
—Daniel, déjeme le explico...
—¿Explicarme qué? Asesinaron a unos de sus hombres y robaron en la zona en las que le ordené jamás pisar, ¿qué más quiere contarme? —interrumpió—. Larguese de mi apartamento, Beatriz.
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El último robo | Beatriz Pinzón x Daniel Valencia
Random(Yo soy Betty la fea): Un extraño encuentro entre un retraído y amargado policía llamado Daniel Valencia y una bella e inteligente ladrona que caía cada vez más en el vicio de los crímenes. Pronto, esa amistad extraña y problemática acabaría transfo...