Capítulo veinticinco/ Todos mis colores.

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Teo.

No ha ido a trabajar, solo le dijo a mi abuela que se encontraba resfriada. No se ha conectado a su celular desde ayer que nos despedimos al terminar de trabajar; no le llegan mis mensajes y no pude llamarla ya que tiene su celular apagado.

Y yo sé que un resfriado no es. Estos días ha estado sin dormir, lo he notado. Su mente se perdía más de lo normal, pero sé que sus pensamientos no eran nada buenos. Seguía sonriendo, como siempre, pero no era lo mismo; no tenía el mismo brillo. Sé que hay algo más, algo le está sucediendo y estar yo aquí sin saber qué y sin saber qué hacer me está matando.

Además, por más que todas las noches me repita que debo olvidarla, es simplemente imposible. Por más que trato de no ir a la biblioteca, es simplemente incontrolable las ganas de verla. Por más que me repita una y otra vez que no debo sentir, es simplemente inevitable, y no porque no pueda, sino porque simplemente no puedo con ella. No puedo no sentir nada por Summer.

Y los más irritable es que ella no se esforzó. Me estresa que no me enamoré de algo superficial, me enamoré de su verdadero ser. Porque ella en ningún momento se ocultó conmigo y yo solo no quiero ocultarme con ella.

Qué mierda... Estoy enamorado de Summer.

Suspiro y desordeno mi cabello, tiro todo mi peso en el respaldar de la silla y me saco la corbata.

Escucho dos toques en la puerta de mi oficina y cuando doy el permiso ingresa Rosa junto a Marta.

—Señor...

—Rosa, ¿en qué quedamos?, llámame Teo.

—Lo siento, Teo, su abuela vino a visitarlo.

—Gracias, Rosa, puedes retirarte.

Ella se retira y mi abuela se dirige a los sillones para sentarse.

—No creas que me voy a sentar frente a tu escritorio. Soy tu abuela, no un colega de trabajo.

Niego con mi cabeza y me acerco hasta ella. Mi padre y yo sabemos que cuando viene aquí es porque algo quiere, por eso la miro con cautela.

—¿Con quién dejaste la biblioteca?

—Tu madre y Celeste están allí.

—Bien... ¿Qué se te ofrece? — ella me da manotazo en mi nuca.

—No me trates como un cliente, te repito, soy tu abuela.

—Deja de golpearme — masajeo la zona que golpeó —. Lo digo porque tú casi nunca vienes aquí.

—No me gusta este lugar. Además, ha cambiado desde que estaba tu abuelo.

—Algún cambio debe tener después de tantos años. — digo irónico.

—¿Me estás diciendo vieja?

—No. — no quiero otro manotazo de su parte.

—Te convenía responder eso. Y cambiando de tema, sí vine a pedirte algo.

—No adoptaré un animal.

—No es eso. Aunque sigo pensando que necesitas una mascota para no estar tan solo.

—Bien, ¿qué es?

—Quiero que visites a Summer.

Lo miro incrédulo esperando a que diga que es un chiste. Pero conociéndola, seguro que hay hasta un auto para llevarme con ella.

—No. — digo

—¿Por qué no?

—Abuela, ella me odia. Con suerte me habla.

Hasta Que Lo Efímero Se Acabe.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora