Capítulo treinta y uno/ Uno ya sabe la verdad.

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Summer.

Recuerdo cuando mi madre me dijo que encontraría a alguien especial con quien decidiera compartir mi vida, me dijo que eso no se fuerza, tiene que ser espontáneo.

También recuerdo a la niña de risos con la que hablaba en el orfanato. Ella era muy reacia con todo y con todos, me costó mucho hacer que hable. Puede que no lo quedó otra opción porque nuestras camas estaban una al lado de la otra, así que supongo que no fue por voluntad de ella. Pero, aun así, cuando imaginé que ella era la persona más fría que he conocido, oírla hablar fue darme cuenta que muchos ocultamos lo que verdaderamente sentimos:

<<Quiero sentirme amada. Algún día alguien me adoptará y sentiré calidez en mi corazón, porque los padres aman a sus hijos y yo pronto tendré una familia.>>

Pensé que a ella no le importaban ese tipo de cosas, pero aun así me dijo que ella creía en el amor y en la felicidad.

Y que ahora Teo esté a punto de cenar con nosotros y que esté a punto de conocer a mi tío de una forma más familiar, me hizo recordarla a ella; porque fue la única que me ayudó el poco tiempo que estuve allí y solo deseo que ahora esté bien, que siga creyendo en el amor y en la felicidad. Me dejó llorar, gritar y patalear por mi madre, pero ella me dijo que llore hoy y me levante mañana. Así que, si ella creyó (y espero que siga creyendo) en el amor y la felicidad, ¿por qué yo no?

—¿Él es consciente en dónde se mete? — pregunta Luz viendo a mi tío sentado con cara de... realmente ni a mí me genera una pizca de miedo, pero si él se siente intimidante así, yo no soy quién para bajarlo del poni.

—¿Crees que lo llevará para que hablen a solas? — le pregunto.

—Estoy segura que lo llevará al jardín y elegirá la silla más alta para verse importante.

Espero que no. Sino no sabré dónde esconderme luego de la vergüenza que me hará pasar mi tío.

Escuchamos golpes en la puerta y durante unos segundos nos quedamos viendo en esa dirección en absoluto silencio. Me acerco nerviosa que en cuanto veo a Teo se disipa.

Lleva puesta una camisa blanca remangada hasta los codos y su perfume hace que quiera abrazarlo y embriagarme con ese aroma. Lleva en una mano un ramo de flores y una botella de vino y en la otra una caja llena de bombones. Lo observo divertida.

—¿Esto está bien? Me dijeron que no tenía que llegar con las manos vacías.

—¿Las flores para quién son? — pregunto, ya que es un ramo realmente desmesurado.

—¿Para tu tía?

—Y supongo que el vino para mi tío. — suspira lamentándose.

—Los chicos me dijeron que trajera esto.

—Apuesto a que fue Thomas.

—Sí. — suelto una risita y me hago aun lado para dejarlo pasar.

—Ven, pasa.

Antes de entrar él se agacha un poco y me da un beso que me tiene sonriendo como tonta.

—Estoy nervioso y necesitaba besarte para calmarme.

—No creo que haya funcionado. Porque mi tío te está mirando.

Su sonrisa se borra y al girar su rostro y encontrar a mi tío viéndonos de brazos cruzados hace que él se aparte de mí como si tuviera lepra.

—Señor, Teo. Espero que no ande exponiéndose con mi sobrina en lugares públicos. — pongo mis ojos en blanco y mis mejillas no tardan en sonrojarse por la vergüenza. Mi tío sigue serio y me preocupo por la forma en la que la piel de Teo perdió color.

Hasta Que Lo Efímero Se Acabe.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora