𝐁𝐁 | Haciendo todo lo posible por ascender en el mundo policial, aceptas un trabajo de encubierto en un famoso club dirigido por un presunto señor del crimen: Anakin Skywalker. Tu trabajo consiste en descubrir los secretos letales que se esconden...
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—Alguien ha estado aquí— murmuró Anakin mientras su sombra desaparecía y sus pasos se alejaban. Me sentí aliviada de que no se acercara a mí, eso significaba que no sospechaba de mi ubicación. Pero aún así, estar tan cerca de él en esta posición está haciendo que este sea uno de los momentos más angustiantes de mi vida.
Por no mencionar que el asqueroso humo del cigarrillo seguía circulando por la habitación, así que lentamente subí la otra mano y me la puse también sobre la boca para contener otra obstinada tos. —¿Estás seguro, An? Tienes la costumbre de ser olvidadizo— Piett intentaba razonar con él y yo rezaba para que Anakin lo escuchara.
Pero el sonido de un cargador introduciéndose en una pistola enterró cualquier esperanza que tuviera de que eso sucediera. Mi corazón se encogió mientras la saliva me subía a la garganta. Tenía un arma y por mi propio bienestar, tenía que asumir que no tenía miedo de usarla.
Un nuevo miedo se deslizó por mi piel, erizándome cada pelo y cada poro de mis brazos y piernas, congelando la sangre en mis venas, sumergiéndome en un estado de terror paralizante.
—Estoy seguro Piett, revisa las imágenes de seguridad de la pista de baile— ordenó Anakin.
No podía ver lo que estaban haciendo, ni oír nada excepto un ligero repiqueteo en una pantalla que era -supongo- Piett siguiendo las órdenes de su jefe. Yo también lo sabía, sabía que había al menos una cámara en esa área, así que me alegré de haber sido cautelosa y de haber mantenido mi rostro oculto lo mejor que pude al pasar.
—Retrocede— Anakin rompió el silencio y la habitación volvió a sumirse en él. Por desgracia, también fue entonces cuando una tos ahogada se escapó de mi garganta. —¿Oíste algo?
Maldición.
—No— respondió Piett justo cuando escuché un solo paso acercándose a donde yo estaba. —Pero encontré algo, mira— el paso se alejó y agradecí internamente a Piett por salvarme sin saberlo, pero esto seguía siendo malo ya que estoy segura de que me están viendo en esa cámara subiendo aquí... y no bajando.
—Te dije que alguien ha estado aquí. ¿Es una mujer?— preguntó Anakin.
—Camina como una, pero no podemos saberlo con seguridad. Tienen la cara bien escondida, sabían que teníamos cámaras— suspiró Piett, seguido por algunos toques más en la pantalla.
—Bueno, por su físico y altura, no puede ser ninguno de esos dos policías que me han estado siguiendo últimamente.
Piett murmuró. —¿Todavía te siguen?
—Toda la maldita semana— respondió con frustración, seguido del sonido de un gran peso golpeando el escritorio encima de mí -supongo que con su mano-. —Incluso cuando estaba en mi almuerzo con Padmé hoy. No son muy buenos siendo discretos.
