𝐁𝐁 | Haciendo todo lo posible por ascender en el mundo policial, aceptas un trabajo de encubierto en un famoso club dirigido por un presunto señor del crimen: Anakin Skywalker. Tu trabajo consiste en descubrir los secretos letales que se esconden...
"Traicionamos a nuestro verdadero ser cuando no seguimos el deseo del corazón, porque aquello a lo que el corazón se siente atraído es tu destino."
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La culpa me estaba consumiendo.
Todo lo que seguía viendo en mi mente eran los ojos tristes de Anakin luego de mi rechazo, así como escuchaba su hermosa confesión una y otra vez. Nunca nadie había dicho cosas tan amables y buenas sobre mí: ni mis propios padres, ni mi propio esposo, ni nadie.
Y no lo merecía.
Él y yo estamos condenados desde el principio por muchas razones que no necesitan ser nombradas. Por no mencionar que apenas hace unas horas que he terminado mi matrimonio y otro hombre es lo último en lo que debería estar pensando. Especialmente en él.
Pero aún así, la culpa tiene una forma de controlar a una persona, ¿verdad? Nos insta a actuar y encontrar una manera de aliviar la culpa y arreglar las cosas; es la forma en que nuestro cuerpo rechaza el sentimiento intrusivo para recuperar nuestro estado natural de paz.
Dicho esto, ahora mismo me encuentro parada afuera de la oficina de Anakin. Pero aún no había llamado a la puerta ni había hecho notar mi presencia de ningún modo, no estaba segura de qué decir.
Me alejé de Ahsoka momentos después de revelarle que no fui del todo sincera con su hermano. Por suerte, ella no me siguió cuando me apresuré a subir las escaleras, casi tropezando con mis tacones de diez centímetros que ahora me he quitado a patadas y están tirados en este pasillo a medio metro de mí.
Con la respiración agitada y un subidón de valor proporcionado por el alcohol que aún circulaba por mi sistema, levanté la mano y me preparé para llamar a la puerta. Pero antes de que pudiera, la puerta se abrió agresivamente y Anakin estaba parado al otro lado, mirándome con desprecio. —¿Vas a quedarte ahí como una estatua o vas a decirme qué necesitas, señorita Winters?— su voz no era tan amistosa como de costumbre, podía oír en ella el dolor, la amargura.
Bajé la mirada hacia su corbata desecha y su camisa medio desabotonada. —Um— desvié la mirada hacia arriba encontrándome con su mirada intimidante. —¿Cómo supiste que estaba aquí?
Sin quitarme los ojos de encima, señaló hacia el techo y cuando giré la cabeza para seguir su gesto me di cuenta de que había una cámara apuntándonos directamente. —Instalé una cámara esta tarde antes de abrir, sentí que necesitaba más medidas de seguridad— dijo en tono monótono.
Es bueno saberlo.
Me giré de nuevo hacia él. —¿Para qué? ¿Pasó algo?— disimulé lo mejor que pude y sonó bastante creíble.
Él suspiró. —Nada de lo que tengas que preocuparte, entonces, ¿necesitas algo? Porque tengo que volver al trabajo, mañana me espera un día ocupado— colocó su mano en la puerta y la cerró unos centímetros.
