𝐁𝐁 | Haciendo todo lo posible por ascender en el mundo policial, aceptas un trabajo de encubierto en un famoso club dirigido por un presunto señor del crimen: Anakin Skywalker. Tu trabajo consiste en descubrir los secretos letales que se esconden...
"La razón por la que guardo mis sentimientos para mí misma, es porque no puedo explicarlos."
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Anakin y yo entramos uno al lado del otro a la pequeña tienda de comestibles. Me aseguré de echar un vistazo rápido para asegurarme de que no hubiera nadie conocido. Este lugar era lo suficientemente pequeño como para hacer un escaneo rápido; y de las personas que vi, todas eran extrañas, como era de esperarse estando tan lejos de casa.
—Déjame hacerlo— Anakin me quitó el carrito y lo empujó por el pasillo para que yo no tuviera que hacerlo. Seguidamente se detuvo y sacó un pedazo de papel de su bolsillo. —Bien, hice una lista de lo que necesito, solo que no sé exactamente dónde encontrar todo— murmuró mientras ojeaba el pasillo como para ver si había algo de la lista.
Sonreí al ver su cara confundida. —¿Es la primera vez que vienes a una supermercado?— bromeé.
Su mirada se encontró con la mía y sonrió tímidamente. —No, pero quizá sea la primera vez en mucho tiempo— admitió encogiéndose de hombros, antes de empujar el carrito por el pasillo.
Aceleré el paso para seguir sus largas zancadas hasta que estuve a su lado. —Bueno, éste es el pasillo de repostería, así que a menos que pienses hacerme cupcakes para cenar, deberíamos pasar al siguiente.
Se detuvo y agarró un artículo de uno de los estantes, después lo dejó caer en el carrito. Miré dentro para ver qué era, y efectivamente era una caja de mezcla para cupcakes. —Quizás no para cenar, pero definitivamente de postre— me guiñó un ojo y se apoyó en el carrito, acercando su rostro al mío mientras seguía caminando.
Agarré un artículo para mí de la estantería y lo puse junto a su elección, haciendo que su sonrisa se ensanchara. —Bueno, no podemos comer cupcakes sin glaseado— dije señalando la mezcla azucarada de chocolate.
Detuvo sus pasos antes de salir del pasillo y mantuvo sus ojos fijos en mí, ojos llenos de adoración. —Ven aquí— se inclinó hacia mí y yo hice lo que me pidió inclinándome también, juntando mis labios a los suyos por instinto.
—No es que no disfrute del lujo de tus besos, pero ¿a qué ha venido eso?— pregunté con una sonrisa cuando nos separamos.
—Tienes una sonrisa tan hermosa— sus ojos se desviaron hacia mis labios antes de volver a encontrarse con los míos. —Cada vez que la veo, solo quiero besarte.
Mi temperatura corporal se elevó mientras mis mejillas se sonrojaban y el exuberante aleteo de mi estómago me nublaba por completo. Nadie había logrado jamás que mi cuerpo reaccionara así; solo él. Y me resultaba casi insoportable teniendo en cuenta la cantidad de veces que había sentido que mi corazón iba a estallar. —¿Alguna vez te he dicho que eres el hombre más dulce que he conocido?— le pregunté mientras acariciaba su mejilla antes de pasar mis dedos por su cabello; por una vez, no mentía.
