Martin no sabía que pintaba en medio de aquella explanada de tierra. Sus nuevas amigas, Ruslana y Chiara, le habían convencido, o más bien obligado a punta de pistola, a acudir a las novatadas universitarias, ya que, según ellas, era el momento idóneo para conocer a gente nueva y socializar con personas de su misma y diferente carrera. Chiara el año pasado ya había acudido al evento como novata, no obstante, al ser este su segundo año, se estrenaba como veterana, lo cual le hacía el doble de ilusión. Entre ella y Ruslana hicieron un ejercicio de convención a Martin, quien no tuvo más remedio que acceder tras la exigencia de sus amigas. Martin y Ruslana eran benjamines en la universidad, y a la pelirroja le hacía una desmesurada ilusión ir al evento universitario. Ella había arrastrado a Martin, ya que al iniciar de forma reciente el año universitario, no conocía a nadie más que a él, su compañero de trabajo en el Mc Donalds, y a Chiara, su nueva compañera de habitación de la residencia. Por lo tanto, Martin se había dado por vencido tras haber aguantado dos semanas de súplicas por parte de sus dos nuevas amigas, chantajeándole con que se iba a quedar solo si no acudía al evento universitario de iniciación por excelencia. A Martin le daba bastante igual eso de quedarse solo, es más, disfrutaba de su propia compañía, de la paz y del silencio, de hacer planes como ir a caminar él solo por el bosque, admirar el sonido de los pájaros al cantar, y del agua al correr por el río. Claro que esos planes los tenía que dejar de lado por lo menos durante el siguiente año, ya que en Madrid solo se encontraba a gente empujándole en el metro, pitidos de coches, y masas de personas caminando por Gran Vía.
Lo peor de todo era que había perdido de vista a Kiki y a Ruslana. En el fondo, Martin sabía que llegaría un punto de la tarde en que sus amigas se irían con la gente de su carrera, ya que las novatadas se hacían entre veteranos y novatos de un mismo grado. Ruslana acababa de comenzar el primer curso de filología inglesa, mientras que Chiara estaba en el segundo año de turismo. Por otro lado, Martin comenzaría su primer año de ingeniería naval, y las pocas clases que había dado durante esas dos semanas le hacían replantearse el por qué de haber escogido esa carrera. Matemáticas, física, química, mecánica de fluidos, ecuaciones diferenciales... todo eso era lo que le esperaba durante cuatro años, si era capaz de ir a un año por curso, claro. Si las matemáticas y física de segundo de bachillerato ya le habían parecido mortales y había tenido que ir a varias academias para poder aprobar ambas materias con un mísero cinco... no sabía lo que le esperaba. Lo peor era que esta no era la carrera de sus sueños, sino la de sus padres. Él quería dedicarse a la música y al baile, a los musicales, a la interpretación, poder explotar esa vena artística que tenía reprimida desde bien pequeño. No obstante, sabía que dedicarse y ganarse la vida siendo artista era realmente complicado, algo al alcance de muy pocos. Y él solo era Martin Urrutia, un niño de 18 años procedente de Getxo, que acababa de mudarse a la capital, con una maleta llena de sueños rotos, dejando atrás a su familia y a sus amigos de toda la vida, solo para estudiar algo que no quería.
Martin dejó de lado todos sus lamentos sobre su incierto futuro y se concentró en el presente y, especialmente, en encontrar a sus amigas para decirles que se volvía de vuelta a la residencia. Paseó la mirada por la decena de adolescentes que se encontraban bailando y bebiendo en medio de aquel improvisado botellón. El recinto donde se estaba celebrando las novatadas constaba de un gran descampado, un poco alejado de la Universidad Complutense, por si acaso el rector o algún profesor curioso venía a reñir a los alumnos. Ya estaba anocheciendo, por lo que era más difícil de vislumbrar la cabeza pelirroja de Ruslana, y el pelo negro de Kiki. Seguramente se encontrarían borrachas, bailando y socializando con gente de su edad y de su misma carrera, con gente mucho más guay y extrovertida que él. Se dijo a sí mismo que lo más probable es que al día siguiente ambas chicas ya no se acordasen de él, o ya no quisiesen ser sus amigas.
Todos los novatos iban con camisetas rosas en las que ponían en letras bien grandes "SOY NOVATO Y VOY BUSCANDO A MI VETERANO". Incluso Martin se había tenido que comprar una de esas estúpidas camisetas y llevarla puesta para la ocasión. Por lo menos, había acabado manchada de huevos, harina y de otras sustancias sospechosas que no sabría identificar y que en algún momento alguien le había tirado por encima. Por el contrario, cada veterano llevaba puesto una camiseta azul que rezaba "SOY VETERANO Y YA TENGO A MI NOVATO". En realidad, a Martin todo aquello le parecía ridículo, no entendía por qué a sus amigas les podía parecer atractivo que le obligasen a beber alcohol por un embudo, que les tirase comida por encima, que les pintasen frases obscenas por el cuerpo, o que les humillasen de forma pública bajo el pretexto de ser "novatadas". No le hubiese costado tanto convencerle si le hubiesen dicho que iban a salir a alguna discoteca, pero para Martin esta estúpida fiesta no tenía ningún sentido, y más si nada más llegar les habían separado por las respectivas carreras que cada uno estudiaba.
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Desafiando a las leyes de la física
FanfictionMartin ha sido siempre un chico tranquilo y tímido, apasionado de la danza y de los videojuegos. Cuando llega a Madrid para estudiar ingeniería naval, una carrera que no le entusiasma para nada, jamás se hubiera imaginado que acabaría liado en una f...