015.

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–¿Me dejas pintarte la raya del ojo?– le preguntó Bea esperanzada.

Juanjo bufó molesto. Eran casi las diez de la noche y todavía seguían arreglándose en su habitación. Por fin era sábado, por lo que esa noche les tocaría ir a la fiesta que Iván daba en su casa con una única misión: recuperar las páginas que le había robado del diario de Martin. Para ello, habían trazado un minucioso plan. Martin se encargaría de distraer a su exnovio, mientras que Juanjo se escabulliría dentro de su habitación en busca de dichas hojas. Parecía sencillo y no tendría por qué salir mal ¿no?

Estaban en su habitación de la residencia, preparándose para salir. Martin, el cual había tardado en arreglarse cinco minutos, estaba tumbado sobre la cama de Juanjo jugando con su Nintendo. No se había arreglado más de lo normal, llevaba uno de sus habituales vaqueros anchos, junto con un jersey marrón y una chaqueta vaquera azul oscura que le quedaba bastante ancha. A pesar de su look desenfadado y corriente, iba guapísimo. Por otro lado, Juanjo aún seguía preparándose. Se había cambiado de ropa mil veces, aunque al final se había decantado por llevar unos pantalones anchos de color marrón claro, junto con una camiseta negra y una cazadora vaquera negra con algún estampado. Era simple, pero se veía bien.

–¡Tía! Me estás metiendo el puto lápiz de los cojones en todo el ojo– se quejó Juanjo cuando Bea comenzó a delinear la raya inferior de su ojo con un lápiz negro para añadirle más profundidad a estos.

–Es que no te estás quieto, amor...– le regañó su amiga.

Escuchó la risita de Álvaro, quien estaba tumbado en su cama. Esa era otra, Álvaro también iría a la fiesta con los dos chicos. Cuando Bea se enteró de lo que Martin y Juanjo tramaban, la chica no se quedó nada tranquila y obligó a que Álvaro también los acompañara, por si acaso. A Juanjo le entraba la risa de pensar que Bea se quedaba un poco más tranquila si Álvaro los acompañaba a la fiesta. Estaba seguro de que la presencia de su amigo claramente sería de todo menos aliviadora. Al fin y al cabo, Álvaro era más irresponsable que Juanjo y Martin juntos. Pero no se podía quejar, cuantas más personas se unieran más piña podrían hacer entre ellos por lo que pudiese pasar.

–¿Podemos irnos ya?– se quejó Martin por lo menos la cuarta vez en menos de cinco minutos.

–Es que tu novio es un presumido que tarda cuatro horas en arreglarse, amor. No has escogido muy bien en ese aspecto– se carcajeó Álvaro.

A Martin se le pusieron hasta las orejas coloradas, pero no dijo ni mu ante el comentario del chico.

–Álvaro, o te callas la boca de una puta vez o no te vienes a la fiesta con nosotros– dijo Juanjo, sacando su genio. Ya le estaba poniendo de mala hostia y le tendría que aguantar toda la noche.

Juanjo se llevó una colleja por parte de Bea por haberse movido para encarar a su amigo. Álvaro se rio ante la escena.

–Perdón, Juanjo, no te enfades conmigo. ¡Qué ganas de fiesta, joder!

–No vamos de fiesta en verdad, vamos a recuperar las hojas del diario de Martin. Cada uno tenemos una misión esta noche– le recordó su amigo.

–¿Y cuál es la mía? ¿Ser el florero? ¿Ser el sujetavelas?

Juanjo se pellizcó el puente de su nariz. Que Dios le diese paciencia.

–Martin distraerá a Iván, yo me colaré en su habitación, y tú serás el refuerzo por si pasa cualquier cosa. Bea tiene razón, es más seguro que vaya con nosotros otra persona por lo que pueda pasar.

–Bueno, yo voy a ir con la mentalidad de que vamos a una fiesta normal y corriente y si me necesitáis pues me llamáis y ahí estaré.

–Haz lo que quieras, Álvaro, hijo mío.

Desafiando a las leyes de la físicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora