005.

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Las palabras de Martin resonaron entre las cuatro paredes del despacho del señor Castañeda. Acto seguido, un tenso silencio se adueñó de la sala. Martin se encontraba de pie, rodeado de todos sus estúpidos bolis multicolores, mirando a Juanjo fijamente. Sus manos eran dos puños temblorosos a cada costado suyo. Juanjo no lucía mejor, las mejillas sonrojadas que le caracterizaban habían desaparecido, dejando a su paso una palidez inquietante. Mantenía la mirada fija en Martin sin pestañear, como si este se tratase de un fantasma.

Finalmente, el señor Castañeda, que se encontraba bastante confuso con la situación, carraspeó de forma incómoda. Eso pareció activar a Martin, quien se agachó apresuradamente para recoger todos los bolis desparramados por el suelo. Cuando se levantó y volvió a dirigir la mirada a Juanjo, la sorpresa se había borrado de su rostro, siendo sustituida por una máscara fría que no mostraba ningún sentimiento. Martin sintió un escalofrío ante la gélida mirada con la que le estaba juzgando el más mayor.

-Estoy aquí porque me ha llamado el señor Castañeda para conocer a mi pareja de proyecto- su voz monótona no dejaba a la luz ningún matiz de emoción.

-Yo también- susurró Martin con un hilillo de voz. De repente se sentía muy pequeño ante Juanjo.

El señor Castañeda miraba de forma confusa a sus dos alumnos, pero sin entender mucho a qué se debía tanta tensión entre los dos chicos. Para romper dicha tensión, volvió a carraspear y comenzó a hojear sus papeles.

-¡Bueno chicos!- intentó romper el hielo.-Me da la sensación de que ya os conocéis, así que no hace falta mucha más presentación.

-No le conozco de nada, señor. Es la primera vez que le veo- soltó Juanjo mientras se sentaba en una de las sillas frente a su profesor. Martin admiró la naturalidad con la que la mentira se había deslizado por sus labios. Tanto que hasta él mismo casi se creyó sus palabras. No obstante, la sensación de intimidación que había sentido ante la mirada de Juanjo se convirtió en rabia tras sus palabras, una rabia que comenzó a acumularse en su cuerpo de forma peligrosa, ¿quería jugar a eso Juanjo? Pues él sabía jugar mejor.

-Ah, ¿no? ¿Seguro que no nos conocemos de nada? Que rápido olvidas las cosas...- el tono irónico de Martin fue afilado y directo. Se sentó en la silla al lado de Juanjo con la misma parsimonia que había mostrado el susodicho anteriormente. Martin se atrevió a darle una pequeña palmada en el muslo, como si fueran amigos de toda la vida, a lo que Juanjo rápidamente apartó su mano de un manotazo brusco.

Se miraron a los ojos de forma desafiante durante unos segundos. Martin pudo notar como en los ojos de Juanjo había implícito un reto, que animaba a Martin a continuar con los tira-aflojas. El del bigote se había dado cuenta que le resultaba adictivo cada pique que tenía con Juanjo, pues se formaba una tensión casi palpable que le dejaba con ganas de ver hasta donde podrían llegar los dos.

El señor Castañeda paseaba su mirada de uno a otro con el ceño fruncido. Resultaba muy gracioso ver como sus ojos se deslizaban desde Martin hasta Juanjo, como si estuviese asistiendo a un partido de tenis.

-No sé de qué narices me estás hablando, pero si desde luego nos conocemos de antes, no pudo haber sido muy memorable para mí porque no me suenas de nada- dijo Juanjo mientras fulminaba con la mirada a Martin. Este de repente sintió sus mejillas enrojecerse de más rabia. Sabía de lejos que Juanjo se acordaba de él, y le molestó mucho que le humillase a posta de esa manera. Le daba igual que delante estuviese su profesor y que estuviesen montando todo un espectáculo. Martin intuía que Juanjo debía estar molesto con él por como le había echado de su habitación hacía seis noches. Y entendía ese punto, podía estar enfadado con él por esa razón, pero las humillaciones públicas sobraban. Había pensado pedirle perdón por lo que había hecho, no obstante, se le estaban quitando las ganas.

Desafiando a las leyes de la físicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora