Juanjo entró al aula de física donde el Señor Castañeda había citado a todos los concursantes que habían pasado de fase. Paseó la mirada entre los estudiantes que ya estaban allí, hasta que sus ojos se clavaron en Martin. El chico lucía un poco más pálido de lo normal, con su pelo despuntando a todas partes, y con su habitual tote bag al hombro. Juanjo se bloqueó por un momento, sin saber muy bien si quedarse a una prudente distancia de Martin o si acercarse a él. Era la primera vez que se veían después de que Martin se hubiese enfadado con él. Había pasado casi una semana desde aquel día en el parque, aunque a Juanjo se le hubiese hecho como meses. Se había dado cuenta de la importancia que Martin había cobrado en su día a día, y que pasar más de 24 horas sin verle o sin interactuar con él le había parecido más duro que un día sin pan. Martin se había colado en cada recoveco de su cuerpo, incluido en el de su corazón, y ahora le resultaba imposible poder vivir sin él. Y, en aquel momento, que por fin le tenía a cuatro metros de distancia, sentía que podía respirar de nuevo. Cuando Martin le devolvió la mirada y las comisuras de sus labios se elevaron ligeramente hacia arriba, Juanjo lo interpretó como una aprobación por parte del menor para poder acercarse a él.
–Hola– susurró Juanjo cuando llegó a la altura de Martin. De cerca se dio cuenta de que el vasco lucía unas pequeñas ojeras debajo de sus ojos.
–Hola– le devolvió el saludo Martin. Juanjo notó que su voz no sonaba con el tono dulce que le caracterizaba, sino que había una ligera tensión en ella.
El mayor se mordió el labio a falta de poder morderse las uñas. Había acabado con los dedos destrozados tras haber estado mordiéndose las uñas toda aquella semana. El maño se aclaró la garganta para hablar de nuevo.
–Si quieres me puedo marchar a otro lado de la clase. No quiero molestarte.
Martin miró a Juanjo. Sus ojos marrones verdosos destilaban una claridad y una pureza que sobrecogió al maño.
–N-no... no pasa nada. No me molestas, estoy bien.
Se hizo el silencio de nuevo entre los dos chicos. Juanjo se preguntó qué coño podría decirle a Martin para solucionar las cosas. No obstante, sentía que aquel momento no era el mejor para hablarlo.
–Martin, me gustaría que hablásemos de... lo que pasó el otro día en el parque. Que me des una oportunidad para explicarme y para poder disculparme contigo. Si tienes un rato libre ahora cuando salgamos de aquí... no sé... podríamos hablar tranquilamente.
Juanjo se limpió el sudor de las manos en sus vaqueros. Estaba nervioso por escuchar la respuesta de Martin.
No le dio buena espina cuando el menor apartó la mirada de él antes de hablar.
–Tengo clase ahora después, Juanjo...
"Pues sáltatelas conmigo". Fue lo que al chico le hubiese gustado decir. No obstante, se quedó callado. Justo en ese momento, entró el Señor Castañeda seguido de Iván. Juanjo sintió como Martin se tensaba a su lado. El maño apretó la mandíbula cuando vio como Iván les dedicaba su mirada cargada de superioridad tan habitual en él. Juanjo se asustó cuando notó los dedos fríos de Martin rodearle su muñeca para atraerle de nuevo a la Tierra.
–Cálmate. Tienes pinta de qué, en cualquier momento, le vas a saltar a la yugular.
–Ganas no me faltan– dijo el chico, sin despegar aún la mirada del exnovio de Martin.
–¡Buenos días a mis queridos estudiantes de primero y tercero que han pasado a la fase III de la Feria de la Física! ¿Cómo estamos?
La voz cantarina del Señor Castañeda llenó el aula. Las respuestas de los alumnos fueron más comedidas, los rostros de la gente lucían confusos e impacientes por saber el motivo por el que les habían citado a todos allí.
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Desafiando a las leyes de la física
FanfictionMartin ha sido siempre un chico tranquilo y tímido, apasionado de la danza y de los videojuegos. Cuando llega a Madrid para estudiar ingeniería naval, una carrera que no le entusiasma para nada, jamás se hubiera imaginado que acabaría liado en una f...