034.

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Juanjo sentía que se moría en aquel momento. Tenía enfrente a su chico temblando desde los pies a la cabeza, con miles de lágrimas surcando cada una de sus mejillas. Le estaba mirando con una incredulidad y una decepción que a Juanjo no le pudo producir otra cosa que un pinchazo enorme en su corazón.

¿Cómo había sido posible haberla cagado tanto con Martin cuando esta era su última intención?

A Juanjo no le pasó por inadvertido los miles de cristales que el vasco tenía a sus pies. El menor iba descalzo y se podía cortar fácilmente.

–Espera, Martin, no te muevas. Hay cristales por todos lados...

El vasco no hizo ningún caso.

–¡Eso es la mínima de mis preocupaciones ahora mismo! Quiero que seas valiente y que me repitas a la cara lo que acabo de escuchar. Que me asegures que no ha sido una alucinación.

Joder. Martin estaba muy lúcido, la hora que había dormido y la ducha fría había sido útil para devolver al chico a su estado normal. Y ahora le había escuchado hablando con Denna sobre la manera en la que Iván le había chantajeado. Quizás era lo mejor que le podría haber pasado, él no se habría visto con fuerzas para contárselo directamente.

–¡Vale, joder, pero espérate Martin! ¡Que te vas a cortar!

Juanjo pasó por delante de Denna, quien seguía paralizada con sus ojos castaños bien abiertos ante tal escena, y se dirigió hacia donde estaba Martin. Sin ningún esfuerzo le cogió por las rodillas y se echó el chico al hombro para evitar que saliese dañado.

–¡¡Juanjo!! ¡Suéltame, AHORA!

El maño posó al chico en el sillón y se sentó con él. Le cogió de las manos y se acercó a él para hablarle desde la mayor sinceridad.

–Por favor, Martin, tranquilízate. Todo tiene una explicación, te lo juro. Deja que te lo aclare...

El vasco se removió y le pegó un manotazo a una de las manos de Juanjo para que se la soltase. Se apartó de él y se levantó con tanta rapidez que perdió el equilibrio y tuvo que sentarse de nuevo. Martin se secó las lágrimas con mucha rabia. De fondo se escuchaba a Denna barrer los cristales en silencio.

–¡No, no y no! ¡No me voy a tranquilizar! ¡Dime que Iván no está detrás de todo esto! No, por favor, no, no, no...

A Juanjo también se le llenaron los ojos de lágrimas.

–Martin, yo... lo siento. Siento no habértelo contado, siento haber sido un cabezón y haber intentado resolver el problema por mi cuenta, siento haberte hecho tanto daño en vano... Iván me... chantajeó para que me alejase de ti asegurándome que si no iba a subir fotos tuyas... explícitas. Tranquilo, después de alejarme de ti me aseguré con mis propios ojos de que las borrase delante mía. Esas fotos ya no existen.

Martin se agarraba la cabeza con desesperación mientras lloraba y lloraba. Estaba preocupadamente pálido.

–Pero, pero... ¿qué dices ahora de unas fotos? No me encuentro bien, creo que voy a vomitar...

Ni un segundo pasó después de decir aquellas palabras que Martin se inclinó en el suelo y comenzó a vomitar ahí mismo. Juanjo rápidamente se agachó junto a él y le acarició la espalda para intentar reconfortarle en un momento así.

–Ya está, mi amor. Tranquilo, tranquilo...

Denna apareció corriendo al escuchar a Martin dar arcadas. Se quedó paralizada ante aquella escena y le dirigió una mirada cargada de preocupación a Juanjo, quien se la devolvió con la misma intensidad.

Desafiando a las leyes de la físicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora