011.

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Juanjo se armó de valor y llamó a la puerta del despacho de su padre. Habían pasado varios días desde el incidente del grafiti y había intentado coincidir con su ajetreado padre para informarle sobre el suceso, no obstante, le había pillado ocupado en todo momento. Así que ahí se encontraba de nuevo, y esta vez le daba igual que su progenitor no tuviese tiempo para escucharle. Tenía claro que no se iría de ahí sin hablar con él sobre lo de Martin, ya había dejado pasar suficientes días sin respuesta.

Entró al despacho sin esperar a que le contestasen. Se encontró a su padre sentado en aquella silla, frente a una torre de papeles y el ordenador. El hombre alzó la mirada por encima de la montura de sus gafas cuando vio como su hijo entraba y se deslizaba en la silla frente a él.

–Necesitó hablar contigo urgentemente, papá.

–¿Es algo sobre tu madre?– el hombre siguió a lo suyo prestándole más atención a la montaña de papeles que a su hijo.

–No, no tiene nada que ver con mamá. Es sobre una situación que quiero contarte. Una situación de acoso hacia un compañero mío.

Las palabras de Juanjo lograron captar la atención de su padre.

–¿Y bien?

–Es sobre... un amigo mío. Su compañero de habitación y su exnovio le están haciendo la vida imposible, metiéndose con él, insultándole, e incluso la cosa no se ha quedado ahí y ha ido a más. Mira– Juanjo sacó su teléfono y le enseñó la foto del grafiti en la puerta de la habitación de Martin.–Por suerte, cuando lo vimos lo tenían que acabar de hacer porque conseguimos quitar la pintura. Pero mi amigo lo está pasando fatal– referirse a Martin como "amigo" casi le estaba envenenando por dentro.

–¿Tenéis pruebas de que los que han escrito eso hayan sido esos dos chicos?

–Pues... a ver, pruebas 100% confiables no. Pero es obvio que han sido esos dos, son las únicas personas que no paran de meterse con... mi amigo. Con Martin.

El padre de Juanjo se quedó en silencio escrutando a su hijo. Este comenzó a retorcerse las manos, nervioso. Sentía como si su padre pudiese ver a través de él, y eso que en los últimos años su relación se había enfriado bastante.

El hombre suspiró pesadamente antes de hablar de nuevo.

–Vamos a ver, Juanjo, no puedo castigar a dos personas si no hay pruebas irrefutables de que hayan sido ellas. Es lógico.

–Joder, papá. Lo que es de lógica es pensar que han sido ellos. Necesito que confíes en mí. Pondría mi propia mano en el fuego, por favor. Además, hay cámaras de seguridad que seguro que les han grabado.

–No es tan sencillo acceder a esos archivos, Juanjo. Para hacerlo hay que contactar con los de seguridad, por ser director no significa que pueda tener acceso a todo, ¿comprendes?

Juanjo odiaba que su padre le tratase como a un niño pequeño. Claro que lo entendía, pero el que parecía no comprender para nada aquella situación era su propio padre.

–Pues no entiendo qué te cuesta contactar con quién cojones haya que hacerlo. Si quieres les llamo yo, o lo que sea, no tengo ningún problema.

–Controla esa boca, Juanjo. Y no vas a contactar con nadie porque no vamos a acceder a ninguna cámara de seguridad. Ahora dime el nombre de los chicos.

A Juanjo le hervía la sangre en las venas. No podía entender que su padre quisiese pasar del tema de esa manera.

–Martin Urrutia es mi amigo, el que está sufriendo el acoso. Y los que no le dejan en paz son David Blanco, que es su compañero de habitación en la 404 y el otro chico es Iván Astrana.

Desafiando a las leyes de la físicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora