La Navidad había llegado a Madrid tiñendo de colores cada de una de sus calles con las miles de luces que colgaban sobre ellas. El encendido había sido hacía ya una semana, por lo que cada tarde miles de madrileños se pasaban horas paseando para ver cada rincón iluminado de la ciudad. Aquella iba a ser la primera Navidad de Martin en Madrid, y si bien él no era el mayor entusiasta de la capital, el ambiente que cogía Madrid en Navidad le había sobrecogido el corazón. No obstante, le resultaba muy agobiante las aglomeraciones de personas que se formaban con facilidad. La ciudad estaba más que masificada aquella época del año.
El chico estaba en la famosa churrería San Ginés, en el corazón de Madrid. Tenía enfrente suya a Chiara y a Ruslana, y a su lado a Juanjo. Todos tomaban chocolate con churros menos él, que había optado por cambiar el chocolate a un ColaCao.
Tras haberle enviado la noche anterior a Juanjo aquel mensaje en el que declaraba sus intenciones de colarse en la casa de Iván, el maño había decidido hacer una convocatoria para que Martin se explicase. El vasco también había incluido a sus dos amigas, ya que sentía que para que su plan funcionase las iba a necesitar.
Ruslana al principio había estado reticente de quedar con Juanjo, sin embargo, Martin se lo había explicado todo por teléfono. La chica se había calmado un poco, entendiendo en parte la posición del maño, no obstante, todavía seguía un poco de uñas con él. El propio Juanjo nada más entrar al local se había explicado tanto con Chiara y con Ruslana, y, aunque la pelirroja se había intentado hacer la dura, a Martin no le había pasado por desapercibido la mirada de compasión que su amiga había dirigido a Juanjo una vez que este hubiese acabado su relato.
–A ver, pequeño delincuente, cuéntanos qué es lo que ha pensado tu inquieta cabecita.
Martin le dio un manotazo a Juanjo al escuchar la manera con la que se había referido a él.
–Chicas, Juanji... quiero denunciar a Iván. No, no es que quiera, es que lo voy a hacer.
A Ruslana se le cayó el churro en la taza de chocolate mientras que Kiki se quedó con la boca abierta. Juanjo comenzó a toser y luego se volvió hacia Martin con los ojos bien abiertos.
–¡¿Qué?! ¿Lo dices enserio?– preguntó el maño con la voz aguda.
–Sí. No he dicho algo más enserio en mi vida. Se acabó. Voy a ser valiente y voy a hacerlo.
De forma repentina, Martin sintió como Juanjo tiraba de él con fuerza obligándole a que se levantase de su silla y se tuviese que sentar en el regazo del maño. Juanjo le abrazó con tanta fuerza que casi le dejó sin respiración, le comenzó a dar miles de besos en la mejilla y luego lo apretujó un poco más contra su cuerpo. Martin sintió los delgados brazos de sus dos amigas envolverle. También se habían levantado y todos le estaban abrazando y diciéndole miles de cosas bonitas. Al menor le embargó un sentimiento de emoción enorme, tanto que se le vinieron un par de lágrimas a los ojos.
–Mi chico... mi chico... el más valiente de todos. No hay nadie más fuerte que tú, Martin–escuchó como le susurraba aquellas palabras Juanjo al oído. Se le pusieron los pelos de punta.
–¡No podemos estar más orgullosas de ti, amor!– le gritó Ruslana al oído mientras lo separaba un poco de Juanjo y le plantaba un besazo en la mejilla.
–Total. Por fin vamos a poner a Iván en su lugar. He deserves it– aportó Kiki mientras apoyaba su barbilla en la cabeza de Martin.
–Chicas, no puedo respirar con tanto abrazo. Ruslana, me estoy comiendo tu pelo– comentó Martin mientras escupía el pelo pelirrojo de su amiga.
Juanjo le abrazó aún más fuerte.
–Oye, no me agobies al niño. Las dos, a vuestras putas sillas ya– dijo Juanjo en un tono divertido.
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Desafiando a las leyes de la física
FanfictionMartin ha sido siempre un chico tranquilo y tímido, apasionado de la danza y de los videojuegos. Cuando llega a Madrid para estudiar ingeniería naval, una carrera que no le entusiasma para nada, jamás se hubiera imaginado que acabaría liado en una f...