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MAIA

AUNQUE LO QUE ELLA QUERÍA HACER ERA DORMIR DURANTE TODO EL TRAYECTO, Maia se esforzó por entablar conversación con Juani, ya que la chica sentía que le debía al menos algo de amabilidad después de que él la hubiera soportado durante el despegue de...

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AUNQUE LO QUE ELLA QUERÍA HACER ERA DORMIR DURANTE TODO EL TRAYECTO, Maia se esforzó por entablar conversación con Juani, ya que la chica sentía que le debía al menos algo de amabilidad después de que él la hubiera soportado durante el despegue del avión. Con el corazón revuelto aún por el miedo que sentía al asomarse a la ventana, la joven Otaño se sumergió en las preguntas que Juani le hacía.

—¿Cuántos años tenes?

—Tengo 22—con algo de torpeza, Maia le preguntó de vuelta.

—Yo también tengo 22, pero este año cumplo los 23.

—Ah.

No se le ocurrían temas de conversación que sacar. Y de golpe, Maia se sintió torpe y decidió mantenerse en un bajo perfil.

Como había hecho toda su vida.

Maia había experimentado la soledad desde muy joven. En el colegio, siempre fue reservada y tímida, lo que dificultaba hacer amigos fácilmente. A menudo se encontraba sola en el patio durante el recreo, observando a los demás niños jugar y socializar, anhelando ser parte de su mundo pero sin saber cómo hacerlo.

A medida que creció y llegó al instituto, las cosas no mejoraron mucho. A pesar de sus esfuerzos por intentar encajar, seguía sintiéndose desplazada y fuera de lugar. Algunos de sus compañeros de clase se burlaban de ella por su timidez, lo que solo aumentaba su sensación de aislamiento.

Sin embargo, a pesar de su lucha por hacer amigos, Maia siempre contó con el amor y apoyo incondicional de Pipe. Su hermano intentaba incluirla en su grupo de amigos y hacerla sentir parte del grupo, pero Maia, con su naturaleza callada y seria, a menudo rechazaba estas oportunidades o simplemente no lograba conectar con los demás de la misma manera.

A pesar de los intentos de Pipe y del amor de su familia, Maia continuaba sintiéndose sola y desplazada en un mundo que parecía ajeno a ella. La falta de conexiones significativas y la sensación de no pertenecer le pesaban enormemente, dejándola anhelando una amistad verdadera y duradera que hasta ahora le había sido esquiva.

Agitó la cabeza y respiró profundamente, mirando a Juani.

«Vamos. No puede ser tan difícil hablar con un chico de tu edad. Vamos, idiota.»

—¿Y-y...? ¿Y...?

Juani se giró de golpe a mirarle y sus ojos azules chocaron con los suyos.

—¿Y... que equipo apoyarías si no ganara Argentina?

«Mierda, por fin.»

𝐌𝐀𝐑𝐆𝐀𝐑𝐄𝐓──𝙅𝙪𝙖𝙣 𝘾𝙖𝙧𝙪𝙨𝙤Donde viven las historias. Descúbrelo ahora