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MAIA

AHORA CADA VEZ QUE HABLABA CON JUANI, Maia se sentía observada

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AHORA CADA VEZ QUE HABLABA CON JUANI, Maia se sentía observada. Ahora, más que nunca, sentía todas las miradas de él juzgándola en silencio y diciéndole de todo. Ahora, sentía que Juani se había cansado por fin de ella... Pero no. No se cansó, ni la mandó a la mierda por haberle hablado tan mal el otro día, ni le dijo que debían darse un tiempo.

Simplemente, parecía decepcionado consigo mismo. Por no poder ayudarla. Por no poder ser útil. Por no poder...

—Maia—Massy llamó su atención al otro lado de la línea telefónica—. ¿Me has oído?

—Sí.

—¿Qué he dicho?

—Que...

—Ni lo intentes boluda. Acá la única persona que me estaba oyendo quejarme era el mamón de Fran que está tocándome las pelotas en mi habitación.

—¡Tu cama es más blandita que la mía!—escuchó Maia de fondo—. ¡No es justo!

—¡Bajáte de acá pero ya, Francisco Romero!

—Perdona... No estoy teniendo mi mejor día.

Ni la mejor semana.

No el mejor mes.

—Te ves súper tristona, Maia...

—Pero si solo estamos hablando por teléfono.

—Ya. Pero tú voz suena re ronca, como si llevaras mucho tiempo llorando. ¿Sos consciente de que me preocupo por ti, no?

—Sí. Muchas gracias. Pero ahora mismo, creo que necesito...

Ni siquiera lo sabía.

Pero lo que sí sabía es que tenía la garganta tan mal (y por eso estaba tan ronca) de meterse los dedos para vomitar.

—Siento que las cosas con Juani no van muy bien.

—¿En serio? ¿Qué onda con el twittero? Acá parece re feliz.

«Sí. Ese es su mecanismo.» Al igual que él la estudiaba con tanto detenimiento a ella, la joven Otaño había hecho lo mismo y se había dado cuenta de la mayor diferencia entre ellos.

Cuando los dos estaban tristes y sumidos en sus peores pensamiento internos, tenían reacciones totalmente opuestas. Maia era de las que se volvía súper borde y decía cosas hirientes, y Juani era todo lo contrario: Se volvía el doble de extrovertido, abierto y gracioso que de normal. Hacer reír a los demás hacía que se sintiera menos miserable. Complacer a los que le rodeaban evitaba que pensara en sus cosas y así pudiera ocultar mejor como se sentía por dentro.

—Ser feliz es su coraza. Lo conozco. Sé que no está bien.

—¿Es joda? ¿Por qué?

—Bueno... Vos lo has dicho. Hemos peleado.

𝐌𝐀𝐑𝐆𝐀𝐑𝐄𝐓──𝙅𝙪𝙖𝙣 𝘾𝙖𝙧𝙪𝙨𝙤Donde viven las historias. Descúbrelo ahora