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JUANI

JUANI

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—EY. ESTÁS ACÁ. ME HA COSTADO UN MONTÓN ENCONTRAR ESTE SITIO—murmuró la voz de Maia a sus espaldas mientras él pagaba al encargado del mostrador del spa.

Juani estaba de espaldas a ella cuando, de repente, giró la mirada y vio a Maia abriendo la puerta con una toalla sujetada por su brazo y un bikini azul marino como única ropa.

Un escalofrío recorrió su cuerpo al instante, y una oleada de calor y electricidad lo inundó por completo. Y la tensión eléctrica que se apoderó de sus músculos, haciéndolos temblar ligeramente, mientras una corriente de deseo pulsaba a través de él...

Cada músculo de su cuerpo se tensó con anticipación, su respiración se volvió más rápida y superficial, y su pulso se aceleró hasta convertirse en un ritmo frenético. Era como si todo su ser estuviera en alerta máxima, completamente hipnotizado por la presencia de Maia y el impacto sensual de su bikini azul marino.

Cada fibra de su ser reaccionó al ver a Maia, con el bikini ceñido resaltando sus curvas de manera irresistible. Se esforzó por mantener la compostura, sintiendo la tensión acumulada en sus músculos mientras luchaba por no ser tan obvio en su admiración, pero fue muy difícil.

—Y-yo...—intentó decir algo, pero le salió la voz tan ronca que no dijo nada al final.

Sus ojos se deslizaban por el cuerpo de la chica con una lentitud que a él le avergonzó profundamente reconocer. Era como una maldita estrella de cine. Sabía que debía contenerse para no incomodarla, así que respiró profundamente y trató de desviar la mirada, aunque le resultaba casi imposible apartar los ojos de ella. La atmósfera se cargó de una electricidad palpable mientras Juani luchaba por controlar sus emociones y Maia se acercaba hacia él.

—¿Que onda? ¿Estás bien? Tenes la cara súper roja, Juani.

—¿Eh? N-no, no. Estoy re bien—Juani se apoyó en el mostrador para parecer despreocupado, pero consiguió acabar en una postura forzada y tonta que lo hacía parecer un bobo.

Se estaba esforzando mucho por no bajar la mirada por el cuerpo de la chica y parecer un cerdo.

Y se estaba esforzando aún más en pensar en cosas que no lo excitaran sexualmente nada para contrarrestar con lo que sentía cuando pensaba en Maia con ese bikini.

—¿Q-queres probar las piscinas de distintas temperaturas primero?

Ella se encogió de hombros y dejó la toalla en un casillero que el trabajador del spa les ofreció.

—Claro. Vamos.

Dejaron sus cosas en los casilleros, caminaron hasta las dos piscinas de una de las esquinas más apartadas del recinto y Juani metió un pie en una de ellas.

—¡Mierda! Esta es la piscina del agua ardiendo.

—¿Queres probar la de agua fría mejor?—inquirió Maia recogiéndose el pelo en un moño desarreglado con una pinza negra.

𝐌𝐀𝐑𝐆𝐀𝐑𝐄𝐓──𝙅𝙪𝙖𝙣 𝘾𝙖𝙧𝙪𝙨𝙤Donde viven las historias. Descúbrelo ahora